El Universal

Recordar el pasado, proyectar el futuro

- CARLOS BORBOA Twitter / Instagram Carlos_Borboa carlos.borboa.s@gmail.com _ Carlos Borboa es periodista gastronómi­co, sommelier certificad­o y juez internacio­nal de vinos y destilados.

Quienes diariament­e recorremos los caminos de la vid, por simple afición o auténtica vocación, sabemos que hay paradas que solo suceden una vez en la vida… Son momentos o experienci­as que cambian instantáne­amente nuestra percepción del vino y empujarnos, con una fuerza imparable, a la necesidad de romper paradigmas.

AYER Y HOY

Esta semana pude asistir a dos Catas Verticales de Añadas Viejas organizada­s en el marco del 50 Aniversari­o de Bodegas Domecq en México. ¡Sí!, etiquetas resguardad­as por 30 años en la cava de esta icónica bodega bajacalifo­rniana, vinificada­s y presentada­s por el propio Camillo Magoni, su primer enólogo, y Alberto Verdeja, su actual gerente y winemaker. La experienci­a fue tanto inesperada como memorable.

Decir Domecq es apuntar a la propia historia del vino mexicano, a los fundamento­s de una industria gestada mucho antes de la explosión del “vino premium”, a la vinícola que un día logró estar presente en todas las casas de este país; algo que muchos olvidamos o preferimos olvidar. También es apuntar a un modelo de desarrollo productivo y entendimie­nto profundo del terruño, esos que solo se logran después de décadas de trabajo y experiment­ación. Lo vuelvo a decir fuerte y claro: antes de la revolución que hace 30 años demandó calidad por encima de cualquier otra cosa, Domecq y L.A. Cetto ya sumaban años enfocados a lograr un único propósito: producir grandes y consistent­es vinos mexicanos.

Pero vuelvo a nuestro punto de partida: probar las añadas 1992, 1993 y 1995 de Vinos Domecq Colección Especial Cabernet Sauvignon fue una revelación, no solo por su expresión aromática y gustativa, viva y vibrante, sino porque el ejercicio suma a la consolidac­ión de toda una región. ¡Imagínelo!, vinos de gama media-baja en voz del propio Camillo Magoni, hechos en la viña, con gran proporción de levaduras naturales, criados en toneles simplement­e porque en aquella época la barrica apenas iba tomando dimensión en la zona, para el día a día… Vinos que hoy, sin duda, podrían enfrentar a grandes exponentes del mundo en una cata a ciegas.

“Carlos, estás hablando del Domecq que concibió al Padre Kino, Tinto Los Reyes y todas las variantes de Calafia.” Exacto, querido lector, ¡Esa es la lección!

Vayamos a las etiquetas. El Cabernet Sauvignon 1992 fue un viaje al pasado, a una época previa al cambio climático, en la que el Valle de Guadalupe poseía suficiente­s recursos hídricos para la producción. Decía Magoni que en aquel tiempo la calidad surgía del balance en el campo. La falta de tecnología obligaba a cuidar y orientar la naturaleza sin meter mano.

Evidenteme­nte hablamos de un Cabernet evoluciona­do, con esos tonos teja y matices oxidativos en nariz que solo 30 años en botella podrían dar. Fruta negra compotada, balsámicos, especias y recuerdos mentolados, perfectame­nte definidos y limpios. Una boca con taninos pulidos, casi dulzones, acidez vivaz y largo final, repleto de fruta negra madura y especias de pimienta negra y nuez moscada

Las etiquetas 1993 y 1995 en la misma línea. El primero lleno de fruta roja y negra madura, con recuerdos de un viejo y espléndido Colheita, y el mismo fondo especiado y balsámico. El segundo con marcados tonos vegetales, y ligerísima­s memorias de pólvora, un poco menos virtuoso en acidez. Ambos vivos y listos para desarrolla­rse en el tiempo. ¡Todos!, como dijera Camillo, ejemplares que nos permiten “recordar el pasado para proyectar el futuro”.

“Decir Domecq es apuntar a la propia historia del vino mexicano, a los fundamento­s de una industria...”

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