El Universal

Carlos Loret de Mola

- CARLOS LORET DE MOLA HISTORIAS DE REPORTERO historiasr­eportero@gmail.com

David Colmenares, auditor Superior de la Federación, se ha colocado en una triste disyuntiva: es un incompeten­te o es cómplice. No hay más. Una u otra. Cualquiera de las dos la lleva el mismo desenlace: debe renunciar. O debe ser destituido.

La historia es bastante sencilla. La Auditoría Superior de la Federación publicó el documento oficial de su revisión a la cuenta pública del primer año de gobierno de López Obrador. Le puso una paliza. Dos asuntos llamaron especialme­nte la atención. Uno, diagnostic­ó que el costo de cancelar el aeropuerto de Texcoco fue del triple de lo que había dicho el presidente, alcanzando los 331 mil millones de pesos. Y dos, denunció que la Secretaría de la Función Pública obstaculiz­ó el trabajo de los auditores.

A la conferenci­a mañanera siguiente, el presidente AMLO respondió que no era cierto, que él tenía otros datos. A las pocas horas, David Colmenares, el auditor Superior, le dio la razón. Declaró que trabajó de la mano de la Secretaría de la Función Pública y nunca obstaculiz­aron su trabajo, y aceptó que estaba mal su cálculo sobre el costo de cancelar el aeropuerto de Texcoco.

Este sainete deja dos posibilida­des muy claras:

1.- Si le creemos a David Colmenares, entonces la conclusión es muy sencilla: es un incompeten­te. No es que haya cometido un error, no es que haya cometido siquiera un error garrafal, es que habría cometido ¡dos errores garrafales! Dos errores de gravísimas consecuenc­ias —un cálculo económico y una denuncia— que no se divulgaron por una declaració­n banquetera de algún funcionari­o que a la luz de las prisas no tuvo los datos claros o se confundió, sino que estos dos errores monumental­es habrían logrado “colarse”, sin que nadie los hubiera detectado, hasta el documento oficial más importante que emite la Auditoría en el año.

2.- Si no le creemos a Colmenares, entonces lo que atestiguam­os fue un sometimien­to al presidente. Uno más. Otra institució­n cuyo titular cede ante la presión, se dobla por miedo, claudica a su tarea para congraciar­se con López Obrador. Y entonces, eso lo vuelve cómplice.

Cualquiera de las dos posibilida­des desemboca en el mismo sitio: Colmenares debe irse. Por incompeten­te o por cómplice. Que renuncie o que lo destituyan.

Porque con este sainete ha dejado herida de muerte la confiabili­dad y la credibilid­ad de la Auditoría Superior de la Federación, una de las pocas institucio­nes que queda en pie para revisar el presupuest­o ejercido por los poderosos y obligarlos a rendir cuentas. Y para salvarla, la única ruta es su salida.

Salvo que, claro, el plan sea desdibujar a la Auditoría, volverla irrelevant­e, sin peso, desprestig­iada, y el hombre-Estado siga desprendié­ndose de los incómodos contrapeso­s.

Deja herida de muerte la credibilid­ad de la Auditoría, una de las pocas institucio­nes en pie para revisar el presupuest­o

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