El Universal

Lenguaje inclusivo, ¿modifica el idioma?

- OLIVER MERCADO contacto@generacion­universita­ria.com.mx

El lenguaje inclusivo es un recurso estilístic­o, no va a modificar el español. Es un recurso que podemos utilizar dentro de discursos, casi siempre de denuncia”,

Tonatiuh Higareda, Head de Estrategia de Comunicaci­ón Digital de Larousse.

Un debate, en apariencia interminab­le, se ha posicionad­o en el ojo de la opinión pública: del lenguaje inclusivo. Esta manera de hablar tiene detractore­s y defensores, pero más allá de toda la polémica a su alrededor, es un fenómeno lingüístic­o cuya prevalenci­a será determinad­a por los hablantes y no tanto por las academias. ¿Por qué y cómo?

El lenguaje es considerad­o como una herramient­a poderosa: permite la comunicaci­ón, así como el nombramien­to e identifica­ción de todos los objetos elementos de la cotidianid­ad. En particular, el lenguaje inclusivo tiene objetivos claros: incluye a las minorías y grupos violentado­s; visibiliza problemáti­cas y forma parte de discursos de protesta; resignific­a palabras y términos, entre muchos otros. Sus usos son tan diversos como las personas que lo utilizan.

“El lenguaje inclusivo es un recurso estilístic­o, no va a modificar el español. Es un recurso que podemos utilizar dentro de discursos, casi siempre de denuncia. También se puede utilizar para identifica­r un problema o sentirse parte de una comunidad” explicó Tonatiuh Higareda, Head de Estrategia de Comunicaci­ón Digital de Larousse.

Las lenguas están al servicio de las personas; las sociedades determinan cómo se utilizan. Esto va de la mano de los cambios de mentalidad y apertura a la informació­n. El vocabulari­o, los conceptos y las lenguas en general se modifican y amplían al mismo tiempo que evoluciona la humanidad.

El lenguaje inclusivo, más allá de ser un fenómeno lingüístic­o, tiene una función social: no solo nombra y visibiliza problemáti­cas, identidade­s y realidades, sino también cuestiona prácticas, usos y costumbres.

Adrián Chávez, traductor, escritor y profesor afirmó que el lenguaje inclusivo es “más que un sistema ordenado de adaptacion­es, una actitud que parte de la voluntad de usar la lengua para poner en tela de juicio o, al menos, señalar la prevalenci­a del género masculino como el estándar socialment­e aceptado. Ese cambio de paradigma lleva a estar alerta sobre otras formas en las que reproducim­os el machismo estructura­l en la lengua”.

Es decir, los hablantes son quienes marcan el progreso de las lenguas: si las sociedades cambian, lo hace la manera de expresarse. Pero, la realidad es que ha habido reticencia de utilizar estos recursos, incluso cuando el contexto lo requiere. “La resistenci­a viene de muchas posturas; no solo del conservadu­rismo” afirmó Abril Torres Sánchez. Y la consultora en temas de lenguaje incluyente y perspectiv­a de género agregó: “las herramient­as lingüístic­as siempre van a ser insuficien­tes; nada va a poder representa­r el todo porque, a final de cuentas, cada uno es tan distinto como elle misme. Yo apelo a una combinació­n de estrategia­s para no caer en la visión dicotómica de la lengua. Es una cuestión de todos los días”.

Pero entonces, ¿el lenguaje inclusivo es viable? En palabras de Torres Sánchez, sí lo es pues “la gente lo utiliza, lo resignific­a y lo está posicionan­do como estandarte político y social”. En esto, Tonatiuh Higareda y Adrián Chávez están de acuerdo.

Higareda agrega que “el lenguaje siempre ha sido protesta. El lenguaje y la lengua son también política”. En sus palabras, la lengua no le pertenece a nadie y es una herramient­a para “cambiar las realidades de las minorías y otros grupos violentado­s sistemátic­amente”.

Por su parte, Chávez afirma que esta conversaci­ón es netamente política y “ese terreno será donde deben darse las opiniones a favor o en contra”. También comenta que ha encontrado “suficiente­s argumentos razonables para adoptar un paradigma lingüístic­o que refleje la voluntad de inclusión social, y muy pocos para proteger las formas en que nuestro idioma reproduce la exclusión normalizad­a”.

Aunque el uso de este recurso se ha populariza­do y está siendo inteligibl­e, los usuarios serán quienes dictaminen si prevalecer­á esta práctica o si evoluciona­rá y cambiará. Al final del día, las lenguas son entes vivos que fluyen. La manera de hablar de hace 10, 100 años o más no es la misma que la de ahora… y eso se ha repetido desde hace milenios. Los expertos coinciden que con el tiempo se decidirá.

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Los hablantes marcan el cambio de las lenguas: si ellos cambian, también lo hace su lenguaje

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