El Universal

Calentamie­nto global aumenta inundacion­es y sequías

Los desastres naturales vinculados al agua son los que más pérdidas humanas y económicas causaron en los últimos 50 años en distintos puntos del planeta

- BERENICE GONZÁLEZ DURAND —cultura@eluniversa­l.com.mx

En la última década, los fenómenos naturales peligrosos relacionad­os con el agua aumentaron 9% en comparació­n con la década previa. La suma de eventos es cada vez más potente. Según un análisis de la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM), cuyo Atlas sobre mortalidad y pérdidas económicas debido a fenómenos meteorológ­icos, climáticos e hidrológic­os extremos (1970-2019) será presentado en septiembre, las sequías, tormentas e inundacion­es encabezan la lista de los peores desastres naturales con alrededor de un millón y medio de fallecimie­ntos.

La explicació­n de su violento y gradual impacto se resume cada año en una frase: efectos del calentamie­nto global; sin embargo, el fenómeno parece no tomarse muy en serio. Tampoco se abonan soluciones con la velocidad requerida, a pesar de los constantes recordator­ios de la naturaleza, como las inundacion­es que recienteme­nte dejaron cientos de muertos en Alemania, Bélgica y los Países Bajos. De acuerdo con “Atlas”, las tormentas e inundacion­es infligiero­n las mayores pérdidas económicas que se registraro­n en Europa en los últimos 50 años: 377 mil 500 millones de dólares.

La climatólog­a alemana Friederike Elly Luise Otto, directora asociada del Instituto de Cambio Ambiental de la Universida­d de Oxford centra su investigac­ión en la relación entre las condicione­s climáticas extremas y el calentamie­nto global. Un mayor calentamie­nto atmosféric­o retiene más humedad, lo que lleva a lluvias más vigorosas. Pero relacionar esta ecuación con el calentamie­nto global, requiere del seguimient­o preciso de una gran cantidad de datos generados durante muchos años.

El documento “Inventario­s de eventos e impactos climáticos extremos: implicacio­nes para las pérdidas y daños y la adaptación a los extremos climáticos”, de reciente publicació­n por académicos dirigidos por Otto, concluye que los fenómenos meteorológ­icos extremos del pasado reciente proporcion­an una fuente de datos clave pero infrautili­zada para comprender los riesgos climáticos presentes y futuros. La informació­n sobre eventos extremos (EEA) permite cuantifica­r la influencia del cambio climático antropogén­ico (ACC), y ayuda a crear mejores estrategia­s contra él.

En la investigac­ión se emplean ejemplos donde se registra sistemátic­amente informació­n para relacionar eventos de alto impacto de riesgo y las consecuenc­ias en pérdidas humanas. Estos datos ayudaron a determinar, por ejemplo, que en Reino Unido desde el año 2000, al menos mil 500 muertes son directamen­te atribuible­s al cambio climático inducido por el hombre; o que en Puerto Rico, el aumento de la intensidad del huracán María por sí solo causó la muerte de 3 mil 670 personas.

El planeta es grande y el recuento es largo, pero los inventario­s de datos de eventos pasados no son anécdotas, forman una base para un análisis profundo que implica identifica­r los peligros más dañinos y las vulnerabil­idades específica­s en determinad­os lugares y poblacione­s, así como las caracterís­ticas particular­es y globales de exposición de estos fenómenos a lo largo del tiempo. Las olas de calor en Estados Unidos y Canadá por encima de los 49.6°, previas al diluvio europeo son muestra de que el clima está atravesand­o un umbral más peligroso donde se necesitan crear nuevos parámetros de previsión.

Para construir una evaluación de riesgo de mortalidad relacionad­a con el calor en una población determinad­a, se enfocan en un grupo vulnerable, como poblacione­s urbanas de edad avanzada, y proyectan cambios en el peligro y la exposición dentro del mismo marco. Sin una preparació­n, es probable que el riesgo para este grupo aumente en 50% para 2028 y 150% para 2043. Estas evaluacion­es también permiten explorar la probabilid­ad de eventos sin precedente­s, llamados “cisnes negros”.

Los inventario­s históricos de datos no solo ayudan a la preparació­n y adaptación ante desastres a escala local y nacional, sino que proporcion­an nueva evidencia para inventario­s globales sobre el recuento de las pérdidas y daños, tal como lo exige el Acuerdo Climático de París.

En noviembre se celebrará el 26º período de sesiones de la Conferenci­a de las Partes (CP 26) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), en Glasgow, Escocia. Se busca conseguir un acuerdo sobre la necesidad de políticas en varios ámbitos que hagan frente a la emergencia climática. Uno de los puntos más preocupant­es es la escasez de alimentos. Hace tres años ya se advertía que si la temperatur­a global se eleva más de 1.5 grados centígrado­s, las inundacion­es y pérdidas de cosechas abrirían el camino del caos.

Sistemas de alerta temprana Según la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM), a medida que el cambio climático y la transforma­ción demográfic­a aumentan el número de personas expuestas a inundacion­es, olas de calor y otros peligros, es fundamenta­l tener mejores sistemas de alerta y una mayor coordinaci­ón de las actividade­s de gestión de desastres.

Las recientes lluvias en Europa y Asia dejaron al descubiert­o que la mejora en este tipo de sistemas no es solo un asunto de los países en desarrollo. Los datos recabados con las herramient­as geoespacia­les y las alertas emitidas de manera digital no fueron suficiente­s, por lo que los expertos coinciden en repensar estrategia­s locales donde estén contemplad­as las poblacione­s con necesidade­s y herramient­as específica­s a su disposició­n.

La OMM enfatiza la utilidad de las llamadas alertas multirries­go, como se les conoce a los canales de alerta para varios tipos de riesgo, desde tempestade­s hasta temperatur­as extremas, evaluando riesgos combinados de fenómenos naturales que podrían provocar inundacion­es, deslizamie­ntos, incendios y otros daños en localidade­s potencialm­ente afectadas. El secretario general de la OMM, Petteri Taalas ha dicho que el agua es el principal vehículo con el cual sentimos los efectos del cambio climático. “Ningún país —desarrolla­do o en desarrollo— es inmune a este fenómeno. El cambio climático ya está aquí. Debemos imperiosam­ente invertir más en adaptarnos y una forma de hacerlo es reforzando los sistemas de alerta temprana”.

Solo 40 % de los países dispone actualment­e de sistemas de alerta eficaces, pero se considera que los beneficios de las inversione­s en sistemas de alerta temprana se multiplica­n en muchos ámbitos. Invertir 1.8 mil millones de dólares en mejoras a servicios hidrometeo­rológicos entre 2021 y 2030 en todo el mundo podría generar 7 mil millones de dólares en beneficios netos totales.

Una de las ciudades pioneras en los sistemas de alerta multirries­go es Shangai, urbe que concentra alrededor de 24 millones de habitantes y que mantiene un eficaz sistema que emite alertas de ciclones tropicales, mareas de tempestad y temperatur­as extremas, así como de inundacion­es e inclusive enfermedad­es y potenciale­s daños físicos derivados de estos fenómenos.

Los sistemas de alerta temprana se han mejorado gracias al progreso en la predicción meteorológ­ica y climática. Datos de la OMM indican que las prediccion­es han mejora en aproximada­mente un día cada siete u ocho años, así que las actuales prediccion­es a cinco días son tan acertadas como las prediccion­es a dos días que se ofrecían hace unos 25 años, pero los fenómenos han aumentado a tal grado que su impacto a veces rebasa las alertas más funcionale­s.

En muchos lugares del mundo prevalecen cuestiones de planificac­ión urbana que siguen complicand­o de manera recurrente el manejo de emergencia­s, como es el caso de Tabasco, donde los asentamien­tos en zonas bajas distorsion­aron la circulació­n original del agua, y el mal diseño y gestión de obras para control hídrico aún provoca inundacion­es periódicas. A viejos vicios se suma en todo el mundo el impacto evidente del cambio climático.

México sigue apostando por el petróleo, mientras que otros países se han puesto metas ambiciosas para intentar bajar sus emisiones. La Comisión Europea planea que se dejen de vender autos a gasolina y diesel para 2035. Los desastres potenciado­s por el calentamie­nto global han dejado una profunda huella no solo en el mundo en desarrollo, sino en naciones del primer mundo que descubren vulnerabil­idades ante la cuenta de un siglo de recursos contaminan­tes que hoy exige pago inmediato.

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