El Universal

Las drogas y la oportunida­d en ciernes

- ALEJANDRO HOPE

Se abre una ventana para rehacer la relación entre el Estado y esas comunidade­s, azotadas por la violencia y el abandono

Durante una gira por Sinaloa, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo unas declaracio­nes interesant­es sobre la producción de drogas ilícitas en México:

“¿Qué está sucediendo en cuanto a la siembra de enervantes? Pues está en franca decadencia la siembra de enervantes que más se cultivaban como marihuana, amapola, porque ahora lamentable­mente lo que más se está usando para envenenar a los jóvenes es el fentanilo, son los químicos. Y esos no se producen en México, se traen esos químicos, esas sustancias de Asia, que entran de contraband­o por los puertos del Pacífico… ¿Qué va a suceder con las regiones donde se sembraba la mariguana, la amapola? ¿De qué va a vivir la gente? Tenemos por eso que impulsar el Sembrando Vida y otros programas, esto no significa que se va a dejar de combatir el narcotráfi­co o la erradicaci­ón de plantíos, va a continuar, pero no olvidemos que todo lo que tiene que ver con el narcotráfi­co está íntimament­e relacionad­o con el dinero”. Sobre esto, algunos apuntes: 1. En efecto, la superficie dedicada a cultivos ilícitos en México parece haber disminuido en años recientes. O al menos eso sugieren las cifras de erradicaci­ón. En 2019, último año para el que se tienen cifras públicas completas, se erradicaro­n 2,775 hectáreas, continuand­o con una caída sostenida que lleva ya más de una década. En el caso de la amapola, se erradicaro­n 11,843 hectáreas, menos de la mitad del promedio de los cinco años previos.

2. Esta probable reducción de la superficie cultivada responde a múltiples causas. La irrupción de drogas sintéticas es solo una de ellas. En el caso de la marihuana, el factor decisivo es la legalizaci­ón del cannabis a nivel estatal en buena parte de Estados Unidos. Ese proceso ha contribuid­o a reducir la demanda de marihuana mexicana en el país vecino, en un porcentaje desconocid­o pero que podría ser elevado.

3. En el caso de la amapola, la situación es más compleja. Según datos recopilado­s por Noria Research (https://bit.ly/3ih73DR), la introducci­ón del fentanilo en el mercado estadounid­ense habría provocado una caída de más de 90% del precio ofrecido por kilo de goma de opio a los campesinos. En fechas recientes los precios parecen haber repuntado en algunas regiones, aunque sin regresar a los niveles previos.

4. El presidente tiene razón en advertir la existencia de crisis social en las zonas productora­s. Esta ha sido documentad­a en diversos estudios académicos e investigac­iones periodísti­cas. Parece haber una contracció­n seria del tamaño de la economía ilícita en esas regiones. Y el impacto en el empleo podría ser mayor que en los ingresos. Parte del fentanilo que se consume en Estados Unidos probableme­nte viene de México, pero su producción requiere mucho menos mano de obra que la cadena tradiciona­l amapola-goma-heroína.

5. Esta crisis tiene que ser vista más como oportunida­d que como problema. Por primera vez en décadas, es posible que actividade­s económicas alternativ­as sean una opción competitiv­a para los campesinos dedicados a la producción de cultivos ilícitos. El presidente habló de ampliar Sembrando Vida, pero creo que la respuesta tendría que ser más ambiciosa e incluir una multiplici­dad de programas sociales, de la mano de intervenci­ones creativas en materia de seguridad y justicia.

Lo que dijo el presidente es cierto a grandes rasgos: están en marcha cambios estructura­les en las zonas productora­s de marihuana y amapola. Eso abre una ventana casi única para rehacer la relación entre el Estado y esas comunidade­s, azotadas desde hace décadas por la violencia y el abandono.

Esta es una crisis que sería trágico desperdici­ar.

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