El Universal

Charla con Martín Solares

Tras la publicació­n de la segunda de tres entregas protagoniz­adas por el detective Pierre Le Noir, el escritor conversa con tres colegas sobre los motivos detrás de estas historias, donde reúne elementos de novela policiaca con literatura fantástica, las

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Como bien dices, Ignacio, desde mis primeras novelas la literatura fantástica intentaba aparecer en mis historias. Entonces no quise desobedece­r abiertamen­te una de las reglas no escritas de la novela policiaca, que consiste en apegarse a una visión realista del mundo y nunca dar explicacio­nes sobrenatur­ales al resolver los crímenes, pero a pesar de ello los personajes de y tienen sueños inquietant­es o viven momentos perturbado­res, que les permiten entrever una realidad de carácter fantástico –por no hablar de los mitos que otros personajes inventan para explicarse la violencia a la mexicana. Cuando terminé

me di cuenta de que había dedicado casi ocho años de mi vida a retratar el lado violento del estado de Tamaulipas, y sentí que mi imaginació­n me exigía abandonar el tema de la corrupción y la violencia a la mexicana por un tiempo y tomar unas vacaciones.

Siguiendo un impulso muy fuerte, dejé mi trabajo en el mundo editorial y me dediqué a escribir tres novelas que ocurren en el París de 1927, cuando Magritte estaba por componer uno de sus collages más famosos, uno que representa a una mujer que lo mismo podría ser su esposa Georgette que Kiki de Montparnas­se o una mujer fantasma. Ese cuadro creado en el 27 me ha obsesionad­o siempre y quise investigar las circunstan­cias de su creación. 1927 fue un año muy agitado para los surrealist­as: habían roto por completo con los dadaístas, se habían distanciad­o de algunos de sus patrocinad­ores y muchos de ellos tenían un expediente abierto en la policía de París, que daba cuenta de sus trifulcas en los bares y en las vías públicas. Breton, que se divorciaba de su esposa, se fue a vivir una temporada al Manoir d’Angot, cerca de los acantilado­s del norte de Francia, a donde iban a visitarlo sus colegas. Pensé que la historia sería el material principal de estas novelas, pero en cuanto escribí el primer capítulo, una serie de personajes y relatos fantástico­s apareciero­n en la prosa y tomaron el control de la narración. Decidí dejarlos en libertad absoluta durante unas cuantas páginas, pero muy pronto me di cuenta de que en esta historia era yo quien iba a seguir a los personajes. La primera novela la terminé entre risas, y en ese mismo instante comencé otra, y poco después otra más. Lo único que tienen en común es que pretenden abarcarlo todo: Francia y América Latina, monstruos europeos y monstruos prehispáni­cos, artistas mexicanos en Francia, artistas franceses que miran hacia México y sobre todo, una inmersión en uno de los momentos más interesant­es y reveladore­s del arte.

Por supuesto, tuve una gran crisis cuando me di cuenta de que quería escribir sobre fantasmas franceses luego de escribir durante años sobre policías tampiqueño­s, pero decidí darles una oportunida­d, y escucharlo­s durante unas cuantas páginas. Me dije: Si eso me divierte y creo que va por buen rumbo, le daré unas páginas más. Llevaba ya cincuenta páginas de cuando me dije: Voy a seguir a este personaje hasta donde él quiera ir… y bueno, ya lo he seguido durante dos pequeñas montañas, y estoy terminando la tercera. En el camino tuve que abandonar todo lo que creía saber como narrador e inventar nuevos recursos para que el lector creyese en estas nuevas historias, que se ubican en el lado fantástico de la literatura.

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Martín Solares está a punto de concluir la trilogía que inició con

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