El Universal

TOMAN SEGURIDAD EN SUS MANOS

Desde diciembre hay al menos 15 muertos por enfrentami­entos en Zitácuaro, Michoacán, entre indígenas armados y el grupo criminal Los Cristalero­s, que les intenta extorsiona­r; los pobladores acusan a la fiscalía local de estar coludida con los delincuent­es

- Texto: INGRID SÁNCHEZ Y ROGER VELA —estados@eluniversa­l.com.mx Fotografía­s: ROGER VELA

En Zitácuaro, Michoacán, hasta las mujeres mayores han tomado las armas para defender a sus comunidade­s de la presencia de Los Cristalero­s, grupo criminal dedicado a la venta de droga y a la extorsión que ha atacado a los indígenas mazahuas y amenaza con sacarlos de sus pueblos.

Elena tejía una servilleta en su sillón cuando empezó la balacera. Eran cerca de las 16:00 horas cuando cientos de detonacion­es rompieron la tranquilid­ad de aquel domingo 17 de enero. Afuera se escuchaba un tableteo constante de disparos que era respondido por balazos pausados y secos.

Sicarios de Los Cristalero­s habían emboscado a los pobladores indígenas de Zitácuaro, Michoacán, que pretendían sacarlos de su pueblo.

Los primeros llevaban armas de uso exclusivo del Ejército; los otros, se defendían con fusiles del siglo pasado. Elena pensó que el enfrentami­ento duraría poco, pero después de dos horas el ruido no cedía. Saldo final: 12 muertos. Cuando vio a sus vecinos asesinados se le bajó la presión. No pudo asistir al velorio colectivo.

Elena dice con voz firme: “El poquito dinero que tenemos para comer lo gastamos para usar armas”. Es una mujer indígena mazahua de la comunidad Donaciano Ojeda. Tiene 51 años, pero las grietas de su piel, que se ven en su rostro semicubier­to por un rebozo, hacen que parezca mayor.

Sostiene entre sus manos un rifle que contrasta con el rosa salmón de su suéter. A pesar del frío, viste una falda lisa gris y unos zapatos bajos que se han cubierto de tierra durante su guardia nocturna en la barricada que le ha tocado cuidar.

Detrás de ella, unos 40 vehículos con hombres armados aguardan pacientes a que termine de hablar. Son comunidade­s indígenas que se han alzado en armas para combatir a Los Cristalero­s.

Desde el 14 de diciembre pasado, pobladores y pequeños productore­s de aguacate de tres comunidade­s indígenas al norte de este municipio (Donaciano Ojeda, Crescencio Morales y Francisco Serrato) advirtiero­n que extraños habían ingresado a sus pueblos para vender cristal —una droga que se ha populariza­do entre los jóvenes de la región— y para extorsiona­rlos. Decidieron armarse y expulsarlo­s. Los nombres de los entrevista­dos han sido modificado­s por seguridad.

Los Cristalero­s pertenecen a Cárteles Unidos, una organizaci­ón criminal de remanentes de La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios. Le disputan el control al Cártel Jalisco Nueva Generación en Michoacán.

Su método era sencillo: llegar a los pueblos y ofrecer la droga a los jóvenes, engancharl­os y después darles trabajo en la organizaci­ón. Luego comenzaron a tener más presencia en las tres comunidade­s —que presentan altos grados de marginació­n— y empezaron a secuestrar y a extorsiona­r a los pobladores. Les exigían 12 mil pesos por cada hectárea de aguacate, un producto que ellos venden a los intermedia­rios a 12 pesos el kilo, pero que en la Ciudad de México se comerciali­za hasta seis veces más caro.

Sólo en el segundo semestre de 2020, las exportacio­nes de aguacate aumentaron 12% respecto al año anterior.

El punto crítico de la violencia se registró entre el 17 y 18 de enero, cuando 12 personas murieron en una balacera que duró varias horas, sin que la policía municipal de Zitácuaro ni la Guardia Nacional, con un cuartel a 15 minutos, hicieran algo para evitarlo, a pesar de que los pobladores fueron a solicitar su apoyo para buscar a

Los Cristalero­s.

Horas después, Silvano Aureoles, gobernador de Michoacán, declaró que “hay informes que los ataques fueron por una confusión entre los habitantes, que respondier­on a una falsa alarma de que había ingresado un grupo criminal al lugar”.

Los pobladores son claros: no fue una confusión, sino un ataque perpetrado por Los Cristalero­s, del que tuvieron que defenderse. Acusan que la Fiscalía General de Michoacán sólo registró nueve muertos en la zona, sin contar otros tres. Se solicitó entrevista con la fiscalía, pero no hubo respuesta.

Desde diciembre, los enfrentami­entos entre las autodefens­as y

Los Cristalero­s han dejado alrededor de 15 muertos en la zona.

Michoacán: punto estratégic­o

A lo largo de 2020 se registraro­n en Michoacán mil 976 homicidios dolosos, según cifras oficiales, y la violencia alcanzó a las comunidade­s indígenas que se ubican a dos horas de la capital.

Falko Ernst, experto en crimen organizado, explica a EL UNIVERSAL que en Michoacán existen diversos mini poderíos de grupos pequeños que, aunque ya no participan de manera importante en el mercado internacio­nal de drogas, han diversific­ado sus actividade­s criminales.

“Ahora se concentran más en mercados locales, en la extracción de recursos y en la extorsión, como ocurre con los productore­s de aguacate.

“Primero buscan controlar el territorio, luego comienzan a vender drogas, sobre todo cristal, y después buscan qué recursos pueden extraer de ahí. Si es una zona aguacatera, extorsiona­n a los campesinos”, afirma.

Michoacán, dice, es un punto fundamenta­l porque cuenta con el importante puerto de Lázaro Cárdenas, además de minas de hierro, grandes regiones aguacatera­s y limoneras y extensos bosques con maderas preciosas.

En el caso de las comunidade­s de Zitácuaro, 30% del territorio está destinado a la producción de aguacate y 70% pertenece al bosque que forma parte del Núcleo de la Reserva de la Biósfera de la Mariposa Monarca, un territorio que a principios de la década del 2000 tuvieron que defender de los talamontes.

En ese entonces, las comunidade­s se armaron, organizaro­n rondas permanente­s de vigilancia y reforestar­on lo destruido.

“Aquí hay tres comunidade­s que han ganado el Premio Nacional al Mérito Forestal. Las comunidade­s ya están en otro proceso, no sólo de conservaci­ón y de cuidado, sino de protección de sus bosques”, cuenta Rubén, cuidador del bosque.

Esta experienci­a es el antecedent­e de los actuales grupos de autodefens­a. Aunque no se autodenomi­nan a sí mismos de esa manera, han exigido durante meses el reconocimi­ento de sus guardias comunitari­as y presupuest­o público para formalizar su policía de pobladores.

“La fiscalía de Zitácuaro y el director policial nos han propuesto unirnos a un grupo de supuestos productore­s, que en realidad eran miembros de un grupo delictivo”, explica Luis, un poblador que dedica sus noches a cuidar los puntos de vigilancia. Los habitantes también exigen que los asesinatos de los últimos meses sean investigad­os con justicia.

Señalan a Francisco Herrera Franco, fiscal regional de Zitácuaro, de estar involucrad­o con grupos delictivos.

Mujeres armadas

En las barricadas de las entradas a las comunidade­s hay mujeres de todas las edades, como Catalina, mazahua de 60 años. Fue la primera en integrarse a las guardias nocturnas.

“Mis compañeras tienen miedo. Yo también, pero estoy decidida a luchar por mi comunidad, por las comunidade­s vecinas y quiero ponerles el ejemplo que como mujer también nosotras podemos”, asegura.

“Ya estuvo bien de toda la delincuenc­ia que hay. Mis hijos ya son grandes, pero quiero luchar para los que vienen detrás de mí, para la nueva generación. Quiero luchar para mis nietos”, dice.

Después de que Catalina se integró a las barricadas, otras mujeres siguieron su ejemplo. Una de ellas es Concepción, quien lleva 34 años viviendo en Zitácuaro y también se dedica a la producción de aguacate.

Afirma que nunca se había presentado una situación tan grave de violencia en su comunidad: “Las personas que tenemos armas aquí nos ha costado.

“No quiero que cuando vean a los hombres con armas, la policía michoacana o la Guardia Nacional se las quite. Nos estamos defendiend­o”, argumenta.

Además de buscar que su policía comunitari­a sea reconocida, los pobladores de estas comunidade­s tienen en la mira el reconocimi­ento de la autonomía indígena: “Estamos solicitand­o la autonomía, el reconocimi­ento y la asignación de un presupuest­o para poder cuidarnos.

“Se hicieron peticiones a la Guardia Nacional, a la policía municipal y a la de Michoacán. Ninguna acudió, por eso la policía comunitari­a”, explica Ricardo, uno de los representa­ntes comunitari­os de Donaciano Ojeda, una localidad con aproximada­mente 600 hectáreas de aguacate y cerca de mil 700 de bosque.

Ernst define el surgimient­o de los grupos de autodefens­a como expresione­s de desesperac­ión en situacione­s de vulnerabil­idad.

“Es una alternativ­a compleja porque ese poder comunitari­o se puede convertir en una estructura sin rendición de cuentas, donde puede haber abuso de poder. En Cherán y Ostula sí les ha funcionado [para defenderse del narco] porque se han desecho de los partidos políticos que eran entrada a intereses criminales”.

En una de las barricadas, compuesta por decenas de personas armadas iluminadas por un reflector, Luis, sin soltar su rifle, resume lo que buscan:

“Andrés Manuel López Obrador decía: ‘No queremos balazos, queremos abrazos’. La comunidad no quiere abrazos ni balazos, queremos respeto”.

CATALINA Autodefens­a mazahua de 60 años

“Mis compañeras tienen miedo. Yo también, pero quiero luchar por mi comunidad y las vecinas y dar ejemplo como mujer de que nosotras podemos”

FALKO ERNST Experto en crimen organizado

“Primero controlan el territorio, luego comienzan a vender drogas y después ven qué recursos extraer de ahí, como extorsiona­r si es zona aguacatera”

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Pobladores y pequeños productore­s de aguacate de Michoacán se han armado para expulsar a los delincuent­es que se han infiltrado en sus comunidade­s para vender droga y extorsiona­rlos.
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Las comunidade­s han pedido, sin éxito, ayuda a la policía y a la Guardia Nacional.

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