Así se divertían los ricos del Porfiriato
En los tívolis o bellos jardines las personas con más recursos de la capital celebraban bodas, presentaciones de políticos, comían, bailaban u observaban el vuelo de un globo aerostático
En la Ciudad de México, durante el siglo XIX y principios del XX existieron los tívolis, jardines amplios y bellos de origen italiano que podemos ver hasta la fecha en algunas partes del mundo.
Poco a poco, la popularidad de estos sitios creció y tuvieron sus días de gloria en el Porfiriato.
Había entre cinco y seis tívolis en la capital, pero en textos de la época predominaban el Petit Versailles, el Ferrocarril, el Elíseo y el San Cosme. Todos fueron demolidos en su totalidad.
En el libro México Pintoresco se narra que en el Tívoli de San Cosme se llevaban a cabo diversos eventos, por ejemplo, bodas de “los pudientes”, cumpleaños, fiestas cívicas y reuniones de partidos políticos.
Los platillos eran descritos como “suculentos” y cuando había algún evento, el ruido de las copas siempre era acompañado por vítores, risas o música.
Asimismo, se documenta que antes de 1850 no existía ningún tívoli en la ciudad, con ellos llegaron platillos y costumbres francesas a la gastronomía mexicana, como sopas con caldo, mantequilla, rabanitos, o las ensaladas preparadas:
“Ni la tortilla o el clásico mole, platillos que se consideran desterrados por la civilización francesa, que admite como buenos los hongos los guisados en conserva y las carnes”.
En una crónica de 1938, Nick Carter dijo para este diario que el Tívoli del Elíseo desapareció porque ya no era concurrido, sus dueños ya no invirtieron en él y que lo vendieron como terreno.
Dos de las celebraciones más emblemáticas del lugar conmemoraban la Batalla de Covadonga (originaria de España) y el inicio de la Revolución Francesa.
Ambas eran apoyadas por los ministerios de aquellos países en México y eran atendidas por el mismo Porfirio Díaz. Ahí, españoles y franceses se encontraban con mexicanos.
La fiesta española empezaba con una misa en la iglesia de Santo Domingo —en el Centro Histórico— y de ahí se trasladaba hacia el tívoli, donde ya retumbaba la música española seguida por los movimientos de los bailarines con trajes típicos. Carter menciona que el “¡Olé!” era un grito frecuente y todo estaba “acompañado con panderetas y sorbos de sidra o copas de manzanilla”.
En tanto, en la francesa era común abrir botellas de champán, “surgían en la memoria de todos la hecatombe sublime de la Bastilla, mientras ya en la penumbra, se veía levantada la guillotina que habría de cercenar la cabeza de María Antonieta”.
Un hecho histórico que pasó en este tívoli fue la Convención Antirreeleccionista en la que resultaron como candidatos a la Presidencia de la República Francisco I. Madero y Francisco Vázquez Gómez. Pese a todo, cayó en desuso y fue demolido en 1936.
Aunque no se tienen los registros exactos de cuándo desaparecieron los otros tívolis capitalinos, el investigador Giorgio De’Angeli los calificó como uno de los sitios donde se empezó a compartir la gastronomía mexicana en el exterior.
El experto explica que así como en esos sitios se servían platillos franceses o españoles en diversas fiestas, también permitieron que viajeros probaran la comida mexicana, con lo que se favoreció la difusión de los sabores de México en el mundo.