¿Agregados culturales a la medida?
La presencia del país en el exterior exige perfiles en el área cultural que sumen sus conocimiento en las estrategias de poder blando de la Cancillería mexicana
I Tradicionalmente las tareas de gestión, cooperación y promoción cultural de algunas representaciones diplomáticas de México en el Exterior han recurrido a la figura del agregado cultural, quien realiza sus funciones bajo la autoridad del titular de la representación –embajadores y cónsules– en coordinación con las áreas centrales especializadas dentro de la cancillería.
La figura del agregado cultural con acreditación diplomática y nombramiento como personal asimilado del Servicio Exterior Mexicano (SEM) en los términos del Artículo 7 de la Ley del SEM, es hasta ahora el único esquema administrativo y jurídico con que cuenta la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) para dotar a las representaciones diplomáticas de funcionarios especializados en temas culturales.
Dichos nombramientos han estado exentos de criterios claros para su selección, la delimitación de sus funciones, la valoración ponderada de su posible permanencia y/o ascenso, así como de mecanismos verificables para la evaluación de su gestión, y eventualmente su regularización como personal asimilado del SEM.
El nombramiento de agregados ha estado marcado por discontinuidades en las sucesivas administraciones del gobierno mexicano. En ocasiones los nombramientos y su eventual ratificación ha quedado sujeta a criterios estrictamente presupuestales, o bien ha respondido a coyunturas políticas, sin existir hasta ahora una clara línea de continuidad, así como la racionalidad que vincule una estrategia de diplomacia cultural de la SRE con la selección de los agentes culturales con rango diplomático que habrán de instrumentarla en el exterior.
Esta falta de claridad en los criterios de selección, evaluación, y aún en las funciones y responsabilidades del agregado cultural, ha provocado que esta figura diplomática genere incomprensión dentro del personal de carrera del SEM, o bien que subsista una percepción pública adversa, toda vez que persiste la tendencia a pensar en los agregados culturales como acreedores de privilegios inmerecidos y como beneficiarios de “becas” de lujo con cargo al erario público. A lo largo de los años el criterio predominante para su nombramiento ha sido el de nombrar a escritores, creadores artísticos o gestores culturales con trayectorias consolidadas, o bien a académicos con prestigio y presencia pública, pero también se ha dado el caso de nombramientos de agregados culturales sin experiencia probada en el campo de la cultura, las artes o la academia, atendiendo a favores políticos.
La experiencia ha demostrado que un creador artístico o un representante de la comunidad cultural o académica mexicana en funciones de agregado cultural, es por sí mismo un agente natural de representación de lo mexicano, cuya experiencia, actividades profesionales previas, y prestigio, favorecen a la construcción de puentes de entendimiento entre México y el país o la ciudad de su adscripción, pero que no necesariamente cuenta con las capacidades y el dominio de las herramientas en materia de gestión cultural y planeación estratégica, así como con las habilidades políticas, técnicas y administrativas que demandan las funciones diplomáticas.
A pesar de ello, en muchas ocasiones ambos atributos logran conjugarse en la figura del agregado cultural nombrado por Artículo 7, es decir, el del creador artístico de prestigio y el del gestor y promotor cultural profesional, que cuenta a su vez con visión diplomática, sensibilidad política, presencia mediática y habilidades administrativas y gerenciales; pero aun en esos casos afortunados no existen hasta ahora mecanismos consolidados para evaluar su gestión, asegurar su permanencia y ofrecerle oportunidades de ascenso y promoción, como sí ocurre con los funcionarios de carrera.
La evidencia histórica nos demuestra que la diplomacia mexicana se ha enriquecido a lo largo de las décadas del trabajo y las aportaciones de los agregados culturales, y que éstos, en la mayoría de las experiencias (no en todas, por supuesto) han cumplido con una función crucial como ejecutores de la diplomacia cultural de México, y su instrumentación de acuerdo a la coyuntura y las necesidades específicas de las adscripciones a las que han son destinados, y por otra parte advertimos que no se cuenta dentro del personal de carrera con el número suficiente de expertos en cuestiones culturales.
Cuando su gestión ha resultado exitosa, innovadora y productiva, los agregados culturales han cubierto una necesidad específica para la política exterior de México y han contribuido a emplear y a optimizar las herramientas de la diplomacia cultural de nuestras representaciones en el exterior. Una función estratégica que ha justificado, en el pasado y en el presente, la existencia de esta figura que forma ya parte de la propia tradición diplomática de México.
Es necesario reformular el perfil profesional del agregado cultural que mejor se ajuste a las necesidades y las tareas de la diplomacia cultural, trasparentar los criterios para su selección, diseñar herramientas para la evaluación de su desempeño, y crear mecanismos para reglamentar su permanencia en función de antigüedad, conocimiento, capacidad, mérito, y eventualmente contar con oportunidades de permanencia y ascenso similares a los del personal de carrera. Para