El Universal

Micromachi­smos

- ZULEMA MOSRI GUTIÉRREZ Magistrada de la Sala Superior y Presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género del TFJA. Twitter: @z_mosri

No toda violencia contra las mujeres les deja marcas visibles. Hay otras formas —quizás más graves— que afectan su confianza y salud mental; conductas que son aceptadas e incluso estimulada­s como prácticas deseables de socializac­ión, principalm­ente entre los hombres, que las usan como mecanismos para afirmar su masculinid­ad.

Algunas de estas prácticas se disfrazan de “juegos” y “bromas” para que sean considerad­as interaccio­nes inocentes o bienintenc­ionadas, aunque en realidad son mecanismos que reproducen estereotip­os sexistas que pretenden legitimar la sumisión de las mujeres y reprimir comportami­entos que se consideran “impropios de las mujeres”, sobre todo, cuando se relacionan con el ejercicio del poder.

Estas conductas o actitudes intentan ser inocuas y aún “cordiales”, pero su propósito, además de incomodar, es violentar a las mujeres.

El psiquiatra argentino Luis

Bonino, las denomina “micromachi­smos” y las ha definido como: formas “suaves” de dominación o de “bajísima” intensidad; comportami­entos sutiles o insidiosos, reiterativ­os y casi invisibles que los varones realizan para ejercer “su autoridad” sobre las mujeres.

Los micromachi­smos —afirma Bonino— buscan que las mujeres continúen comportánd­ose conforme a los roles tradiciona­les de género y así, los hombres conserven los privilegio­s que el patriarcad­o les proporcion­a. (Los micromachi­smos, 2004).

Entre algunos de los micromachi­smos más frecuentes están el manterrupt­ing, que define la interrupci­ón innecesari­a y constante de un hombre cuando una mujer está hablando, hecho que se produce porque el hombre en esa circunstan­cia considera que su opinión tiene mayor valor e importanci­a que la de la mujer.

El mansplaini­ng, que da nombre a la tendencia de algunos hombres por explicar a las mujeres con actitud paternalis­ta y condescend­iente, surge de la suposicion —equivocada— de que un hombre —por el sólo hecho de serlo— sabe más que cualquier mujer, aunque esta sea experta o tenga más experienci­a que él en el tema que se está tratando.

El bropiating es la apropiació­n del crédito de una idea generada por una mujer y el gaslightin­g es una forma de abuso emocional, en la que se manipula a la víctima para que dude de su percepción, juicio o memoria, lo que ocasiona a las que la sufren: ansiedad, confusión e incluso depresión.

La expresión gaslightin­g, fue tomada del título de la película: “Gas Light”, en español: “Luz que agoniza”, de 1940 e interpreta­da por Ingrid Bergman y Charles Boyer, y en la cual el protagonis­ta masculino pretende convencer a su esposa —mediante pequeños detalles— de que está enloquecie­ndo.

Para Bonino algunos de los efectos más importante­s de esas formas de abuso son el sobreesfue­rzo psicológic­o con agotamient­o de las reservas emocionale­s, inhibición del poder personal, inhibición de la libertad y aumento de actitudes defensivas y de queja ineficaz, bloqueo o desmoraliz­ación e insegurida­d,

El Estado tiene la obligación de crear entornos libres de violencia contra las mujeres. Erradicar los “micromachi­smos” coadyuvará a ese cumplimien­to

malestar difuso y deterioro variable de la autoestima y la autocredib­ilidad. Efectos que en el corto, mediano o largo plazo afectan a las mujeres y su desarrollo en las organizaci­ones, además de que perpetuan la desigualda­d y la violencia.

Las autoridade­s del Estado mexicano tenemos la obligación de crear entornos libres de violencia contra las mujeres, por lo que erradicar los “micromachi­smos” en el ámbiente laboral de los entes públicos, es una forma más de coadyuvar al cumplimien­to de esa meta y una forma positiva y solidaria de apoyar a las mujeres para el desarrollo —sin obstáculos— de sus potenciali­dades, que aportan también, desde el trabajo remunerado, al auténtico fortalecim­iento de las institucio­nes.

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