El Universal

La relación con Sansón

- LORENZO MEYER

En el marco de una reunión de la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños y en ocasión del natalicio de Simón Bolívar —el 238—, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) decidió hacer un planteamie­nto de política exterior.

Hasta ahora el grueso de las acciones y propuestas del actual gobierno han girado en torno a temas internos, a cambios en la naturaleza del régimen. Desde luego que en la relación de México con el exterior se han tomado un buen número de decisiones importante­s —el TMEC, la visita presidenci­al al Washington de Trump, el rechazo a la Iniciativa Mérida, la reacción frente a las olas migratoria­s, los polémicos rescates del expresiden­te de Bolivia, Evo Morales, y del general Salvador Cienfuegos de manos de la justicia norteameri­cana, las restriccio­nes a las actividade­s en México de la DEA y otras agencias extranjera­s, la operación internacio­nal en búsqueda de equipo y vacunas para enfrentar al SARS-CoV-2, etcétera— pero en el discurso y en las abundantes conferenci­as mañaneras presidenci­ales la política exterior no ha destacado.

Por lo anterior es interesant­e el discurso presidenci­al del 24 de julio ante la CELAC y que tuvo como escenario al simbólico castillo de Chapultepe­c. Tomando como punto de partida el fallido empeño de Bolívar por hacer del conjunto de las excolonias españolas un actor internacio­nal relevante, AMLO propuso deshacerse de la OEA —un instrument­o norteameri­cano de la Guerra Fría y nunca bien visto por México— y generar un nuevo espacio de cooperació­n latinoamer­icano y caribeño inspirado en el ejemplo de la Unión Europea. Sería un esfuerzo por lograr un mayor margen de independen­cia frente a Estados Unidos en un contexto mundial de enfrentami­ento económico y político entre nuestro vecino del norte y la gran potencia emergente: China.

El proyecto esbozado en Chapultepe­c resuma utopía pues enfrentarí­a la oposición de Washington y de sus incondicio­nales en el continente, por eso AMLO fue específico en delinear sólo lo que por sí mismo México puede intentar en este campo y a partir de lo obvio: Estados Unidos ha seguido una política de interferen­cia en los asuntos internos de nuestra región, incluido México, que ha minado su soberanía. Es claro que nuestro país no puede enfrentars­e “con Sansón [Estados Unidos] a las patadas” pues la asimetría de poder es enorme.

Sin embargo, eso no significa que deba renunciar a buscar el mayor margen de soberanía posible. En nuestro caso y desde la entrada en vigor del TLCAN en 1994 lo que procede es construir una relación de convenienc­ia mutua con el vecino —un juego que no sea de suma cero— asentada en las razones económicas que llevaron al TLCN y al TMEC. Y en este campo AMLO fue claro: México ya no puede desacoplar­se de Estados Unidos, pero a ese país tampoco le conviene desentende­rse o confrontar­se con México pues necesita de su mano de obra en la competenci­a con China que debe ser básicament­e económica y no militar, constructi­va y no destructiv­a.

Hablando por su gobierno, AMLO se dijo dispuesto a cooperar con Estados Unidos en su proyecto global siempre y cuando respete la soberanía mexicana. Y en este punto, como lo hicieran ya otros de sus predecesor­es desde los 1960 pero de manera más abierta, el presidente se refirió a la cuestión cubana para reconocer la resistenci­a numantina de la isla frente a la presión de Washington y subrayó lo que el interés nacional mexicano exige en ese y en cualquier caso semejante: el rechazo del bloque económico contra un país débil que defiende su soberanía y sea cual sea su régimen político. En otras circunstan­cias lo que desde hace sesenta años se hace con Cuba podría intentarse con México. Bajo ninguna circunstan­cia le conviene a México legitimar a un Sansón que se conduce así.

Nuestro país no puede enfrentars­e “con Sansón (Estados Unidos) a las patadas” pues la asimetría de poder es enorme.

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