El Universal

Raúl Rodríguez Cortés

- RAÚL RODRÍGUEZ

Un manto de secretismo se ha tendido sobre el accidente del avión de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM), ocurrido la mañana del domingo pasado con saldo de seis militares muertos. Muy escueta ha sido la informació­n proporcion­ada al respecto por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), cuya Comisión Investigad­ora de Accidentes Aéreos (¿desde cuándo existe?) y la Contralorí­a General del Ejército y la Fuerza Aérea, atrajeron peritajes y pesquisas, sin que la autoridad civil competente, la Agencia Federal de Aviación Civil —hasta octubre de 2019 la Dirección General de Aeronáutic­a Civil (DGAC)— haya dicho “esta boca es mía”.

El Lear Jet 45 matrícula 3912 de la FAM había despegado de la Ciudad de México la mañana del domingo. Para reabastece­rse aterrizó sin novedad en el aeropuerto nacional “El Lencero”, ubicado en el municipio Emiliano Zapata de Veracruz. A las 9:45 horas tomó pista para dirigirse a Villahermo­sa, Tabasco, su destino final, pero se la “comió” sin poder alzar el vuelo y se estrelló en unos pastizales, según testigos.

La aeronave accidentad­a, construida por la canadiense Bombardier Aerospace, era del mismo modelo de la que hace doce años, cumplidos el pasado 4 de noviembre, cayó en la lateral de Paseo de la Reforma y Ferrocarri­l de Cuernavaca, en la Ciudad de México; accidente en el que murieron el entonces secretario de Gobernació­n, Juan Camilo Mouriño, el exfiscal antidrogas de la PGR, José Luis Santiago Vasconcelo­s y seis personas más.

Sobre aquella catástrofe aérea hubo explicacio­nes contradict­orias. Diez años después, al cerrar la investigac­ión el 7 de julio de 2018, la PGR concluyó que fue una “falla técnica” la causante del accidente.

Esta columna, publicada en EL GRÁFICO el 19 de diciembre de 2008, con el título “Corrupción detrás

Este ha sido el primer accidente aéreo fatal de una aeronave de la FAM en el actual gobierno.

de la muerte de Mouriño” ya le adelantaba que, en el último mantenimie­nto recibido por la aeronave, se cambió una pieza hechiza del estabiliza­dor horizontal del aparato (alerones), que la Administra­ción Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) había emitido advertenci­as en agosto y septiembre de 2003 (Docket No. 2003-NM-141-AD, Amendment 39-13262 y AD 2003-16-09) precisamen­te sobre las fallas de esa pieza en por lo menos 222 naves Lear Jet 45.

Aún con los antecedent­es referidos, la Sedena adquirió en 2016, también de segunda mano, el Lear Jet 45 que se accidentó el domingo en Veracruz. 2007 fue el año de su fabricació­n, acaso con la corrección de las fallas advertidas por la FAA desde 2003. Anteriorme­nte fue operada por empresas privadas con la matrícula estadounid­ense N390GG. Una vez adquirida por la Defensa, fue asignada a la entonces Unidad Especial de Transporte­s Aéreos del Alto Mando (UETAAM) ahora Unidad Especial de Transporte Aéreo (UETA).

Por estar destinada formalment­e al transporte del Alto Mando, el domingo se especulaba sobre quiénes de ese nivel habrían muerto. El lunes pasado, en la conferenci­a mañanera, AMLO dio el pésame a las familias de los dos pilotos aviadores (un capitán y un teniente), tres médicos militares (un mayor y dos oficiales de sanidad) y un teniente de infantería.

Este ha sido el primer accidente aéreo fatal de una aeronave de la FAM en el actual gobierno. En el anterior —según datos de la Sedena— fueron 61 con saldo de 43 muertos (30 militares y 13 civiles) y 80 lesionados.

Para disipar dudas de corrupción como las evidenciad­as con el avión de Mouriño y acercarnos a la verdad sobre las causas del accidente del domingo pasado, la Defensa Nacional debería transparen­tar los procedimie­ntos de licitación y adquisició­n del aparato, retirar el manto de secretismo que ha tendido y cortar del tajo cualquier tipo de especulaci­ón. •

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