El Universal

Las Memorias de Porfirio Díaz

Este 18 de noviembre se cumplió un siglo de la publicació­n de la última entrega del libro del dictador oaxaqueño que el escritor Guillermo Vigil cedió a El Gran Diario de México

- RAÚL J. FONTECILLA —raul.fontecilla@clabsa.com.mx

Hace ya 100 años que EL UNIVERSAL publicó en exclusiva un libro en el que el general oaxaqueño que pasaría 30 años como presidente relató sus primeras cuatro décadas de vida, las Memorias de Porfirio

Díaz, en entregas diarias en noviembre de 1922.

Guillermo Vigil, hijo del periodista José María Vigil, entregó a este periódico las líneas que el general dictó en presencia suya y del diplomátic­o Matías Romero, en agosto de 1892.

La obra casi se pierde porque de las 50 copias, 48 se quemaron por orden de Díaz.

El proyecto no vería la luz

Matías Romero fue el primer embajador de México en Estados Unidos. En sus palabras, las biografías sobre Porfirio Díaz (1830-1915) que se habían publicado para finales del siglo XIX eran “más que deficiente­s”.

Buscó la ocasión para decirle a Díaz que era convenient­e y necesario dar datos de su propia vida para contrastar esas obras.

El general accedió y dedicó ratos libres de su agenda presidenci­al a dictar informació­n de eventos desde su adolescenc­ia hasta el sitio de la Ciudad de México en 1867, cuando estaba ocupada por el ejército francés.

Aunque nunca se aclaró por qué, poco después ordenó incinerar 48 de esos libros. Aquella primera impresión de 1892 se trató como asunto confidenci­al y se compartió sólo con amistades cercanas al presidente.

En 1922, EL UNIVERSAL imprimió este libro por entregas. Aquí dos escenas que el propio dictador reveló de su vida.

Pudo haber sido sacerdote

Al crecer en una familia de escasos recursos, una gran oportunida­d que tuvo Porfirio a sus 13 años fue estudiar en el Seminario Conciliar de Oaxaca.

El punto que cambió la historia fue darle clases a un muchacho llamado Guadalupe, cuyo padre era Marcos Pérez, a quien describió “como Juárez, zapoteca de raza pura”, y dijo que era honrado y muy culto.

Don Marcos invitó al Porfirio de 18 años a un evento social en donde lo presentó al entonces gobernador Benito Juárez. El “trato abierto y franco” de los presentes, como los discursos liberales en que los adultos hablaban de los jóvenes como amigos, sorprendió al muchacho.

Según dijo, en el seminario, “no se podía ni saludar a los profesores y mucho menos al rector ni al vicerrecto­r, sino era haciéndole­s una reverencia”. Esa misma noche decidió ser abogado.

Trepaba muros y hablaba latín

En el último mandato de Santa Anna se arrestó a liberales como don Marcos. Lo aprisionar­on en una torre del convento de Santo Domingo, en Oaxaca.

Para contactarl­o, Porfirio y su hermano Félix fueron al convento a medianoche, con nada más que cuerdas para trepar los altos muros, a sus 20 años.

Don Marcos se puso de pie y rezó en latín. En el mismo idioma, comenzó a hablarle a Porfirio, quien le procuró ayudas durante su tiempo de cárcel.

Tras salir libre don Marcos, los actos se supieron y reforzaron la seguridad del convento. •

 ?? ?? Porfirio Díaz y Benito Juárez Maza, hijo del Benemérito de las Américas, en el Panteón de San Fernando (Ciudad de México), en 1906.
Porfirio Díaz y Benito Juárez Maza, hijo del Benemérito de las Américas, en el Panteón de San Fernando (Ciudad de México), en 1906.
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En una página del periódico había cuatro del libro, a cada lado.
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