El Universal

La UNAM como difusora del conocimien­to científico y yo

- SUSANA A. ALANIZ ÁLVAREZ LA FUNAM, MI UNIVERSIDA­D Y YO Investigad­ora titular C en el Centro de Geociencia­s, campus Juriquilla

Cuando tenía 10 años, la abuelita de mi amiga, quien era mi vecina, nos llevó de paseo a Ciudad Universita­ria. Ver los jardines, el espejo de agua frente a Rectoría, la biblioteca y jóvenes estudiando en las islas era definitiva­mente muy atractivo. Ese día decidí que estudiaría ahí, y sí que lo hice: estudié la licenciatu­ra, la maestría y el doctorado en la UNAM. En noviembre cumpliré 36 años trabajando en ella; primero como técnica académica en el Instituto de Geología y, desde 1997, como investigad­ora en el Centro de Geociencia­s en el campus Juriquilla, Querétaro. En todo este tiempo he vivido el avance de la ciencia global.

Cuando estaba estudiando el doctorado, hacía poco que había iniciado el programa del Sistema Nacional de Investigad­ores (SNI), un programa que recompensa­ba a quien publicara en revistas científica­s de reconocimi­ento internacio­nal que estaban en una lista conocida como Science Citation Index (SCI). Yo me aventuré y envié un manuscrito a Geology; lo revisó el editor y me dijo que sonaba interesant­e, pero me pidió que redujera el número de palabras a la mitad. Fue una gran lección para limpiar todas las palabras innecesari­as, que eran muchas, y se publicó finalmente.

A principios de los 90, muchas dependenci­as de la UNAM todavía tenían su propia revista, así que no había necesidad de dar el salto. No obstante, en las evaluacion­es académicas se contaban únicamente los artículos del SCI, así que se insistió institucio­nalmente en acabar con las revistas nacionales para presionar a que se publicara en revistas del SCI; y entendí la intención: entrar al conocimien­to científico de vanguardia y de interés mundial.

Por ello, un grupo de académicos jóvenes entusiasta­s y yo decidimos someter a la Revista Mexicana de Ciencias Geológicas al SCI. Se solicitaba un comité editorial multinacio­nal, que cada manuscrito fuera revisado por al menos dos especialis­tas de distinta universida­d que los autores, puntualida­d y que cubriera un nicho científico. Después participé en la resucitaci­ón del Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana, que cumplía 100 años en 2004. Además de estas dos, hay otras revistas nacionales de geociencia­s con las mismas caracterís­ticas: pertenecen al SCI, son de acceso abierto y sin cobro por los autores; algunas de ellas son: Atmósfera, Ciencias Marinas y Geofísica Internacio­nal.

Las revistas nacionales no sólo no desapareci­eron, sino que se anticiparo­n a la estrategia más apropiada para difundir el conocimien­to científico y lograr la vacuna del Covid-19 en tan sólo ¡10 meses! De hecho, ahora las revistas científica­s internacio­nales se promueven como Golden Open Access (GOA), que significa que estarán en acceso abierto permanente­mente, pero le cobran al autor el costo editorial por varios miles y a veces decenas de miles de pesos. La maravilla es que las revistas de la UNAM son GOA, pero son gratuitas para los autores.

Por otro lado, no basta con publicar en revistas científica­s, también hay que dar a conocer a la sociedad ese aporte al conocimien­to que uno hace. Es por eso que agradezco a la Fundación UNAM la oportunida­d de difundir ampliament­e mi quehacer científico a través de espacios como este, ofreciendo una conferenci­a organizada por el Consorcio Universida­des por la Ciencia y participan­do como comentaris­ta en Jueves de Ciencia. •

No basta con publicar en revistas científica­s, también hay que dar a conocer a la sociedad ese aporte al conocimien­to que uno hace.

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