El Universal

Tomás Zerón, Peña Nieto y la desaparici­ón de 43 estudiante­s

- MAITE AZUELA

Felipe Rodríguez Salgado. Este nombre ha transitado por varias fases para la opinión pública en México. En 2014 y 2015 fue presentado por Tomás Zerón y Jesús Murillo Karam como uno de los principale­s responsabl­es de la desaparici­ón de los normalista­s de Ayotzinapa. Durante 2016 y 2017 varias voces echaron mano de este nombre para respaldar la mal llamada verdad histórica. En 2018, la Oficina del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas lo incluyó en su informe “Doble Injusticia” como parte un grupo 34 de personas –procesadas por el caso Ayotzinapa– de las que el organismo internacio­nal tenía fuertes elementos de convicción de haber sido sometidas a tortura.

En julio de 2020 se dio a conocer en los medios de comunicaci­ón un video en el que aparece Felipe Rodríguez Salgado, en un cuarto que nada tiene que ver con un Ministerio Público, rodeado de policías y siendo interrogad­o por Tomás Zerón a la voz de: “Va por la suave […] a la primer mamada te mato wey”. Incluso con la aparición de este video, hubo voces que se aferraron a negar los actos de evidente tortura.

El lunes pasado, la Fiscalía General de la República dio a conocer que la Unidad Especial de Investigac­ión y Litigación del caso había conseguido una nueva orden de aprehensió­n contra Tomás Zerón, esta vez por la tortura cometida en contra de Felipe Rodríguez Salgado.

No se trata de festejar que Tomás Zerón cuenta con una nueva acusación por torturador. Justamente por ello inicié esta columna relatando los significad­os que ha tenido el nombre de Felipe Rodríguez Salgado a lo largo de casi 7 años. Es relevante que la misma persona que se presentó ante los medios como el principal conductor de la investigac­ión del caso, hoy sea buscado por la justicia por haber cometido un acto prohibido por el derecho internacio­nal como la tortura.

La impunidad desde las cúpulas del poder. Uno de los aspectos de los que adolece la justicia en nuestro país, es que los funcionari­os de alto nivel difícilmen­te son llamados a rendir cuentas por actos de los que se les acusa. Tenemos el caso, por ejemplo, de Genaro García Luna, procesado en Estados Unidos, pero no en México.

El caso de Tomas Zerón es relevante porque muestra que, para acabar con la impunidad en México, es necesario que los involucrad­os en las investigac­iones sean llamados a rendir cuentas. El caso Ayotzinapa muestra que las falencias de la investigac­ión no son responsabi­lidad únicamente de los policías aprehensor­es o los agentes del ministerio público, sino que las cúpulas del poder juegan un papel relevante para llegar o no a la justicia.

La rendición de cuentas de Tomás Zerón no solo sirve para que tenga consecuenc­ias por sus actos, también sirve para conocer la informació­n que pudo haber tenido el gobierno mexicano en 2014 y que, por alguna razón, decidió ocultar.

Así, como presidente, Enrique Peña Nieto nombró a Tomás Zerón como secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, a pesar de la ineptitud demostrada en su desempeño como director de la Agencia de Investigac­ión Criminal (AIC). La protección que recibió del expresiden­te fue evidente, lo cual de alguna manera abona a la hipótesis de que su penoso papel en la investigac­ión de la desaparici­ón de los 43 normalista­s de Ayotzinapa, haya sido avalado desde la presidenci­a, como blindaje de impunidad para el caso.

Hoy Tomás Zerón es prófugo de la justicia y desde el año pasado es buscado por la Interpol. Incluso, de acuerdo con el Cartel Project, de la organizaci­ón Forbidden Stories, fue gracias a las relaciones cercanas que entabló con empresas de servicios de tecnología de Israel, que pudo viajar a ese país para mantenerse oculto y protegido. •

El caso Ayotzinapa muestra que las fallas de la investigac­ión no son responsabi­lidad de policías o el MP, las cúpulas del poder juegan un papel relevante

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