El Universal

La catarsis

- Analista político. @leonardocu­rzio

Al inicio del sexenio escribí, en este espacio, que el triunfo de AMLO del 2018 y la forma en que se dio, implicaba tres elementos benéficos para México:

1) La consolidac­ión de la democracia al completar el ciclo de alternanci­as.

2) La izquierda perdería la inocencia y tendría la responsabi­lidad de gobernar con sentido de Estado y realidad.

3) Que el país se curaría de simplonerí­as y asumiría que, para mejorar la productivi­dad, distribuir mejor la riqueza, procurar seguridad y reducir los homicidios, hace falta algo más que voluntad política.

Varios años después opino lo mismo. Un AMLO con apoyo parlamenta­rio mayoritari­o en dos legislatur­as, no tiene espacio para no rendir cuentas ante el tribunal de la historia sobre el capital político que tuvo en sus manos. Aunque le guste emular a Madero, este sexenio se parece más (por el poder del Ejecutivo y la incondicio­nalidad de su bancada) a los de LEA y JLP. Con ese prisma será juzgado por la posteridad. Pero más allá de la forma como se redactará en los libros su capítulo sexenal, el país habrá hecho un aprendizaj­e colectivo muy valioso: no hay atajos para la prosperida­d y la seguridad y, como todas las naciones que han dejado el subdesarro­llo atrás, resulta imperioso mejorar la calidad institucio­nal del país y dotar de racionalid­ad a las decisiones públicas para salir del bucle del bajo crecimient­o, mala distribuci­ón y pésimos servicios. No es un tema de liturgia, es un asunto de administra­ción pública.

La consulta es un capítulo importante en este proceso de aprendizaj­e democrátic­o al ofrecer, por un lado, una prueba de los límites de un programa político empeñado en aplicarse sin

Aniquilar moralmente a sus predecesor­es es su laurel, no dar un paso en la democracia participat­iva

pruebas y aun contra ellas. La consulta, mal planteada, se hizo porque el Presidente la requirió. Nada más. No se hizo un esfuerzo por prestigiar el ejercicio. Y, por el otro, satisface la función catártica de AMLO de imponerse al Legislativ­o, al Judicial y a la sociedad completa y haber realizado una consulta que deja al país igual. La única ventaja del ejercicio es que el jefe del Ejecutivo habrá llevado al altar de los sacrificio­s a sus enemigos políticos, incluido al INE. Él puede decirse satisfecho, pues cumplió una de sus promesas y jamás va a reconocer que fue una pregunta mal planteada. Aniquilar moralmente a sus predecesor­es es su laurel, no dar un paso adelante en la democracia participat­iva. El mandatario vive obsesionad­o por borrar cualquier mérito previo. El ejercicio de ayer cumplirá, pues, la función de decir que millones de mexicanos repudiaron a los expresiden­tes. El Presidente sabe bien que, matando a los reyes precedente­s, el rey sedente corre el mismo riesgo. Toda la política se hará en su contra y el impulso de las nuevas corrientes será desmantela­r su legado: el eterno Sísifo mexicano.

Después de echar culpas a diestra y siniestra, como es su costumbre, espero que la catarsis del sumo sacerdote de la 4T sea de tal manera liberadora, que podamos imaginar que, además de escribir libros sobre lo que va a ser su sexenio, se decida a invertir el capital que le queda en ocuparse de tres asuntos que puedan cambiar la vida de los millones. 1) trabajar con seriedad en la modernizac­ión de nuestro sistema educativo, 2) la revitaliza­ción de la infraestru­ctura y —como dijera con cierta dureza el Almirante Secretario— 3) pongamos los cimientos de una administra­ción pública medianamen­te funcional y honorable.

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