La cuarentena de AMLO y Slim
La vida ha unido y desunido a López Obrador y a Slim varias veces. Hoy, los dos viven la virulencia de la pandemia del Covid-19
El poder político y el poder económico están en cuarentena. Los máximos representantes de los dos poderes que le dan estabilidad a México están contagiados de Covid-19, el implacable virus que una vez más muestra que no respeta estatus ni condición social. El domingo, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que contrajo el coronavirus y ayer un hijo del magnate Carlos Slim Helú lo dio a conocer a través de Twitter.
Pese a la coincidencia en el tiempo, en la etapa más virulenta y mortal del Covid-19 en el país, ambos se reportan con síntomas menores y con una evolución favorable en su estado de salud. Sin embargo, vale la pena reflexionar en tres temas importantes: primero, la forma en la que la pandemia ha trastocado la vida de todos los habitantes del planeta, en la que nadie, por más poderoso que sea, puede evitar contagiarse; segundo, la necesidad de una mayor y mejor coordinación internacional y local para producir, distribuir y aplicar de manera expedita y equitativa la vacuna contra el Covid-19;
y tercero, la interrogante de si México está preparado para administrar un riesgo como el que significa que los dos hombres más poderosos del país estén infectados de un virus que ha matado a más de 2 millones 130 mil personas en el mundo.
La primera pregunta con respecto al presidente López Obrador es si su exposición al virus se pudo haber limitado siguiendo las medidas de seguridad sanitaria adoptadas en el mundo, incluido México, los cuales no han sido respetadas al pie de la letra por su gobierno, empezando por el encargado de gestionar la crisis del Covid-19, Hugo López-Gatell. O bien si debió haber sido vacunado, como otros jefes de Estado, para evitar contagiarse y preservar lo más posible la estabilidad y seguridad que significa que el líder del poder político de un país esté a salvo de una eventual complicación de salud.
El presidente mexicano, de 67 años, tiene además antecedentes de problemas cardiacos, entre ellos un infarto agudo al miocardio. Su cardiólogo Patricio Ortiz informó que en 2013 se sometió a una intervención coronaria.
En el caso del empresario con mayor poder económico del país, Carlos Slim Helú, el planteamiento es distinto, aunque no tanto. Si bien la mayoría de sus empresas, entre ellas América Móvil, Carso e Inbursa, son administradas por sus familiares, él se mantiene como presidente honorario y es el principal interlocutor con el poder político. La mayoría de las decisiones importantes de sus negocios aún pasan por su escritorio.
El empresario, quien por décadas ha estado en la cima de los multimillonarios mexicanos —y algunos años también de los rankings globales—, es uno de los principales empleadores de México. Sus empresas dan trabajo a más de 300 mil personas en México y el valor de sus compañías públicas —las que cotizan en los mercados bursátiles— suma más de un billón de pesos. Su fortuna personal asciende a 55 mil millones de dólares y es considerada por Bloomberg como la número 23 del planeta.
Slim Helú, de 80 años, también ha lidiado con problemas del corazón. En 1992 se sometió a una cirugía cardiovascular por un problema con un aneurisma. Cinco años después volvió al quirófano por un aneurisma aórtico. Esta última vez perdió los signos vitales por unos momentos, al grado de que se consideró que había muerto.
La vida ha unido y desunido a López Obrador y a Slim varias veces. Los unió en 2003, con la rehabilitación del Centro Histórico, y los ha enfrentado en temas como el proyecto del aeropuerto de Texcoco. Hoy, los dos hombres más poderosos del país viven en carne propia la virulencia de la pandemia del Covid-19, de la que deseamos que salgan bien.