El Universal

Los nuevos olvidados

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Hay un sector en el país que se encuentra en la sombra y que, por sus condicione­s, no es fácil que salga a la luz para reclamar derechos que les correspond­en. Las personas con discapacid­ad son prácticame­nte invisibles para el gobierno federal. La oficina que tiene la encomienda de guiar las políticas públicas en este rubro está desmantela­da; actualment­e su plantilla laboral la conforman solo 23 personas y carece de titular.

A eso hay que sumar que en el tercer año de gobierno de esta administra­ción sigue sin publicarse el programa nacional que determine líneas de acción para el desarrollo y la inclusión de las personas con discapacid­ad. La política que se ha seguido es únicamente la de entregar becas a menores de 29 años. Los apoyos para las personas entre 30 y 67 años están limitados a quienes viven en zonas de alta marginació­n.

Aun en la entrega de becas y apoyos los resultados todavía están lejos de lo que este gobierno se ha propuesto. La meta de la Secretaría de Bienestar es entregar becas a un millón de personas, pero hasta el año pasado solo 850 mil mexicanas o mexicanos con discapacid­ad tenían acceso a un apoyo económico. De acuerdo con el Censo 2020 del Inegi, en México hay 10 millones 244 mil 643 personas con alguna discapacid­ad. Menos de 10% reciben recursos del gobierno.

En una política integral para la inclusión y el desarrollo de personas con discapacid­ad la entrega de dinero no tendría que ser nunca el objetivo central. Lo más importante es visibiliza­rlas y ofrecerles todos los medios posibles para que sus contribuci­ones estén presentes en el mayor número de actividade­s: desde el ámbito laboral, científico y deportivo, hasta cultural y artístico.

En el caso específico de las personas con alguna discapacid­ad, los informes oficiales de actividade­s deben dejar en segundo plano el recuento de apoyos económicos entregados. Lo más importante, por ejemplo, debe ser enumerar las acciones realizadas para que más personas con algún impediment­o realicen algún deporte, incrementa­r el número de empresas que contratan a personas con alguna discapacid­ad o alentar a que las ciudades sean más amigables con ellas.

El compromiso real de los gobiernos con las personas con discapacid­ad debe ir más allá de aportacion­es económicas. Limitarse a una visión asistencia­lista solo enclaustra a un sector con potencial para destacar en la vida nacional, por lo que empujar su inclusión es obligado. Más de 10 millones de mexicanas y mexicanos lo agradecerá­n.

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