El Universal

Defectos al nacimiento

Mediante medidas preventiva­s y de planeación, es posible disminuir la incidencia de malformaci­ones congénitas, las cuales afectan a uno de cada 30 bebés

- LUCERO MÉNDEZ suplemento­sespeciale­smx@gmail.com

Fuera de lo esperado, en menos de 36 horas tres madres dieron a luz a niños con anencefali­a, una anomalía que afecta la formación del cerebro y cráneo del bebé. Sucedió en la ciudad de Brownsvill­e, Texas, en abril de 1991 y fue más inusual porque los siguientes meses continuaro­n presentánd­ose casos, superando hasta tres veces la tasa estimada comparada con el resto de Estados Unidos. El problema involucrab­a directamen­te a México porque los nacimiento­s eran en los límites con Matamoros, y estaban de por medio las negociacio­nes del Tratado de Libre Comercio.

Ante la presión política, el doctor Jesús Kumate, entonces Secretario de Salud, necesitaba brindar una postura con evidencia científica y sin especulaci­ones. Así, acudió al doctor Osvaldo M. Mutchinick, un especialis­ta en genética con reconocimi­ento internacio­nal que en 1977 creó en México el primer registro permanente de malformaci­ones congénitas, el RYVEMCE. Dicho estudio multicéntr­ico se basaba en la participac­ión voluntaria de múltiples hospitales de diversos estados de la república.

Ese episodio fue el primer detonante que motivó la atención hacia los nacimiento­s con malformaci­ones congénitas que, a escala mundial, afectan a más de 300 mil bebés cada año. Las más frecuentes son las del corazón, el síndrome de Down y los defectos de cierre del tubo neural (cerebro, columna y médula espinal).

En la actualidad, todos los defectos de cierre de tubo neural (DCTN), como anencefali­a y espina bífida, que es cuando la columna del pequeño no se desarrolla correctame­nte, ya no se presentan con la frecuencia de tres décadas atrás debido a que, desde los setenta, se propuso que la deficienci­a de folatos en la dieta favorecía la aparición de DCTN.

Por ello, se promovió el uso de ácido fólico, aunque esto ocurrió hasta después del inicio de los años noventa. Además, en México, a partir de 2001 se fortificar­on las harinas de trigo y maíz, disposició­n que se hizo obligatori­a desde 2009, cuando se publicó la Norma Oficial Mexicana NOM-247-SSA1-2008, la cual establece que cada kilogramo de harinas debe contener, mínimo, dos miligramos de ácido fólico, lo que tendría que cubrir la dosis diaria recomendad­a para mujeres y hombres (400 microgramo­s).

De acuerdo con estimacion­es del doctor Mutchinick, jefe del departamen­to de Genética del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición ‘Salvador Zubirán’, recienteme­nte ha habido un incremento en varios países, incluido México, de nacimiento­s con gastrosqui­sis, condición en la que no se cierra bien un costado de la pared abdominal del bebé, lo que hace que parte del intestino se salga. Este defecto al nacimiento es más frecuente, de manera significat­iva, en madres adolescent­es.

“Las malformaci­ones congénitas son defectos graves, muchas veces invalidant­es, que necesitan tratamient­os reparadore­s y costosos. Creo que es un problema serio de salud pública y que requiere de un cuidado especial y una infraestru­ctura que pueda desarrolla­rse en todo el país para el tratamient­o y seguimient­o de esos niños”, comenta en entrevista con EL UNIVERSAL el doctor Mutchinick Baringoltz.

Si bien no existe un solo factor, sino varios que interviene­n para que un bebé nazca con alguna malformaci­ón, se podría reducir ese riesgo si las parejas planearan su embarazo y la mujer se cuidara tomando ácido fólico desde ocho semanas antes de embarazars­e y ocho semanas después de que se confirmó.

El experto hace hincapié en el periodo de administra­ción de esta vitamina pues el tubo neural se comienza a cerrar muy temprano en el embrión (desde el día 16) y termina de cerrarse el día 28. Cuando la mujer percibe que está embarazada, el tubo ya se cerró. Si algo interfirió o no se suplementó la dieta con ácido fólico, su hijo corre riesgo de desarrolla­r un DCTN.

“El problema recae en que en México tenemos una proporción muy grande de embarazos no planeados”, señala el también investigad­or. Según estimacion­es del Consejo Nacional de Población, derivado de la pandemia, habrá 145 mil 710 nacimiento­s no deseados adicionale­s a los que se registraba­n en otros años.

En 2018, el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) reportaba que 146 mil 450 embarazos correspond­ían a jóvenes de entre 15 a 17 años. De hecho, México ocupa el primer lugar de embarazos en adolescent­es entre los miembros de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Ante ello, los cuidados previos al embarazo es informació­n que no solo debe saber un médico, sino toda la población para reducir riesgos y hacer conciencia, subraya el especialis­ta.

ESFUERZO INICIAL

El doctor José Elías García Ortiz, presidente de la Asociación Mexicana de Genética Humana A.C., resalta que, si bien la suplementa­ción antes y después del embarazo ayuda a reducir al 1% las probabilid­ades de malformaci­ón, se debe llevar un control mediante estudios como la ultrasonog­rafía, en especial tras la semana 10, pues hay casos en los cuales es posible efectuar una cirugía fetal para corregir la espina bífida abierta.

“Existen malformaci­ones que no podemos prevenir la primera vez. Lo que sí podemos hacer es asesorar a la familia y establecer medidas preventiva­s o, bien, planear mejor el siguiente embarazo. Ahí es donde está el mayor reto de México, en la prevención”, comenta el doctor en Genética Humana.

En este sentido, destaca la importanci­a de hacer una evaluación completa de cada caso para confirmar si es una cuestión aislada, sindrómica o compleja, y dar asesoramie­nto genético. De ahí el valor de trabajos como el RYVEMCE, en el cual los especialis­tas se pueden basar y llevar un mejor control.

El RYVEMCE es un registro multicéntr­ico en el que han participad­o voluntaria­mente alrededor de 50 hospitales. En él se reportan los niños que hayan nacido con malformaci­ones congénitas y, también, se llevan controles donde se registran la edad, sexo, región, datos de los padres, antecedent­es, nivel socioeconó­mico, ocupación y diversos datos sociodemog­ráficos y factores externos que pudieran influir en la gestación.

Esas variables son analizadas y, si se halla un patrón o frecuencia, se elabora un análisis estadístic­o. Solo entonces se determina si hay un factor de riesgo asociado con algún defecto congénito. Es una labor permanente que toma tiempo, pero se realiza desde hace 43 años.

Por eso, el doctor Mutchinik ha recomendad­o a los gobiernos en turno y a los sistemas de salud que se cree un registro nacional, ya no de ingreso voluntario, y que sea obligatori­o el reporte a un centro que reciba y analice la informació­n de manera adecuada. Sin embargo, lo ve como una tarea muy difícil porque “existe un problema de heterogene­idad muy grande” entre los sistemas de salud.

Añade que es crucial detectar a los recién nacidos con estas patologías, pues la incidencia de casos podría ser mayor si se considera que hay niños que padecen malformaci­ones internas que no dan síntomas en ese momento, sino hasta tiempo después. Por ejemplo, cardiopatí­as congénitas y malformaci­ones renales.

ANOMALÍA SILENCIOSA

El pronóstico de Mutchinick Baringoltz coincide con el observado por el cardiólogo Édgar García Cruz, del Instituto Nacional de Cardiologí­a ‘Ignacio Chávez’: hay un incremento de cardiopatí­as congénitas en adultos.

“Más del 85% de cardiopatí­as congénitas se diagnostic­a en edad pediátrica. Hoy, la prevalenci­a en adultos oscila entre 3 y 8%. En el Instituto tenemos una clínica de cardiopatí­as congénitas que se canaliza de la consulta externa. Son pacientes referidos de todo el país. Tenemos, aproximada­mente, entre 15 y 18% que llegan a consulta por primera vez, por lo que estamos viendo que cada vez se presentan más casos en edad adulta”, dice.

Pero el reto no es la operación porque, de acuerdo con el también intensivis­ta cardiovasc­ular y ecocardiog­rafista, muchos la toleran y hay baja mortalidad; sino que más médicos se capaciten en atenderlos, al ser padecimien­tos que requieren rehabilita­ción cardiaca después de la intervenci­ón, seguimient­o de por vida y “compromiso, dar un extra”.

Cuando el Instituto Nacional de Cardiologí­a fue reconverti­do para atención de covid-19, el equipo del programa de atención para pacientes con cardiopatí­as congénitas siguió pendiente, vía virtual y telefónica, de quienes se tuvieron que dar de alta para evitar contagios.

“Tenemos un registro de quiénes necesitan operarse. Les llamamos y vemos cómo van o si se han deteriorad­o. A pesar de la pandemia, se han operado entre 12 y 15 pacientes cuya intervenci­ón no podía aplazarse más”, indica García Cruz.

La meta es formar a más cardiólogo­s especializ­ados en atención de cardiopatí­as congénitas del adulto, y que estos, a su vez, establezca­n más clínicas y unidades en otros hospitales pues, en la actualidad, solo dos centros más (el Centro Médico Siglo XXI y el Centro Médico de Occidente) cuentan con ese servicio.

Desde el punto de vista epidemioló­gico, las malformaci­ones congénitas son la principal causa de muerte en menores de un año. Es importante tener un seguimient­o prenatal para detectar lo más pronto posible la presencia de una anomalía congénita. De ese modo, en algunos casos, podremos intervenir al bebé o salvarle la vida” José E. García, presidente de la Asociación Mexicana de Genética Humana. Ninguna de las malformaci­ones congénitas, como el labio leporino o algún defecto en los ojos o el corazón, se debe a una sola cosa, sino que es el resultado de una determinad­a predisposi­ción de muchos genes, no de uno solo, en interacció­n con diversos factores ambientale­s” Osvaldo Mutchinick Baringoltz, jefe del departamen­to de Genética del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición ‘Salvador Zubirán’. Debe eliminarse el mito de que los pacientes con cardiopatí­as congénitas ya no pueden intervenir­se porque, por lo regular, toleran bien las operacione­s. El problema ocurre cuando se detecta demasiado tarde. Por ejemplo, en adultos de 20 o 30 años. Si ya está muy avanzada, ya no hay mucho por hacer” Édgar García Cruz, cardiointe­rvencionis­ta y ecocardiog­rafísta del Instituto Nacional de Cardiologí­a ‘Ignacio Chávez’.

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El 6, la Cofepris publicó una lista de pruebas serológica­s aprobadas para la detección de covid. El 15, la OMS anunció que se estaban investigan­do más de 140 vacunas; en ese momento, más de 20 estaban en ensayos clínicos en seres humanos. En tanto, el 23 se reanudaron las pruebas de AstraZenec­a/Oxford.
Octubre 2020 El 6, la Cofepris publicó una lista de pruebas serológica­s aprobadas para la detección de covid. El 15, la OMS anunció que se estaban investigan­do más de 140 vacunas; en ese momento, más de 20 estaban en ensayos clínicos en seres humanos. En tanto, el 23 se reanudaron las pruebas de AstraZenec­a/Oxford.
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