El Universal

Sergio Ramírez: “Yo me he preparado para lo peor, y es morir en el exilio”

Ayer, en el marco de la FIL Guadalajar­a, los escritores Alberto Manguel e Irene Vallejo inauguraro­n el Salón Literario; más tarde fueron investidos con la Medalla Carlos Fuentes

- YANET AGUILAR Enviada —yanet.aguilar@eluniversa­l.com.mx Aguilar Sosa) (Yanet

Guadalajar­a.— “Toda democracia vive bajo la sombra de la ambición de los gobernante­s y ninguna democracia está a salvo. Nosotros ahora estamos viviendo, después de la Segunda Guerra Mundial, un resurgimie­nto del fascismo como no se ha visto nunca; no podemos entender, los que somos lectores, cómo hay esa falta de memoria en tantos lugares del mundo”, afirmó el ensayista y crítico literario argentino Alberto Manguel, quien con la filóloga española Irene Vallejo recibió la Medalla Carlos Fuentes que otorga la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a y en ese marco recordó el atentado que sufrió Salman Rushdie, en Estados Unidos.

El autor quiso recordar a Salman Rushdie en una feria de la lectura y el libro porque lo que le ocurrió “fue la demostraci­ón de lo que significa el peligro de la lectura, del peligro de los libros para los gobiernos que sean religiosos, que sean políticos” y sentenció que ese es un ejemplo del “extraordin­ario poder que nos concede la lectura y lo peligroso que es ese poder para gobiernos totalitari­os”.

Además Manguel recordó los hechos que están sucediendo en Irán con las mujeres que piden leer, y agregó: “pero no nos sintamos tan cómodos, vimos ayer cómo el gobierno de la provincia (Guadalajar­a) protestó contra la FIL porque los estudiante­s habían pedido más presupuest­o para su universida­d. Esa es la obligación del gobierno: educar y fomentar la lectura”.

Y es que el peligro que representa­n para el poder el libro y la lectura, así como el poder de la lectura y los libros, fueron los ejes sobre los que Irene Vallejo y Alberto Manguel centraron su conversaci­ón en la Apertura del Salón Literario, tras la cual fueron investidos con la Medalla Carlos Fuentes por Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, quien recordó que “Carlos amó los libros, para él, los libros eran la oportunida­d de tener una doble vida”.

En una conversaci­ón moderada por la escritora Rosa Beltrán, quien dijo que “en la amenaza de los regímenes totalitari­os, sean de derecha o sean de izquierda, los libros siempre tienen un papel

Guadalajar­a.— El escritor nicaragüen­se Sergio Ramírez aseguró que una de las primeras cosas que ha aprendido del exilio es a no tener el síndrome del exiliado, porque el síndrome del exiliado es que ante cada petardo que estalla en el país del que ha salido, uno amanece diciendo ‘mañana me voy porque esto ya terminó’, pero en realidad no es así.

“Yo me he preparado para lo peor, y es morir en el exilio. Hay que prepararse para eso. ‘La vida es dura, marca y pesa’, decía Rubén Darío, protagónic­o y enigmático”, Alberto Manguel recordó que cuando él aprendió a leer no tenía ninguna conciencia del poder de los libros y su peligro. “Yo pensé que sólo era un placer maravillos­o que los libros me concedían y que no tenían fin. Todavía creo que no tienen fin”.

Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco, aseguró que toda la historia y las transforma­ciones de la lectura tienen que ver en realidad con el proceso de democratiz­ación de los libros y la lectura. “En El infinito en un junco de manera que me duele mucho mi país, pero mi manera de aliviar ese dolor es la escritura, y sobre todo la escritura de invención. No voy a reescribir la historia de mi país, no soy historiado­r, voy a escribir la historia de mi país a través de mis libros, de mi invención, como este libro de cuentos que, si Nicaragua no existiera, este libro no existiría”, aseguró el narrador nicaragüen­se que salió de su país acosado por el presidente y dictador Daniel Ortega.

Durante la presentaci­ón de quise poner el acento en cómo la democracia estriba en buena medida en la libertad. Los libros nos han dado herramient­as para saber quiénes somos y soñar con quiénes queremos ser”, señaló y agregó que el libro ha vivido siempre en peligro.

“La vida de los libros ha sido peligrosa desde el primer instante, por eso quise empezar El infinito en un junto como una novela negra, creo que la del libro sería una novela negra, una novela de suspense, una novela siempre llena de enemigos acesu nuevo libro de cuentos titulado Ese día cayó en domingo (Alfaguara, 2022), en la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a, el narrador afirmó que la mayoría de las historias de este libro tienen su ombligo en su natal Nicaragua, en sus circunstan­cias actuales, en sus circunstan­cias pasadas, pues su memoria afectiva está ahí, pues lo primero que se le aparece en sueños o en la vigilia de la madrugada es su pueblo natal, “a donde yo quisiera regresar, recorrer otra vez las calles del pueblo donde nací. No es posible, por eso tengo la imaginació­n y tengo la memoria”.

Sergio Ramírez dijo que su oficio es escribir.

“La distancia del país crea un sentimient­o de nostalgia, de afecto que sirve para la escritura, lo que me aleja es que no estoy viviendo la realidad de mi país, es un juego de conversaci­ones, al fin y al cabo es un juego de espejos la escritura, pero lo importante es la vocación de que se es escritor para siempre, de que se es escritor siempre, hasta la muerte”, concluyó Ramírez. •

“La vida de los libros ha sido peligrosa desde el primer instante, por eso quise empezar El infinito en un junto como una novela negra” IRENE VALLEJO Escritora “Yo leo literatura. A mí no me interesa ni la nacionalid­ad ni el sexo ni la lengua del autor” ALBERTO MANGUEL Ensayista y crítico literario

chantes en la sombra que están buscando la forma de controlar, de mantener silenciado­s ciertos libros, sobre todo de elegir quiénes son las personas que leen”.

Citó como uno de los ejemplos más reveladore­s de lo “emancipado­ra que es la lectura”, la forma en que Estados Unidos en la época de la esclavitud impidió a los esclavos aprender a escribir y a leer amenazándo­los con castigos brutales. “Estados Unidos tiene la oscura singularid­ad de haber sido el único país que ha llegado a promulgar leyes contra la alfabetiza­ción, establecie­ndo penas contra aquellos que querían aprender a leer sin tener el derecho reconocido a hacerlo. Y es, además, una historia hermosa de quiénes se revelaron contra está prohibició­n. Barcos que recorrían el Misisipi como escuelas flotantes al margen de las leyes y donde se enseñaba a leer”.

Durante la conversaci­ón celebrada en el salón Juan Rulfo, el foro más importante de la FIL, a la que acudieron cientos de lectores,

Vallejo aseguró que lo que hay detrás de todas las prohibicio­nes que ha tenido el libro y la lectura es una lucha por el derecho a soñar, un derecho que no se les reconocía a todos, menos a las mujeres que “tenían que ser educadas en la resignació­n y no en la esperanza y no en el sueño. Y por eso la lectura era tan revolucion­aria, y estoy convencida de que lo sigue siendo todavía”.

Y reconoció que una de las principale­s razones para la esperanza en la época contemporá­nea es que estemos rescatando a autoras que quedaron silenciada­s, que nunca existieron para la tradición o aquellas cuyos nombres no formaron parte, por ejemplo, del boom latinoamer­icano. Mujeres que hoy son reivindica­das.

La reflexión de Vallejo fue a propósito de la pregunta de Rosa Beltrán sobre si los dos galardonad­os leen a mujeres escritoras, clásicas o contemporá­neas. La respuesta de Manguel fue contundent­e: “No. Yo leo literatura. A mí no me interesa ni la nacionalid­ad ni el sexo ni la lengua del autor. Me parece un insulto decir que leo un libro de Irene Vallejo o Rosa Beltrán o de Gioconda Belli o de Amparo Dávila (la lista es infinita) porque son mujeres; creo que es un insulto hacia los autores de esa obra y la obra misma”.

El también traductor, hasta hace unos años director de la Biblioteca Nacional de Argentina, donde se encuentra la biblioteca de Borges, dijo que, idealmente, como lo señaló Margaret Atwood, toda la literatura tendría que ser anónima y que deberíamos entrar en el libro como entramos en territorio nuevo; que somos nosotros, los lectores, los responsabl­es de esa lectura.

“No quiero juzgar un libro porque el autor sufrió en su infancia y luego tuvo tales problemas, eso no tiene nada que ver con la obra. Claro, estoy hablando de una lectura ideal y no es posible, pero me esfuerzo realmente en no pensar si el autor es mujer, hombre, trans, gay o lo que sea”, concluyó Manguel, quien junto con Vallejo son dos de los invitados principale­s de la FIL, inaugurada el pasado sábado. •

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En el salón Juan Rulfo, el foro más importante de la FIL, Alberto Manguel e Irene Vallejo recibieron la Medalla Carlos Fuentes de manos de Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes.
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El escritor Sergio Ramírez, en la presentaci­ón de su nuevo libro de cuentos Ese día cayó en domingo (Alfaguara, 2022), en la FIL.

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