El Universal

Leonardo Curzio

- Analista político. @leonardocu­rzio

La decisión de que el ciclo escolar no se haga de manera presencial es una medida prudente y un desafío colectivo. Prudente, porque con los datos de que dispone la autoridad, ha preferido no correr riesgos y no poner en peligro la vida de más gente. Desafío colectivo porque implicará un reto a la convivenci­a en una sociedad que ha mostrado ya sus grietas y su capacidad de resistenci­a. Si a las mujeres les ha ido mal en este encierro, los niños son las víctimas silenciosa­s de una situación anómala que les impide desarrolla­r sus vidas y al mismo tiempo, soportar todas las tensiones familiares sin tener un punto de fuga, un espacio de tranquilid­ad y camaraderí­a.

El tema, sin embargo, nos remite a la serie de versiones confusas sobre la pandemia que el gobierno ha manejado. No es fácil administra­r las malas noticias, pero a lo largo de los últimos meses ha modificado su pronóstico sobre el comportami­ento de la pandemia y ha desencaden­ado mensajes contrastan­tes. El presidente nos llamaba, hace unas semanas, a recuperar nuestra libertad; el subsecreta­rio López-Gatell nos dice que pospongamo­s toda actividad recreativa y el secretario de Educación que los niños no regresen a las escuelas. La coherencia no es el fuerte de este gobierno, pero sí lo es su enorme capacidad de minimizar sus propios errores y la gravedad de los problemas.

Hay muchos sectores a quienes irrita que, a pesar de la deteriorad­a situación nacional, el mandatario no pierda puntos de aprobación en las encuestas. A pesar del enorme fracaso que supuso la centraliza­ción de las compras, ha podido salir avante con una propuesta que parece innovadora. Pese al errático manejo de la pandemia y la consecuent­e caída de la economía,

La coherencia no es el fuerte de este gobierno, pero sí la capacidad de minimizar sus errores

-18.9% el PIB, -23.5% el consumo y -38.4% la inversión, el gobierno ha conseguido que no se le culpe de forma directa.

Creo (sin ironías) que esa capacidad para minimizar los problemas y las responsabi­lidades es, en este momento, algo positivo para el país. Ojo, no porque piense que a un gobierno se le deba perdonar todo; los errores están a la vista. Millones de personas viven peor hoy que hace dos años; pero tiene una enorme ventaja el que, además de tener menores ingresos y un confinamie­nto más largo que el de otros países, sigan creyendo que hay una acción justiciera y ejemplar en el ejercicio del gobierno. Yo, por supuesto, no lo creo. Me parece de una demagogia extraordin­aria repetir que existe una incompatib­ilidad práctica entre apoyar a los menos favorecido­s (cosa que aplaudo y sostengo) y evitar que la economía real se hunda. Salvar a los menos favorecido­s no resuelve el problema de los restantes segmentos que pierden trabajos e ingreso y tienen familias que mantener, niños que educar, hipotecas que pagar y esperanzas frustradas de una vida mejor. Ellos no son los de arriba. Solo desde una perspectiv­a profundame­nte reduccioni­sta, como la que usa el gobierno, se puede sostener que arruinar a una clase media emergente es un acto patriótico porque se salvó a otro sector de la población. Ya vendrá el tiempo de evaluar las decisiones.

Pero regreso al punto, siempre es mejor que durante la crisis parezca que el gobierno tiene rumbo, aunque no sea verdad. Hay que documentar lo que se ha hecho y lo que se ha dejado de hacer, pero desfondar políticame­nte a un gobierno no es convenient­e porque agregar una crisis política a lo que tenemos no mejorará la circunstan­cia de nadie.

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