El Universal

HUYEN DEL DECENAS DE FAMILIAS

Unos 400 habitantes de El Maguey, Jalisco, y El Lobo, Michoacán, fueron desplazado­s por amenazas del cártel; buscan que autoridad los proteja o pedir asilo en EU

- Texto y fotos: CARLOS ARRIETA —estados@eluniversa­l.com.mx

LEn los últimos 15 días, al menos dos poblados ubicados en la franja fronteriza de Michoacán y Jalisco se han quedado vacíos porque sus habitantes fueron desplazado­s por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

Habitantes de El Maguey, municipio de Quitupan, Jalisco, y de El Lobo, comunidad de Cotija, Michoacán, fueron despojados de sus viviendas, ranchos y parcelas. Son más de 400 personas integrante­s de unas 80 familias de esos dos poblados, que en menos de una semana se vieron obligadas a abandonar su patrimonio.

EL UNIVERSAL recorrió la zona donde están refugiadas la mayoría de las víctimas y desde donde piden ayuda para poder regresar a sus viviendas, o bien, ser protegidas.

Rafael, integrante de una de las familias desplazada­s, cuenta que de tener una vida tranquila y productiva en su comunidad, ahora no tienen ni para comer. “Fuimos desalojado­s por el

Jalisco Nueva Generación,

Narra que él y su familia fueron amenazados por un grupo armado que irrumpió en sus propiedade­s. Criminales les apuntaron con rifles de asalto y hasta lanzagrana­das a niños, adultos, ancianos, hombres y mujeres de su poblado.

Les advirtiero­n que si no se iban los matarían, sin darles una explicació­n de por qué tenían que abandonar su patrimonio por más de 40 años. Así, en una noche, cerca de 150 familias tuvieron que huir ante el temor de ser asesinados.

“Es una cosa increíble que no podemos superar todavía. Vivíamos bien a gusto, bien tranquilos, y la vida nos la cambiaron de la noche a la mañana sin alguna razón”, lamenta Rafael.

Cuenta que ellos vivían de la agricultur­a y de su ganado y que hoy no tienen nada de eso.

Recuerda que cuando uno de sus sobrinos, de 20 años, intentó rescatar el ganado, fue asesinado por los hombres armados. Así, pasaron de ser productore­s y ganaderos a jornaleros. Los habitantes de El Maguey decidieron refugiarse en el municipio de Los Reyes, con algunos familiares. Ahora, dice, su alternativ­a es pedir asilo político en Estados Unidos.

Un hermano de Rafael señala que ahora su vida es precaria, pues a pesar de estar seguros, han tenido que empezar de cero y a veces no tienen ni para comer o para la renta.

“Quiero que sepa que desde que cayó la gente del Cártel Jalisco Nueva Generación [a la comunidad] empezamos a vivir un verdadero infierno”, dice.

Cuenta que su padre, un señor de avanzada edad, murió de tristeza por haber dejado todo lo que construyó, y más por la muerte de su nieto.

“Ojalá un día Dios no me dé dinero para comprar armas, a ver si no me animo a toparles [a los criminales]; lo que pasa es que la gente se calla, pero también se puede cansar”, asegura el hombre.

PERSONAS

salieron de sus pueblos en una noche tras ser amagados por hombres armados del CJNG.

Otro de los desplazado­s relata que luego de que las familias de El Maguey fueron expulsadas, el CJNG amenazó a los habitantes de El Lobo, donde ya quedan puras mujeres y algunos de sus hijos, expuestas a la violencia de los delincuent­es.

Estiman que en ambos poblados suman ya cerca de 400 personas de 80 familias las que han sido desplazada­s por el narco, sin que autoridad alguna intervenga o lo impida.

Ello, dice Luis —otro de los desplazado­s—, a pesar de que en Cotija hay un cuartel de la Guardia Nacional y supuestos operativos del Ejército.

“Pero no hacen nada, porque hasta protegen a los ‘jaliscos’ y se pasean con ellos.

“Imagínese qué esperanza tenemos de vivir en paz o de que este desplazami­ento forzado no continúe en otros lugares”, recrimina el sujeto.

Los niños también recuerdan el miedo que sintieron al ser apuntados con los rifles de los criminales en sus cabezas para forzar a los adultos a irse.

Se esconden de las personas desconocid­as y sólo asoman sus siluetas para, atentos, saber qué pasa a su alrededor; evitan las cámaras y micrófonos.

Les dicen a sus papás —en susurros y, en unos casos, con sus ojos llenos de lágrimas y voz quebrada— que tienen miedo de que alguien les haga daño.

Ahora, las familias esperan saber si podrán regresar a sus hogares o si mejor se van a Estados Unidos.

DESPLAZADO DE EL MAGUEY “Ojalá Dios no me dé dinero para comprar armas, a ver si no me animo a toparles [a los criminales]; la gente se calla, pero también se puede cansar”

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Rafael, refugiado de El Maguey, cuenta que fueron despojados de sus viviendas, ranchos y parcelas por parte de integrante­s del explicacio­nes, hombres armados amagaron con asesinarlo­s si no dejaban sus tierras. CJNG. Recuerda que sin dar
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Uno de los sobrinos de Rafael fue asesinado por el narco al intentar rescatar el ganado.
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