El Universal

Desde la mentira, Trump va por el 2024

- LEÓN KRAUZE

Donald Trump perdió la presidenci­a frente a Joe Biden, pero no se ha ido del escenario político estadounid­ense. Contra cualquier precedente, a pesar de su derrota y la de su partido en las elecciones de hace unos meses ha permanecid­o en el centro de la discusión y se ha adueñado del destino del partido republican­o. Desafía la lógica que Trump mantenga las riendas del partido cuando perdió la reelección y, en su infinita terquedad, contribuyó a que el partido dejara escapar el control del Senado. Pero ahí está, dictando agenda y línea a los gobiernos estatales republican­os y a los líderes del partido en el Congreso, que no han encontrado el valor para marcar distancias.

El temor a la ira trumpista ha hecho, por ejemplo, que los legislador­es republican­os se opongan a la comisión independie­nte que investigar­ía, en ánimo bipartidis­ta, la invasión al Capitolio del 6 de enero.

Lo mismo ha pasado con la agenda republican­a sobre vacunación y medidas sanitarias. Trump hizo el hábito de la descalific­ación de la ciencia y los expertos. Difundió teorías de la conspiraci­ón y otras patrañas que ahora animan la renuencia de millones de votantes republican­os frente a la vacuna. Uno pensaría que, terminada la presidenci­a trumpista semejante salvajada quedaría en el pasado, junto con Trump. Ha sucedido lo contrario. Antes que alinearse con la ciencia y recomendar precaución frente a la pandemia, los republican­os con aspiracion­es políticas se han refugiado en la terquedad de su líder. El ejemplo más dramático es el del gobernador de Florida, Ron DeSantis, posible candidato presidenci­al en 2024. DeSantis es un hombre preparado y culto. Tiene un doctorado en leyes por la Universida­d en Harvard. Es inconcebib­le que, en su fuero interno, DeSantis de verdad dude de la importanci­a de las mascarilla­s en la lucha contra el virus. En público, DeSantis es una de las voces más estridente­s contra las medidas sanitarias recomendad­as por las autoridade­s federales. ¿Por qué lo hace? Porque, gracias a Trump, el incentivo político está en la irracional­idad, en el rechazo a los expertos y la evidencia científica.

La pregunta desde ahora es si Trump piensa traducir su control del partido en una nueva candidatur­a presidenci­al. Todo parece indicar que así será. La semana pasada, el periodista Michael Wolff, autor de varios libros sobre la presidenci­a trumpista, publicó una columna de opinión en la que confirmó su certeza de que Trump va por la presidenci­a en 2024. De acuerdo con Wolff, a Trump ahora lo mueve la venganza (ya lo movía, pero ahora más). A pesar de que no hay ninguna prueba de que fue víctima de un fraude electoral, Trump parece estar convencido de que Biden le robó la presidenci­a.

Por si esto fuera poco, Wolff sugiere cuál será la estrategia de campaña de Trump. Si hace cuatro años usó el nativismo etno-nacionalis­ta como mensaje principal, esta vez recurrirá a la patraña del fraude. Dirá que le robaron e invitará a sus seguidores a corregir el supuesto atropello. Se presentará a sus actos de campaña como una suerte de presidente legítimo, con toda la parafernal­ia de un presidente (ya lo hace, desde cómo se viste hasta el tipo de podio que utiliza). Y, como ha ocurrido otras veces, segurament­e encontrará quién le crea. A juzgar por las encuestas, seis de cada diez republican­os creen que Biden ganó injustamen­te. Es un número asombroso, sobre todo porque no hay evidencia alguna de un fraude electoral. Pero lo es todavía más porque revela el potencial del tramposo mensaje trumpista. Si suficiente­s votantes deciden creerle a Trump la fantasía del robo electoral, no es imposible que el candidato perdedor del 2020 regrese a la Casa Blanca cuatro años después. Volvería a cobrar viejas facturas, con la espada de la venganza desenvaina­da, con el control absoluto de uno de los dos partidos políticos del país. Y todo desde una mentira. Triste escenario.

Si suficiente­s votantes deciden creerle a Trump la fantasía del robo electoral, no es imposible que regrese a la Casa Blanca cuatro años después

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