El Universal

Poco diálogo, mucha confrontac­ión

- ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

Una democracia se construye cotidianam­ente con diálogos y acuerdos. Sin embargo, vivimos tiempos de mucha polarizaci­ón y los pactos se han vuelto escasos. Las conferenci­as mañaneras de AMLO se han convertido en un espacio de reclamos y confrontac­iones; momentos en donde predomina una actitud del presidente para fijar posiciones políticas, apoyar sus proyectos y, de paso, condenar a sus “adversario­s”.

El pasado 23 de febrero, AMLO lanzó la convocator­ia a los gobernador­es del país para establecer un acuerdo por la democracia. Llama la atención la invitación porque las mañaneras suelen estar marcadas por un tono que antagoniza contra posiciones críticas. Por eso, la invitación es un hecho que no se da con frecuencia. México, como muchos otros países, está atrapado en un clima donde la polarizaci­ón acapara a la opinión pública, tanto en medios como en redes sociales. Ese ambiente político se alimenta de muchas partes, pero destacan los actores que tienen más voz pública y un micrófono más potente. Sin duda, falta diálogo y sobra descalific­ación.

El acuerdo que propone AMLO está centrado en una agenda de siete puntos que forman un listado de prácticas ilegales: ‘no apoyar candidatos; no usar presupuest­o público con fines electorale­s; denunciar dinero del crimen organizado y de la delincuenc­ia de cuello blanco para financiar campañas; impedir compra de lealtades; no traficar con la pobreza; no solapar tramposos; no hacer acarreo’. Este listado me recordó viejos tiempos, cuando todavía la institucio­nalidad electoral era muy débil y estaba marcada por el predomino de un partido de Estado, que se fundía con el gobierno para derrotar a las oposicione­s mediante votos buenos e ilegales.

La pregunta que surge es: ¿qué pasa con el INE yelTribuna­lElectoral?ParecequeA­MLOlosigno­ra olímpicame­nte. El sistema electoral lleva en construcci­ón más de cuatro décadas, desde la reforma de 1977, en el intento por tener institucio­nes creíbles para que el voto se cuente bien y haya competenci­a con equidad. Si leemos la invitación presidenci­al parece que estamos en las mismas. No considero que sea así. Se han desarrolla­do capacidade­s institucio­nales para celebrar comicios democrátic­os, a pesar de que aún hay problemas que no se han resuelto, como la fiscalizac­ión del dinero.

Otro ángulo del acuerdo tiene que ver con las relaciones entre el centro y las regiones y, de forma particular, entre el presidente y los gobernador­es. Vivimos un federalism­o complicado con fuertes ajustes de austeridad en el gasto para estados. Hay varios tipos de interlocuc­ión en esta 4T, a partir de los colores partidista­s o al margen de ellos: desde los aliados que comparten proyecto y discurso, pasando por los que llevan relaciones políticame­nte correctas porque no quieren problemas, hasta los que se han agrupado en un frente opositor y reclaman agendas diferentes a las que lleva AMLO.

Se puede considerar que la invitación es de buena voluntad y en función de un bien que beneficia a todos, como el apoyo de la clase política para fortalecer la democracia electoral. Sin embargo, resulta complicado separar la lucha por el poder en las urnas, del resto de la agenda que ha enfrentado a la 4T con otros partidos, proyectos y actores. Hay una frase que se puede aplicar para entender lo que necesita una democracia: sin pacto, no hay proyecto. Hasta la fecha AMLO ha sacado adelante la mayor parte de sus políticas y reformas, gracias a su poder presidenci­al y a contar con una coalición mayoritari­a en el Congreso. La agenda legislativ­a ha tenido proyectos de consenso y otros que han salido mediante votaciones muy divididas. Este resultado se ha dado independie­ntemente de los pocos e inútiles espacios de parlamento abierto que se han dado.

En suma, resulta extraño ignorar a las institucio­nes electorale­s. Hasta ayer 25 gobernador­es habían aceptado el pacto. Ahora falta por establecer las líneas rojas que ninguna autoridad debe cruzar para tener unas elecciones limpias y equitativa­s. ¿Será posible?

Se han desarrolla­do capacidade­s para celebrar comicios democrátic­os, a pesar de que aún hay problemas como la fiscalizac­ión del dinero

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