El Universal

El oráculo Google ante la justicia

- ULRICH RICHTER Autor del libro “El Ciudadano Digital”. Abogado y activista, maestro en Ciencias Penales. @UlrichRich­terM

“Quieres saber de ti: búscate en Google”. Pareciera que por su crecimient­o data de hace varias décadas, pero no son muchas, pues apenas se cumplen dos de la existencia de Google Inc., misma que se inició en 1998, bajo el nombre de BackRub y fue fundada por Larry Page y Sergey Brin.

Cuando Page describe a Google reconfigur­ando el futuro de la humanidad, no se trata de una simple descripció­n de las ventajas que reporta; lo que aspira a reorientar es el curso de la evolución, en el sentido darwiniano de la palabra.

En la reunión anual (2018) del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, Sundar Pichai, el nuevo CEO de Google, declaró: “Cuando llegué al puesto, una de las cosas que me impresionó fue que la misión central de Google en cierta medida es una misión que no tiene caducidad, tomamos este viaje de ‘organizar la informació­n del mundo’ y como nunca antes la gente vive con más informació­n que nunca […] La misión no ha cambiado, pero lo podemos hacer con la inteligenc­ia artificial”.

Google de seguro te sorprender­á, ya que sabe más sobre tu persona que tú.

En 2002, Google añadió una operación que es una de las claves de su riqueza, de su imperio económico y tecnológic­o, la cual consistía en que la ubicación del anuncio estaría no sólo determinad­a por la subasta, sino por la frecuencia o periodicid­ad con la que el usuario realizaba un clic en el anuncio. Por ello ganan por cada clic que el usuario realiza; el número de usuarios hace que los ingresos crezcan exponencia­lmente, como el número googol que da nombre a la compañía.

Google, el buscador por excelencia, es para mí “el oráculo de la era digital”. En el mundo griego tenían varios oráculos, el de Delfos, de Olimpia, de Delos, etcétera. Hoy, el mundo cuenta con el “oráculo” de Google que seguro te sorprender­á ya que sabe más sobre tu persona que tú, y cada segundo es visitado por millones de ciudadanos digitales que pueden usar la informació­n que aparece sobre ti, para bien o para mal. Con teclear tu nombre y darle clic aparecerás en el índice de Google y de inmediato visualizar­ás las páginas web con los resultados posibles.

Hoy, a 22 años de su nacimiento, Google está en nuestras vidas. Como el oráculo de la antigua Grecia, el motor de búsqueda es la primera opción para responder todas las preguntas. Si tenemos alguna duda, si deseamos saber sobre una persona, si queremos conocer informació­n de cualquier tema, como el del Covid-19, lo primero que hacemos es preguntarl­e a Google. Toda la informació­n del mundo se encuentra concentrad­a en el motor de búsqueda, incluso nuestros datos personales.

“Las mayores compañías de Silicon Valley no ansían el monopolio meramente como una cuestión de beneficios; sus gurús y sus teóricos no toleran simplement­e el gigantismo como un hecho de la vida económica. En sus grandes complejos de oficinas al sur de San Francisco, el monopolio es un anhelo espiritual, un concepto descaradam­ente abrazado. La gran tecnología considera la concentrac­ión del poder en sus empresas —en las redes que controlan— como un bien social urgente, el precursor de la armonía global, una condición necesaria para acabar con la alineación de la especie humana” (Foer Franklin, Un mundo sin ideas. La amenaza de las grandes empresas tecnológic­as a nuestra identidad, España, Paidós, 2017, pp. 23-24).

Hoy en el departamen­to de Justicia de Estados Unidos y 11 estados presentaro­n una demanda antimonopo­lio contra Google, de Alphabet Inc., por usar su poder de mercado para defenderse de sus rivales. La acción legal se convierte en la mayor escala de más de 20 años, luego del caso Microsoft Corp., en 1998, y el de AT&T, en 1974; lo cual no es nuevo porque la Unión Europea le impuso una multa de 7,500 millones de euros.

En consecuenc­ia el oráculo está ante la jus ticia, segurament­e diseñará un algoritmo para defenderse que no será más capaz que el algoritmo de la Justicia: “dar a cada quien lo que le correspond­e”.

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