Palabras del náhuatl que conquistaron la CDMX
Por las conmemoraciones de Tenochtitlan, hoy recordamos palabras de origen prehispánico que aún están plasmadas en calles, colonias o estaciones del Metro de la capital, nombres ligados a la identidad de cada lugar
PABLO MOCTEZUMA BARRAGÁN
Cronista e historiador
“El estudio de las toponimias indígenas es muy importante para conservar la memoria histórica, construir nuestra identidad y fortalecer el apego a nuestra Ciudad”
“El estudio de las toponimias indígenas es muy importante para conservar la memoria histórica, construir nuestra identidad y fortalecer el apego a nuestra Ciudad”, afirma en entrevista el cronista e historiador Pablo Moctezuma Barragán.
Considera que el náhuatl y los “nahuatlismos” acompañan a quien vive en la metrópoli de manera inherente y estos términos se mueven con el residente de Tlalnepantla hasta a Azcapotzalco, cuando se piensa en ir a Texcoco o al abordar el Metro en las estaciones Tacuba o Popotla.
También al tomar un chocolate, comer un taco con aguacate, elotes o esquites con chile. En el sentido más personal, al estar con los cuates o apapachando a la pareja, comenta.
De acuerdo con su experiencia, en gran parte del país se sigue explicando la historia con una “visión dominante, que es la de los colonialistas hispanos”.
Expone que es necesario que las lenguas originarias del país se integren de manera regional a los niveles escolares básicos, es decir, enseñar de manera oficial náhuatl donde predominó el náhuatl, lo mismo con las 67 restantes, pues en el país se tienen registradas 68 lenguas originarias con sus variantes lingüísticas.
Según datos de la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes, “en la CDMX se hablan 55 de las 68 lenguas indígenas nacionales. Las de mayor presencia son el náhuatl, cuyos hablantes representan casi 30% del total; el mixteco, con 12.3%; otomí, con 10.6%; mazateco, 8.6%; zapoteco, 8.2%, y mazahua, con 6.4%.”
El cronista considera que cada lengua es un tesoro que tiene que ser preservado y en ocasiones, rescatado antes de que sea olvidado. Para reforzar esto, le parece importante que se estudien otras versiones de la historia, para revalorar y conocer cómo eran las antiguas civilizaciones y “tener la mirada primero en nuestra tierra y también, desde luego, al conocimiento universal”.
Los nombres propios de los sitios estaban íntimamente ligados con su identidad y reflejaban características geográficas y orográficas del lugar, por ejemplo, en Mixcoac había grandes trombas cuando llovía, por eso mixtli que significa nubes, coatl que es serpiente y “C”, lugar: el significado sería “lugar de las nubes en forma de serpiente”.
El cronista explica que muchos de los sitios conservan su nombre náhuatl y otros son más conocidos por los que les dieron los españoles, ya fuera que los “españolizaron” —asemejando su pronunciación— o añadiéndoles nombres cristianos.
Ejemplo de aquellos que distorsionaron sería Churubusco, que originalmente se llamaba Huichilopochtli; Coyohuacan que hoy en día es Coyoacán o Tlacopan y que se convirtió en Tacuba.
De los segundos, se encuentran —por mencionar algunos— Santiago Tlatelolco, San Juan Tlihuaca o Santa Martha Acatitla, que son ubicados por los dos nombres, aunque ha habido excepciones donde el nombre en náhuatl ha predominado al nombre cristiano, tal es el caso de: San Bartolomé Naucalpan o San Esteban Popotla, que perdió el nombre cristiano.
En el caso de San Ángel Tenanitla se perdió el uso del nombre en náhuatl y sólo se conoce como San Ángel.
Aprender náhuatl re-conecta con la identidad
En 1910 se publicó el estudio crítico etimológico Nombres Geográficos Mexicanos del Distrito
Federal de Cecilio A. Robelo, experto en las toponimias indígenas, lectura fundamental para conocer el significado de los nombres antiguos.
La Tesorería del Distrito Federal reimprimió el estudio en julio de 1977, por considerarlo esencial y de gran valor histórico para los habitantes de esta gran urbe.
“Aunque grande por su poderío, era pequeña la urbe prehispánica; la actual metrópoli es monstruosa por su tamaño, y deshumanizada por añadidura. El moderno poblador de la capital ignora el significado de los nombres que los antiguos habitantes dieron a los distintos lugares de su ciudad. ¿Qué significado tenían para las tribus nahuatlacas los nombres como Nonoalco, Coyoacán, Azcapotzalco, Churubusco?”, se lee en dicha edición que cumple ya 44 años.
El cronista dice que el desarrollo en la Cuenca de México, en lo social y lo urbano, ha existido desde hace miles de años.
En aquellos tiempos la lengua predominante era el náhuatl, por lo que gran parte de los nombres de los sitios donde en la actualidad se vive, trabaja o visita, son de origen náhuatl. Sin embargo, su significado se suele desconocer.
Su interés por la toponimia —el estudio del origen y significado del nombre de los lugares— nació de sus ganas de conocer los glifos —el dibujo de una palabra— de los lugares y darlos a conocer a los habitantes de esos espacios, “para que la gente aprecie y ame los lugares donde vive y luche por su mejoramiento”.
Una de las tareas principales que el cronista tuvo que hacer fue aprender la lengua náhuatl, por ello comenta que aprenderlo permite que el estudiante haga una reconexión consigo mismo y con su identidad.
En el año 2000 realizó un proyecto para colocar mosaicos de talaveras en Azcapotzalco. El proyecto fue apoyado en 2006 por Alejandro Encinas para la colocación de 322 mosaicos en toda la Ciudad.
Este 2021, en el marco de las conmemoraciones de Tenochtitlan, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, apoyó un proyecto para colocar 200 mosaicos.
Según el cronista, en este momento hay muchas generaciones —niños, jóvenes y adultos— con un genuino interés por conocer las raíces y orígenes de nuestra sociedad, que es vital para construir un futuro mejor.