Cultura mexicana deja huella en narco colombiano
San José.— Lujos, licor, mujeres, armas y… narcotráfico en Colombia.
La cultura mexicana influyó desde hace más de 50 años en el modelo mafioso implantado por delincuentes y organizaciones criminales de Colombia para la acelerada expansión del narcotráfico por el mundo.
La conclusión surgió en un informe emitido el 28 de junio pasado por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. “Durante una época, por ejemplo, la identidad en regiones cocaleras del país siguió un modelo basado en la cultura mexicana. Luego, en la década de 2000, los traquetos [narcos] financiaron las fiestas locales e impulsaron los reinados de belleza en las regiones (...) Los impactos culturales del narcotráfico terminan por penetrar a casi toda la sociedad que acumula y esconde su riqueza en un acuerdo silencioso”.
Tras precisar que “las bonanzas cocaleras” en diferentes zonas de Colombia “también trajeron esta clase de consecuencias”, puntualizó que “los testimonios hablan de cambios en los modos de vida causados por el choque que produjo en las personas pasar de tener un peso a tener miles”. El tráfico de cocaína de Colombia a Estados Unidos se disparó en la década de 1970 y se propagó por América y otros continentes. El informe reprodujo el relato de un defensor de derechos humanos del Catatumbo, al nororiente del país.
Desde finales de la década de 1980, narró el activista, “llegó la coca desgraciadamente al Catatumbo. La coca se volvió un cáncer para esa región. Cambió incluso la cultura campesina del Catatumbo. El catatumbero (…) era un campesino tranquilo, apacible. Era un campesino cultivador, noble, que tenía su finquita, sus patios de gallinas, su pancoger [cultivos tradicionales]. No era un campesino derrochador, ostentador, y llegó la coca y fue transformando esa cultura”.
El reporte citó otro testimonio. “Hoy en día todos esos campesinos ya son gente que sale al pueblo a vender su producto, a tomar cerveza. Ya los puteaderos [prostíbulos] (...) están llenos. Incluso ya ese campesino es un campesino que vagabundea, jarta cerveza, compra cadenas de oro, celulares modernos, la moto, y se fue creando una subcultura de la ilegalidad muy impresionante”.
También varía la forma en que los raspachines, recolectores y procesadores de la hoja de coca (materia prima de la cocaína), gastan dinero a como lo hacen dueños de fincas y narcotraficantes. Al recalcar que todo se consolidó con “modelos sociales” del imaginario colectivo que dejaron los famosos capos colombianos de los últimos 40 años, el informe repitió que es “una vida de lujos, trago, mujeres y armas”. •