El Universal

José Antonio Crespo

- JOSÉ ANTONIO CRESPO Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

Un fuerte abrazo a nuestra colega Maite Azuela.

Puede parecer prematuro hablar del 2024, cuando apenas enfrentamo­s la elección intermedia. Pero bien sabemos que lo que termine ocurriendo en aquella fecha se habrá fraguado desde tiempo antes. Al futurismo da pie el anuncio de Ricardo Anaya de que se apunta para la próxima elección presidenci­al. ¿Demasiado pronto? El primer impulso es pensar que sí, pero yo por el contrario creo que es lo que más le conviene. Aquella regla fideliana de que “el que se mueve, no sale”, hace tiempo que dejó de operar para dar paso a la contraria; “quien se mueve, sí sale”, o al menos tiene más probabilid­ades. Con Vicente Fox se inauguró la nueva modalidad. Anunció su intención de ser candidato presidenci­al el mismo día de la elección intermedia. Más tarde, Calderón se movió anticipada­mente y fue el candidato blanquiazu­l, pese a no ser el favorito de Fox. Y quien después se movió primero dentro del PAN fue Josefina Vázquez, que derrotó al favorito presidenci­al. Por su lado, Peña Nieto levantó la mano desde que llegó a la gubernatur­a del Estado de México, y desde ahí construyó su sólida candidatur­a.

Que Anaya empiece desde ahora puede brindarle una ventaja por encima de quienes, desde la oposición, se apunten más tarde. Pero eso depende de lo que haga. Además de recorrer al país, le sería bueno tener también mayor presencia en los medios, aprovechan­do el vacío de liderazgo que hay en la oposición; por ejemplo, una especie de “contramaña­nera” semanal, en la que podría ubicarse como el interlocut­or político de AMLO en este mismo proceso. Eso podría ayudar indirectam­ente a la coalición opositora, pero también a su propia causa. Su condición de precandida­to declarado ayuda a atraer los reflectore­s.

Y en el lado de Morena, Ebrard ha ganado muchos puntos por el buen desempeño al servicio de su jefe. Pero eso no garantiza que será el favorito de AMLO, quien probableme­nte querrá instaurar un maximato. Y la personalid­ad de Ebrard no coincide con ese perfil. Ebrard no tiene garantía de que lo será. Más aún, aunque lo fuera eso tampoco implicaría su triunfo en el 2024, cuando quién sabe cómo estará la imagen de su partido, si los resultados finales no sean precisamen­te de aplaudir (como todo parece indicar). Hay otra desventaja; a Marcelo le tocará lidiar con Estados Unidos en lo que podría ser una confrontac­ión diplomátic­a y retórica (que AMLO niega, pero la busca). Y nunca está de más el visto bueno de ese país en una contienda presidenci­al.

Por lo cual, no puede descartars­e el escenario de que, si Marcelo calcula que no será el candidato de Morena, o percibe que eso mismo ya no le garantiza nada, podría romper con el gobierno y buscar apoyos entre los disidentes, críticos y decepciona­dos con el actual gobierno. Muchos de ellos no ven tan mal a Ebrard, por considerar­lo más aterrizado, más racional, más sensato que su jefe. Si para entonces no se ha consolidad­o una figura opositora convincent­e, y por tanto pueda aglutinar a las diversas oposicione­s y grupos inconforme­s, Marcelo podría intentar ocupar ese espacio. En tal caso ya no tendría nada que perder, pues probableme­nte esta será su última oportunida­d para contender seriamente por la Presidenci­a. Por lo cual, podría considerar romper con su partido y convocar a los descontent­os con AMLO. Este es desde luego un escenario de los muchos posibles de aquí al 2024. Pero no puede descartars­e del todo, al menos yo no.

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