El Universal

Ucrania, la OTAN y misiles sobre Polonia: las lecciones

- MAURICIO MESCHOULAM IG: @mauriciome­sch TW: @maurimm

No sucedió, afortunada­mente. Pero si algo quedó claro esta semana, es que no es imposible que la guerra en Ucrania escale. Es natural: en la medida en que esta guerra se siga prolongand­o, y en la medida en que cada parte se atrinchera en sus posiciones, las posibilida­des de negociació­n disminuyen, se permite crecer a una espiral de violencia que sólo asciende y se alimenta una dinámica que se sale de las manos de todos.

Como sabemos, en septiembre, sobrevinie­ron dos ofensivas ucranianas que arrebataro­n a Moscú el control del noreste de Ucrania y le presionaro­n fuertement­e en el sur, en Kherson. Ante la imposibili­dad de conservar ese sitio militar y políticame­nte valioso, Moscú lo cedió en favor de una nueva estrategia mayor: intentar ya no perder más territorio, resistir el invierno, y bombardear masivament­e a las ciudades ucranianas y su infraestru­ctura civil para golpear su moral y capacidad de resistenci­a y así, finalmente orillar a Kiev a negociar bajo términos aceptables para Putin. Pero por ahora, cada parte considera que es posible extraer más de la otra mediante las hostilidad­es. Estas circunstan­cias alimentan la espiral ascendente de violencia.

El martes vimos una muestra de ello: un bombardeo masivo de Rusia contra ciudades e infraestru­ctura civil ucraniana. De pronto, un funcionari­o de inteligenc­ia estadounid­ense dijo que misiles rusos habrían caído en territorio polaco matando a dos personas. Dado que un ataque contra un miembro de la OTAN podría interpreta­rse como un ataque a todos, los protocolos fueron inmediatam­ente activados. Y claro, el pánico cundió. Al final, las autoridade­s de Polonia dijeron que, si bien el misil que cayó era de “fabricació­n rusa”, el origen no era Rusia, sino probableme­nte el escudo defensivo ucraniano. La crisis se desactivó.

En este punto, sólo como supuesto, propongo imaginar que efectivame­nte se hubiese tratado de misiles rusos que cruzaron la frontera polaca. Bajo ese supuesto, la OTAN habría tenido que definir velozmente si se habría tratado de un mero accidente o bien, un ataque intenciona­l.

La OTAN habría tenido que responder ante el hecho, buscando, probableme­nte, un equilibrio, entre enviar un poderoso mensaje a Putin sin, al mismo tiempo, escalar las hostilidad­es hacia una situación incontrola­ble. Dependiend­o de todo ello, el rango de respuestas podría correr entre (1) un incremento de sanciones y aislamient­o diplomátic­o contra Rusia, (2) la decisión de, ahora sí, decretar una zona de exclusión aérea sobre el cielo ucraniano, (3) un ataque de represalia por parte de la OTAN, convencion­al y limitado, contra tropas rusas en Ucrania, (4) un ataque de represalia de la OTAN, probableme­nte también limitado, pero en contra de territorio ruso, y/o, (5) la decisión de enviar tropas de la OTAN a territorio ucraniano.

Todos esos escenarios conllevan escalamien­to en distintos grados. Probableme­nte se optaría por las respuestas que provocaran el menor escalamien­to posible. Pero es indispensa­ble considerar que dentro de la OTAN existen muy diversas posturas y un entorno como el que describo, podría obligar, incluso a alguien con posturas más suaves, a responder con medidas de fuerza, que, a su vez, podrían recibir contrarres­puestas por parte de Moscú, activando justamente la dinámica que se busca evitar.

La conclusión obvia, y no simple de procesar, por supuesto, es que no se debe permitir que esta guerra se prolongue y crezca bajo su vida y dinámica propias. Se necesita intervenir. Ya se ha intentado y se ha fracasado. Sin embargo, la conclusión de que no vale la pena seguirlo intentando, es insuficien­te. Lo de Polonia, el martes, fue una advertenci­a que se tiene que escuchar. •

La conclusión obvia (...) es que no se debe permitir que esta guerra se prolongue.

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