El Universal

“Hasta los domingos las filas para los camiones son muy largas y tardan un montón”: usuarios

- DAVID FUENTES

Para Altagracia, hasta el paseo dominical se volvió un dolor de cabeza por la falta del servicio en la Línea 1 del Metro.

En su día de descanso aprovechó para acudir a la Alameda Central, donde se quedó de ver con unas amigas y con Juan, un galán que la pretendía, pero no contempló que el camión de RTP que de manera momentánea brinda el servicio en lo que arreglan el Metro, tardaría más de 40 minutos hasta la estación Insurgente­s.

“Sí se ocupa mucho el Metro, hasta en domingo. Hay mucha fila y esos camiones se tardan un montón, no van tan rápido como los vagones, pero ni modo, es lo que tenemos, porque si me voy en taxi, me gasto todo lo de la semana y así no es la cosa”, dice entre risas la joven, quien se vistió para la ocasión y confiaba en regresar antes de las ocho de la noche a su lugar de trabajo, una residencia en Santa Fe.

Pero no todo fue malo para Altagracia. En lo que se formaba a esperar un lugar en el camión, una mujer de chaleco verde le obsequió una careta y un cubreboca.

Era una empleada de la Secretaría de Movilidad (Semovi), quien les daba el mismo kit a todos los que subían a la unidad, explicando que así, es la única manera de evitar que el virus siga circulando por toda la frontera entre el Estado de México y la capital.

“El problema aquí es que llega mucha gente del Estado de México y de todos lugares, a un lado tenemos la terminal de camiones y, bueno, si te das cuenta no hay mucha revisión, no les toman la temperatur­a, no reparten gel ni nada y así se suben a los camiones o entran al Metro y por eso es imposible romper la cadena de contagio, el virus viene de aquí para allá y al revés, así nunca vamos a terminar o esto.

“Es mucha gente la que pasa por aquí, vemos quienes ya tienen un cubreboca muy viejito, ya muy usado y a ellos se los regalamos. Les pedimos a los choferes que también los usen. No me dijeron cuántos hay, pero son muchos; además, le decimos a la gente que, por su seguridad y la de todos, lo usen, son gratis y es para ellos”, comenta la mujer al tiempo que sigue extendiend­o la mano, repartiend­o el kit contra el Covid en la zona poniente de la ciudad.

Altagracia, entonces, con cubreboca y careta nueva, mostraba más preocupaci­ón por llegar a tiempo a su cita en la Alameda Central que por estrenar el nuevo kit, pero dejó en claro que ella no es portadora del virus, pues la patrona revisa a todos los empleado antes de entrar, les checa la temperatur­a, les proporcion­a gel, desinfecta todo y tienen que pasar por una serie de medidas sanitarias antes de entrar a la casa donde trabaja desde hace más de tres años.

“No creo que tenga [Covid], nos revisan y nos dan todo en la casa, la patrona es muy estricta con eso, de hecho, no sabe que ando aquí o que me junto con tanta gente, nos regaña y nos dice que nos cuidemos porque ellos casi no están saliendo.

“Pero qué se le hace, es el único día que tengo para salir y el encierro ya no se aguanta”, dice la joven de 25 años, consciente del riesgo que corre al meterse al tumulto del transporte público.

ALTAGRACIA

Usuaria del servicio RTP

“No creo que tenga [Covid], nos revisan y nos dan todo en la casa, la patrona es muy estricta con eso, de hecho, no sabe que ando aquí”

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