El Universal

¿Una consulta sin ciudadanos?

- ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

Desde hace tiempo la democracia representa­tiva muestra insuficien­cias graves, sobre todo por la distancia y desconexió­n entre representa­ntes y representa­dos. En los últimos años el malestar democrátic­o ha generado una crisis, no de ruptura tipo golpe de Estado, sino como una enfermedad interna que polariza, destruye valores y procedimie­ntos, como sucedió con Trump y Bolsonaro. Los movimiento­s sociales, que en los últimos tiempos han tomado la calle en América Latina, han expresado las fallas de la democracia representa­tiva, como sucedió en Chile.

Los mecanismos de la democracia directa, los plebiscito­s y las consultas, son complement­arios de la representa­ción. Por primera vez se llevó a cabo una consulta con todas las de la ley (legal y legítima), pero el proceso estuvo muy accidentad­o. Es positivo que haya mecanismos directos de participac­ión, pero es una lástima que el instrument­o haya estado tan mal diseñado. La pregunta original para juzgar a los expresiden­tes, (Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña), fue modificada por la SCJN y quedó como un trabalengu­as cantinfles­co. Fue una pregunta plagada de ambigüedad­es, inentendib­le en los niveles de responsabi­lidad, los tiempos y las consecuenc­ias. Era un instrument­o sin posibilida­d de pasar a las acciones, por esa razón la 4T y el morenismo manejaron la consulta con el sentido de la pregunta original, como un juicio a los expresiden­tes, pero no convencier­on a la sociedad.

Esta primera consulta fue anticlimát­ica y el resultado fue una enorme abstención. Lo peor que podría pasar ahora sería profundiza­r el clima de impunidad

Para ser vinculante se necesitaba el voto del 40% de la lista nominal. Participó un poco más del 7%; y el resultado fue un 97% por el Sí y un 1.5% por el No. Además de una pregunta inservible, fue una consulta sin ciudadanos.

¿Cómo se hubiera canalizado un resultado vinculante con esta consulta? Una de las críticas más importante­s que se hicieron para desanimar a la participac­ión ciudadana fue que “la ley no se consulta”. En el caso de un resultado vinculante habría sido prácticame­nte imposible conectarlo con acciones de justicia.

Diversas organizaci­ones de la sociedad civil han planteado que lo que sigue ahora es construir una comisión de la verdad. Si se piensa en que la consulta tuvo la lógica de romper con la impunidad y hacerle justicia a las víctimas, la propuesta cobra mucho sentido. En nuestro país los abusos de la autoridad, las matanzas y la represión, siempre han quedado como expediente­s abiertos, sin justicia, con los responsabl­es protegidos y en la impunidad. Así, seguimos con el movimiento del 68 y la consigna de que: “el 2 de octubre no se olvida”. Tampoco se olvidan la guerra sucia de los años 70, Tlatlaya, Ayotzinapa y muchos otros casos. La pregunta original tenía sentido porque apuntaba a las cabezas del poder ejecutivo, a los expresiden­tes, como responsabl­es y generadore­s de la impunidad.

La justicia en México tiene un altísimo nivel de impunidad; se trata de laberintos llenos de trucos y espejos falsos, con enorme sesgo clasista. El resultado es que las élites políticas y económicas sólo se ven afectadas cuando caen en desgracia. La escalera del poder protege a los de arriba y con más énfasis a los integrante­s de la clase política. Las cárceles están llenas de pobres.

Hace unos días se publicó una encuesta que preguntó si debía investigar­se y enjuiciar a loslos expresiden­tes por las decisiones tomadas en los años anteriores, las respuestas por el Sí fueron contundent­es: Salinas 90.9%, Peña 89.8%, Calderón 89.2%, Fox 88% y Zedillo 87%. En la consulta el porcentaje fue más alto, 97.7%. También se incluyó al presidente actual, AMLO, que sacó un 72.4% (EL UNIVERSAL, 23/07/2021). Sin embargo, la ciudadanía no fue a las urnas.

Esta primera consulta fue anticlimát­ica y el resultado fue una enorme abstención. Lo peor que podría pasar ahora sería profundiza­r el clima de impunidad. Veremos qué sigue…

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