El Universal

León Krauze

- LEÓN KRAUZE EPICENTRO

Afinales de la semana pasada, el presidente López Obrador dijo que su gobierno ha “procurado atender bien a los migrantes”, cuidando sus derechos humanos y manteniend­o los refugios donde se guarecen. Esto es una mentira. El gobierno de México no ha “atendido bien” a los migrantes, en su mayoría centroamer­icanos, que cruzan por el país. Ha hecho todo lo contrario. Los ha expuesto a abusos terribles.

Que no quede duda. Diversas organizaci­ones han documentad­o historias dantescas de abandono, extorsión, secuestro y esclavitud sexual en las dos fronteras de México. A pesar de los “otros datos” que dice tener el presidente, la realidad es incontrove­rtible: México ha puesto en riesgo brutal a decenas de miles de seres humanos cuya única intención, como la de nuestros paisanos mexicanos en Estados Unidos, es encontrar la posibilida­d de una vida. No de una vida mejor; simplement­e de una vida.

Esta aberración no comenzó con López Obrador. El gobierno de Enrique Peña Nieto también cedió a los designios represores de Donald Trump, transforma­ndo la frontera sur de México en terreno crecientem­ente hostil y descuidand­o las institucio­nes encargadas de procesar con justicia y prontitud las solicitude­s de asilo y las necesidade­s de los migrantes. La diferencia entre Peña Nieto y López Obrador es que el segundo prometió ser distinto. No solo eso: en contraste con Peña Nieto, López Obrador conoce bien el dolor de los migrantes. Tan lo conoce bien que dedicó varias jornadas a visitar Estados Unidos y prometer un trato digno. Una vez que llegó al poder, puso en práctica lo contrario. Militarizó la frontera. Recortó apoyo a albergues. Desprotegi­ó sistemátic­amente a la población expulsada de Estados Unidos en la frontera norte. Traicionó su promesa y entregó a los migrantes. En la agenda migratoria, López

Lunes 25 de enero de 2021

Hay otra oportunida­d para demostrar que México no es un cementerio ni un infierno de vejaciones

Obrador se traicionó a sí mismo, e intuyo que él lo sabe.

Ahora, con la llegada de Biden a la presidenci­a de Estados Unidos, la historia le ofrece al presidente de México una oportunida­d de reivindica­ción en una agenda que —él insiste— le importa mucho. Biden, que carga con su propia responsabi­lidad histórica con la comunidad inmigrante, después de los años de Obama, anunció su proyecto de reforma migratoria en las primeras horas de su gobierno. No podría ser más ambiciosa. Protegería de inmediato a los jóvenes soñadores, 700 mil de ellos, en su mayoría de origen mexicano. Daría un camino a la ciudadanía a once millones de indocument­ados, también en su mayoría mexicanos. Asimismo, como adelantamo­s en este espacio hace unos días, planea una inversión notable en el triángulo norte de Centroamér­ica, como López Obrador siempre ha querido.

Biden tiene otros planes también. Uno de ellos es acabar con el programa “Permanezca en México”. López Obrador no ha perdido tiempo en manifestar su apoyo a la reforma migratoria. Hace bien: está en juego la vida de millones de mexicanos. También haría bien en trabajar con Biden para desmantela­r lo que el propio gobierno de Estados Unidos llamó “medidas draconiana­s” de Trump en migración. Que el lopezobrad­orismo haya colaborado sin chistar con varias de esas políticas crueles queda ya inscrito en la historia. En su momento, López Obrador y su equipo tendrán que explicar por qué entregaron el bienestar, la seguridad y la posibilida­d de una vida de decenas de miles de hombres, mujeres y niños en el altar nativista y desalmado de Donald Trump. Ese juicio viene, y no habrá “otros datos”. Lo que sí hay es otra oportunida­d para hacer las cosas bien, para demostrar que México no es un cementerio ni un infierno de vejaciones. A eso se comprometi­ó por años López Obrador. Veremos si ahora sí está a la altura de sus promesas.

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