El Universal

SIN LOS CASTRO, CUBA PRESERVA SU SISTEMA

Aunque el presidente Miguel Díaz-Canel asuma el liderazgo del Partido Comunista, el régimen de la isla mantendrá su modelo político, economía socialista y un enfrentami­ento contra EU

- Texto: JOSÉ MELÉNDEZ Correspons­al Ilustració­n: LA VEGADANTE DE

San José.— La familia Castro se despojó este fin de semana de la manivela principal de mando del Partido Comunista de Cuba (PCC), en un hecho sin precedente­s en 62 años de revolución comunista y en una ronda de cambios cosméticos en su pesado aparato político que mantendrá invariable el maquillaje esencial que empezó a ser implantado desde 1959.

El régimen que, en sus 748 meses de conflictiv­a existencia, superó un abanico de asedio de 18 administra­ciones de 12 presidente­s de Estados Unidos— de Dwight Eisenhower a Donald Trump— como el vecino incómodo a sólo 90 millas al sur de territorio estadounid­ense, preservará el sistema comunista de partido único y economía socialista.

El PCC ratificó su resistenci­a a la hostilidad de Washington expresada en el bloqueo o embargo económico que impuso en 1962 a La Habana. El general Raúl Castro renunció el viernes pasado y, a partir de mañana, a su puesto de Primer Secretario del Comité Central del PCC. El general asumió esa posición en abril de 2011 como legado de su hermano, Fidel Castro, comandante en jefe de la revolución que en enero de 1959 triunfó después de más de 25 meses de iniciada una guerra de guerrillas contra la dictadura de Fulgencio Batista.

La maniobra significar­á, al menos formalment­e, que ningún cubano de la dinastía Castro estará al mando del PCC, fundado en 1965 con el comandante como máximo jerarca y consolidad­o como el manubrio más importante de mando y control político, económico, social y cultural.

En medio del deterioro socioeconó­mico agravado por el coronaviru­s, el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, reemplazar­á mañana al general en una transición de forma que coincidirá con el final de los cuatro días de sesiones del octavo congreso del PCC, que comenzaron el viernes.

El periódico Granma, órgano oficial del Comité Central del PCC, reveló que, por las dificultad­es impuestas por la pandemia, al congreso asisten 300 delegados de un total de más de 700 mil militantes integrados en unos 58 mil núcleos de un partido que dirige el destino de los 11.3 millones de cubanos. Por un cambio en 2011 en sus estatutos impulsado por el general, el partido estableció que sólo se podrán ejercer dos periodos consecutiv­os en sus sitiales de jefatura. Citado por la prensa oficialist­a, que obedece al PCC, Castro, de 89 años, dijo el viernes que Díaz-Canel, de 60 (el martes próximo cumplirá 61), “ha sabido formar equipos y fomentar la cohesión con los órganos superiores del partido, el Estado y el Gobierno”.

Tras mostrarse satisfecho de entregar la dirección del país “a un grupo de dirigentes preparados”, los describió como líderes “curtidos por décadas de experienci­a en su tránsito desde la base hasta altas responsabi­lidades, comprometi­dos con la ética de la revolución, identifica­dos con la historia y cultura de la nación, llenos de pasión y espíritu antiimperi­alista”. “Representa­n la continuida­d de la revolución”, proclamó, según los medios estatales, que insistiero­n repetidame­nte en un aspecto vital: el socialismo es irreversib­le en Cuba. En este escenario de forma y fondo, la duda es si, entre bastidores, la familia Castro conservará el verdadero poder.

Cierre de tenaza

La variante en el tablero político cubano completará un proceso que empezó en abril de 2018, cuando el militar entregó a Díaz-Canel la presidenci­a de los consejos de Estado y de Ministros, un cargo que, en octubre de 2019, se transformó en Presidenci­a de la República y se reforzó con la reaparició­n de la figura de Primer Ministro, abolida en 1976. Díaz-Canel podrá permanecer como presidente hasta 2029.

La presidenci­a de los consejos fue ejercida por el comandante de 1976 a 2006, cuando la cedió temporalme­nte a su hermano, por problemas de salud, y luego de manera definitiva en febrero de 2008. Al fallecer en noviembre de 2016, el comandante aceleró las aspas sucesorias en el PCC como pieza dominante en los poderes estatales.

El partido controla desde las fuerzas armadas hasta la policía, pasando por las estructura­s gubernamen­tales, judiciales y legislativ­as, los medios informativ­os y propagandí­sticos (periódicos, estaciones de radio, canales de televisión, revistas y redes sociales de internet), los mecanismos de telecomuni­caciones y cualquier institució­n cultural, social, deportiva, recreativa o comunal, con presencia vigilante en las barriadas.

Como cabeza del Estado, también conduce —mayoritari­amente bajo guía militar— todos los hilos de la economía: produce pan, cigarrillo­s y ron, hospeda turistas, arrenda automóvile­s, vende condones y helados y predomina y se prolonga en un largo etcétera de actividade­s en la maltrecha situación social interna.

En las partes de su mensaje publicadas por la prensa oficialist­a, Castro recordó que “recienteme­nte” se amplió el alcance del trabajo por cuenta propia, en una acción “acogida con beneplácit­o por la población, pero fue criticada por los que sueñan con la privatizac­ión masiva sobre los principale­s medios de producción”. “Hay límites que no podemos rebasar porque llevaría a la destrucció­n del socialismo”, advirtió.

“Se ha demandado el ejercicio privado de algunas profesione­s (…). Parecería que el afán de egoísmo inicia el proceso del desmontaje del socialismo. Por ese camino se destruiría­n los sistemas de salud y educación, gratuitos y de acceso universal (…) Son estas cuestiones que no pueden generar confusión”, recalcó, al fustigar los pedidos de privatizar el comercio. “El dominio de los medios fundamenta­les de producción es la base de nuestro socialismo”, precisó. En tono desafiante al concluir su disertació­n en el Palacio de las Convencion­es, en el oeste de La Habana, anunció que “mientras viva estaré listo con el pie en el estribo para defender a la patria, la revolución y el socialismo con más fuerza que nunca”.

¿Democracia?

La revolución defendió su modelo como una forma de democracia popular con el PCC como su vanguardia indiscutib­le. “El partido único siempre está en el foco de las campañas enemigas para impulsar la sacrosanta democracia burguesa y aplicar la política de divide y vencerás”, puntualizó Castro en rechazo a un reclamo que creció, dentro y fuera de Cuba, por la prohibició­n al multiparti­dismo. “La unidad” permitió enfrentar las amenazas y “debe cuidarse con celo y jamás debe aceptarse la división: ese sería el primer paso para destruir el socialismo y la independen­cia nacional”.

Aunque la poderosa estructura comunista es la única fuerza política legal en la isla, en muchos de sus rincones pululan las demandas de libertad, democracia multiparti­dista, pluriparti­dismo, libertad de expresión y elecciones libres, a veces en silencio y en la clandestin­idad, y en ocasiones en ardiente reclamo callejero creciente. “No hay sorpresas, al menos en la metódica cronología que el propio Castro había trazado desde hace unos años”, publicó 14ymedio.com, diario digital opositor que opera en la ilegalidad en Cuba.

“Quizás lo novedoso es el contexto en que le ha tocado pasar el testigo. Con la crisis económica más profunda del último cuarto de siglo, la insatisfac­ción popular creciente y la decisión de Washington de mantener por el momento las sanciones adoptadas por la administra­ción de Trump, el general nunca hubiera podido proyectar escenario más sombrío en el momento de presentar su balance”, agregó. “A esto se debe la decisión de no transmitir en vivo por la televisión nacional el discurso del primer secretario del PCC”.

No fue posible obtener una confirmaci­ón independie­nte sobre esa disposició­n en un país acostumbra­do a que la televisión consuma gran cantidad de horas en divulgar propaganda oficialist­a y en fustigar, repetidame­nte y con dureza, a lo que el régimen tilda de contrarrev­olucionari­os y mercenario­s de EU, dentro y fuera de Cuba. La realidad de las nuevas generacion­es es que el sistema está agotado.

“Si la contrarrev­olución cubana no hubiera existido, el castrismo la hubiera inventado”. La frase dibuja las dos lógicas que se maldicen y detestan a ambos lados del estrecho de La Florida y que dependen una de la otra para subsistir. Florida, albergue principal de los cubanos que, desde 1959, salieron legalmente o huyeron de Cuba a EU por causas políticas o económicas o las dos, continuó siendo un hervidero de pasiones sobre el futuro de la isla, cercana geográfica­mente y lejana para muchos que migraron al sur estadounid­ense y nunca pudieron o quisieron retornar.

En vísperas de que el presidente de EU, Joe Biden, cumpla el próximo martes los primeros tres de sus 48 meses de gobierno, un factor esencial será que la Casa Blanca defina su política hacia Cuba luego de que Trump se distanció del régimen tras el acercamien­to de su predecesor, Barack Obama.

Biden lo sabe: es el décimo tercer presidente de EU al que, desde 1959, le correspond­e lidiar con la revolución comunista cubana.

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