Paola Rojas
Este 20 de enero fuimos testigos de la investidura de Joe Biden como presidente de Estados Unidos. Fue un evento atestado de seguridad y de medidas sanitarias por la pandemia. Fue también un espacio muy importante para la reivindicación de las mujeres. Luego de cuatro años de una administración encabezada por un hombre que exhibía su misoginia sin pudor, llegó el nombramiento de la primera vicepresidenta en la historia de ese país: Kamala Harris. Vestida de morado, color del feminismo y resultado de la suma del azul demócrata y el rojo republicano, Kamala hizo su juramento ante Sonia Sotomayor, la jueza de origen latino que presidió el emocionante momento. Dos mujeres, descendientes de minorías, en altos cargos de poder. Pero eso no lo lograron solas. Harris reconoció que está ahí porque hubo otras mujeres antes que allanaron el camino.
De la mano de Kamala Harris vimos a su esposo Doug Emhoff, un abogado notable que renunció a su trabajo para acompañar a su mujer en la tan importante tarea que acaba de asumir. Se convirtió así en el primer hombre en ocupar un lugar que solo había sido para mujeres. A las parejas de los vicepresidentes se les llamaba “segunda dama”. Ahora con Doug se estrenó el término de “segundo caballero”. Las cosas sí están cambiando.
Dos mujeres, también hijas de inmigrantes, brillaron con mucha fuerza: Lady Gaga entonó el himno nacional y JLo se detuvo en la canción “America” para decir en español: “Una nación bajo Dios, indivisible con Libertad y Justicia para todos”.
Otra mujer, Amanda Gorman, se presentó al mundo durante la investidura representando la esperanza y la diversidad. Los versos de la joven poeta se centraron en los más desfavorecidos. Ella suele decir orgullosa que es hija de escritores negros, que descendieron de luchadores por la libertad, que rompieron sus cadenas y cambiaron al mundo.
También ese memorable día, el presidente Joe Biden hizo hincapié en que la democracia prevaleció y que para restablecer el alma y asegurar el futuro de su país se requiere mucho más que palabras, se requiere de unidad. Por eso fue con una sonrisa cálida y conciliadora como la nueva vicepresidenta despidió a Mike Pence, quien representó en la ceremonia a Donald Trump, el ausente al que nadie extrañó.
Resarcir el daño de la división que dejó el populismo de Trump en ese país ahora tan dañado anímica, económica y sanitariamente no será tarea fácil, aun cuando el 20 de enero quedó claro ante el mundo que las mujeres somos ya parte crucial de ese esfuerzo. Bank of America calcula que, si la brecha de género no existiera, se sumarían al PIB mundial entre 12 y 28 mil millones de dólares. Que no se pierda de vista que la inequidad de género, además de reprobable e injusta, es un mal negocio.
Dos mujeres, descendientes de minorías, en altos cargos de poder