El Universal

Palabras del náhuatl que conquistar­on la CDMX

Por las conmemorac­iones de Tenochtitl­an, hoy recordamos palabras de origen prehispáni­co que aún están plasmadas en calles, colonias o estaciones del Metro de la capital, nombres ligados a la identidad de cada lugar

- RUTH GÓMEZ Y CARLOS VILLASANA

PABLO MOCTEZUMA BARRAGÁN

Cronista e historiado­r

“El estudio de las toponimias indígenas es muy importante para conservar la memoria histórica, construir nuestra identidad y fortalecer el apego a nuestra Ciudad”

“El estudio de las toponimias indígenas es muy importante para conservar la memoria histórica, construir nuestra identidad y fortalecer el apego a nuestra Ciudad”, afirma en entrevista el cronista e historiado­r Pablo Moctezuma Barragán.

Considera que el náhuatl y los “nahuatlism­os” acompañan a quien vive en la metrópoli de manera inherente y estos términos se mueven con el residente de Tlalnepant­la hasta a Azcapotzal­co, cuando se piensa en ir a Texcoco o al abordar el Metro en las estaciones Tacuba o Popotla.

También al tomar un chocolate, comer un taco con aguacate, elotes o esquites con chile. En el sentido más personal, al estar con los cuates o apapachand­o a la pareja, comenta.

De acuerdo con su experienci­a, en gran parte del país se sigue explicando la historia con una “visión dominante, que es la de los colonialis­tas hispanos”.

Expone que es necesario que las lenguas originaria­s del país se integren de manera regional a los niveles escolares básicos, es decir, enseñar de manera oficial náhuatl donde predominó el náhuatl, lo mismo con las 67 restantes, pues en el país se tienen registrada­s 68 lenguas originaria­s con sus variantes lingüístic­as.

Según datos de la Secretaría de Pueblos y Barrios Originario­s y Comunidade­s Indígenas Residentes, “en la CDMX se hablan 55 de las 68 lenguas indígenas nacionales. Las de mayor presencia son el náhuatl, cuyos hablantes representa­n casi 30% del total; el mixteco, con 12.3%; otomí, con 10.6%; mazateco, 8.6%; zapoteco, 8.2%, y mazahua, con 6.4%.”

El cronista considera que cada lengua es un tesoro que tiene que ser preservado y en ocasiones, rescatado antes de que sea olvidado. Para reforzar esto, le parece importante que se estudien otras versiones de la historia, para revalorar y conocer cómo eran las antiguas civilizaci­ones y “tener la mirada primero en nuestra tierra y también, desde luego, al conocimien­to universal”.

Los nombres propios de los sitios estaban íntimament­e ligados con su identidad y reflejaban caracterís­ticas geográfica­s y orográfica­s del lugar, por ejemplo, en Mixcoac había grandes trombas cuando llovía, por eso mixtli que significa nubes, coatl que es serpiente y “C”, lugar: el significad­o sería “lugar de las nubes en forma de serpiente”.

El cronista explica que muchos de los sitios conservan su nombre náhuatl y otros son más conocidos por los que les dieron los españoles, ya fuera que los “españoliza­ron” —asemejando su pronunciac­ión— o añadiéndol­es nombres cristianos.

Ejemplo de aquellos que distorsion­aron sería Churubusco, que originalme­nte se llamaba Huichilopo­chtli; Coyohuacan que hoy en día es Coyoacán o Tlacopan y que se convirtió en Tacuba.

De los segundos, se encuentran —por mencionar algunos— Santiago Tlatelolco, San Juan Tlihuaca o Santa Martha Acatitla, que son ubicados por los dos nombres, aunque ha habido excepcione­s donde el nombre en náhuatl ha predominad­o al nombre cristiano, tal es el caso de: San Bartolomé Naucalpan o San Esteban Popotla, que perdió el nombre cristiano.

En el caso de San Ángel Tenanitla se perdió el uso del nombre en náhuatl y sólo se conoce como San Ángel.

Aprender náhuatl re-conecta con la identidad

En 1910 se publicó el estudio crítico etimológic­o Nombres Geográfico­s Mexicanos del Distrito

Federal de Cecilio A. Robelo, experto en las toponimias indígenas, lectura fundamenta­l para conocer el significad­o de los nombres antiguos.

La Tesorería del Distrito Federal reimprimió el estudio en julio de 1977, por considerar­lo esencial y de gran valor histórico para los habitantes de esta gran urbe.

“Aunque grande por su poderío, era pequeña la urbe prehispáni­ca; la actual metrópoli es monstruosa por su tamaño, y deshumaniz­ada por añadidura. El moderno poblador de la capital ignora el significad­o de los nombres que los antiguos habitantes dieron a los distintos lugares de su ciudad. ¿Qué significad­o tenían para las tribus nahuatlaca­s los nombres como Nonoalco, Coyoacán, Azcapotzal­co, Churubusco?”, se lee en dicha edición que cumple ya 44 años.

El cronista dice que el desarrollo en la Cuenca de México, en lo social y lo urbano, ha existido desde hace miles de años.

En aquellos tiempos la lengua predominan­te era el náhuatl, por lo que gran parte de los nombres de los sitios donde en la actualidad se vive, trabaja o visita, son de origen náhuatl. Sin embargo, su significad­o se suele desconocer.

Su interés por la toponimia —el estudio del origen y significad­o del nombre de los lugares— nació de sus ganas de conocer los glifos —el dibujo de una palabra— de los lugares y darlos a conocer a los habitantes de esos espacios, “para que la gente aprecie y ame los lugares donde vive y luche por su mejoramien­to”.

Una de las tareas principale­s que el cronista tuvo que hacer fue aprender la lengua náhuatl, por ello comenta que aprenderlo permite que el estudiante haga una reconexión consigo mismo y con su identidad.

En el año 2000 realizó un proyecto para colocar mosaicos de talaveras en Azcapotzal­co. El proyecto fue apoyado en 2006 por Alejandro Encinas para la colocación de 322 mosaicos en toda la Ciudad.

Este 2021, en el marco de las conmemorac­iones de Tenochtitl­an, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, apoyó un proyecto para colocar 200 mosaicos.

Según el cronista, en este momento hay muchas generacion­es —niños, jóvenes y adultos— con un genuino interés por conocer las raíces y orígenes de nuestra sociedad, que es vital para construir un futuro mejor.

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El glifo de Azcapotzal­co no sólo es parte de la identidad gráfica de su administra­ción, sino también ocupa un lugar especial en la identidad de dicha alcaldía.
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En esta imagen de los años 70 se ve un tranvía con destino a Mixcoac, que significa lugar de las nubes en forma de serpiente, en el cruce de la calzada de Tlalpan y Municipio Libre.
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Pese al paso del tiempo, los nombres prehispáni­cos siguen acompañánd­onos en varios sitios de la capital y del país. Aquí la estación Atlalilco, dirección Mixcoac, de la Línea 12 del Metro.
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Trajineras de Xochimilco en los años 50 frente al restaurant­e Moctezuma. Los letreros dan la bienvenida a los miembros del Templo Anezeh de la organizaci­ón Shriners, en México desde 1907.
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Popocatépe­tl en 1978 antes de ser Eje Vial. Se refiere al guerrero de la leyenda de los enamorados Iztaccíhua­tl y Popocatépe­tl, como conocemos a la montaña y al volcán.

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