Nueva Galicia...
sible, cruel”, y “dícese de él que ochocientos pueblos destruyó”?
Sale de México en diciembre de 1529, con una hueste de unos 300 españoles, y entre 10 y 20 mil mexicas y tlaxcaltecas a los cuales se añaden poco después unos miles de tarascos. Llevan 12 cañones, sin olvidar unas 3 mil cabezas de ganado: cuando éstas se acabaron, en Culiacán (septiembre de 1530), empezó la hambruna en el ejército. Antes de cruzar el río Lerma-Santiago, comete dos actos de gran importancia y simbolismo: hace ejecutar al rey de Michoacán, el Caltzontzi, porque le niega hombres, mujeres y tesoros. Éste se había presentado a él en paz y obediencia: “dio sentencia contra él para que lo quemasen vivo, y que así lo sacaron y lo plantaron a un palo”. En el momento del cruzar el río, en febrero de 1530, ordena la erección de tres cruces. Es hombre de su tiempo, impulsivo y despiadado, pero también profundamente religioso. Su veneración por la Cruz y su devoción a la Virgen son una constante en él.
Para tal conquista, Nuño siguió el mismo patrón que Cortés y demás conquistadores, informando con sus cartas al soberano, siempre con su sello personal, quejoso: “no suplico por honra, más suplico no sea deshonrado”, escribe a Carlos V en 1531. Además, por lo menos 10 informes de actores están a nuestra disposición.
Uno de los relatos más valiosos, por su cercanía con el caudillo, es el de su intérprete García del Pilar: entonces se decía su “lengua” o nahuatlato. Su personalidad también merece atención, entre las muchas que a la vez eran víctimas y aprovechadas del río revuelto que corría en el averno de las conquistas. Al igual que Nuño Beltrán, García del Pilar fue otro paria de la historia, estigmatizado como su jefe por Zumárraga, para quien fue el instrumento dócil de los vicios del muy magnífico señor. Decía el obispo, jugando con las palabras, “aquella lengua había de ser sacada y cortada”, o “este Pilar lo es del infierno”. Era un hombre joven fácilmente influenciable, todavía capaz de expresar cierta humanidad. Es nuestro mejor intérprete (también) de esa realidad. Sigamos unos de sus testimonios.
La conducta de Nuño destiñe sobre sus tenientes, en particular un Gonzalo López, quien según García del Pilar acostumbraba atrapar a los indios en corrales, como animales, “los hombres con unas prisiones al pescuezo, e las mujeres atadas de diez en diez con sogas; e andando así corriendo la tierra e asolándola”. Cuando López y Pilar entran en el pueblo de Xalisco, donde son recibidos de paz por 2 mil hombres, la tragedia se amplifica, los que no huyeron son apresados y empieza un largo caminar de 12 días: “y con las cargas que allí habían llevado se les habían hecho tan grandes mataduras en los lomos a los indios, que eran mayores que a palmo. Y ansi, yendo nosotros por nuestro camino iban cuatro de caballo quitando de los árboles los que de desesperación se habían ahorcado, que serían más de quinientos a mi ver, porque no los viesen los que llevábamos con nosotros.”
En su primer enfrentamiento, habiendo cruzado el río Santiago en Cuitzeo (al norte del lago de Chapala), el conquistador sale airoso de la prueba, los caballos, la artillería le aseguran la victoria. Los indios lucharon con gran determinación, uno en particular: “peleó un hombre en hábito de mujer, tan bien y tan animosamente, que fue el postrero que se tomó, de que todos estaban admirados”, según el propio Guzmán. Sin embargo, lo hizo quemar por considerarlo como una desviación sexual.
Siguen tres grandes batallas: Tonalá, Atecomatlan y Culiacán. Salvo en Tonalá, el terreno es similar al de Cuitzeo, entre ríos, lagunas, vados e islas fluviales. La batalla de Atecomatlán (norte de Nayarit), la más peleada y decisiva, tuvo lugar el domingo del Espíritu Santo de 1530. Esta vez la estrategia estaba del lado del cacique Océlotl: los naturales dejan que los españoles crucen el río. Ellos están escondidos en los bosques (arcabuco) y apoyados en dos cerros. En una segunda fase los envuelven. Pero otra vez los cañones fueron decisivos, y las tropas de Océlotl tuvieron que replegarse, a lo que siguió una masacre.
Si Guzmán fue mejorando su estrategia en Culiacán (septiembre de 1530), los indios también adquirían experiencia: lucharon en el bosque donde el manejo de los caballos era menos determinante. Fue la última verdadera batalla de la expedición, pero durante años todavía la inseguridad dominó en toda la región: resultó ser una conquista sin acabar, hasta más allá del siglo XVI. Nuño Beltrán, todavía en 1535, seguía apaciguando levantamientos. Pero ya su destino estaba sellado: en 1537 fue apresado en México, llevado a España, y murió en 1558 en la ciudad de Valladolid, en un total aislamiento.
Sin embargo, la dominación española fue avanzando. Guzmán ribeteó su territorio con algunos asentamientos españoles: Culiacán, Chiametla, Compostela, Guadalajara (entonces en Nochistlán) y Purificación. Ya la Nueva Galicia, desangrada, iba cambiando de rostro. En 1533, el cabildo de Compostela, su capital, escribía al rey: “y ahora estamos poblados y heredados como en nuestra natural tierra, muriendo por apaciguarla, por plantar árboles, viñas, sembrar trigo, hacer molinos, descubriendo minas de oro y plata”. Si lo de Guzmán fue una pesadilla sangrienta, llegó para quedarse.
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