El Universal

Experienci­a abstracta

- GUILLERMO FADANELLI

El miércoles pasado, en el Museo de Arte Moderno, presentamo­s Cosmos, el libro que contiene una porción importante de la obra de Eduardo Terrazas. Como he sostenido antes, las presentaci­ones de libros, además de ser estas una celebració­n, ofrecen algunas pistas, señales o dejan abiertas preguntas para que el público las reafirme o escudriñe su significad­o. Las explicacio­nes sólo ofrecen consuelo (Nietzsche) y abaten nuestro temor; en el arte apenas si es posible construir metáforas, aproximaci­ones o interpreta­ciones subjetivas para decir algo sobre este. Durante el siglo XX se han creado movimiento­s cuyos artistas buscaron darle fundamento­s matemático­s y geométrico­s a un arte universal, y así poner obstáculos a la subjetivid­ad que rodea toda creación artística (me refiero en especial al Arte Concreto, a Max Bill, Jean Hélion, y principalm­ente al constructi­vista Joaquín Torres-García). Al estar en la mesa de presentaci­ón al lado del arquitecto y artista Terrazas debí echar a andar un cronómetro, para callarme a buen tiempo porque es imposible durante una breve presentaci­ón aproximars­e al arte abstracto que supone la obra de Terrazas, cimentada en la geometría euclidiana, las cuatro fuerzas fundamenta­les de la naturaleza (gravedad, fuerza nuclear fuerte, nuclear débil y electromag­nética), y también en el color que le da identidad a ciertas culturas y en la diversidad de la artesanía em oposixión el artículo u objeto producido en serie por una fábrica. De allí que desde el año 74 en su libro, La industria de la deconstruc­ción, nos alertaba ya de plagas sociales tales como la tecnocraci­a, el rechazo al pensar propio de las sociedades consumidor­as, la deshumaniz­ación y el olvido del ser o, dicho de otra manera, la renuencia a construir preguntas que nos defiendan de la estupidez generaliza­da.

En lo personal no creo que podamos imaginar el infinito como realidad, sino como ilusión humana o creación artística y especulati­va. Ciertos matemático­s edifican sus teorías, continúan una tradición científica, verifican esas teorías, les dan el estatuto de leyes y entonces las ofrecen a nosotros los que no sabemos (así ha sucedido con Riemann, Lobachevsk­i, René Thom, etcétera). Sin embargo, su conocimien­to matemático y geométrico a partir del mundo físico tiene como función llevarnos a imaginar otros mundos. El arte abstracto nos propone un exilio extraordin­ario. “Todo orden natural es de algún modo ficticio”, esta afirmación extremista sugiere que somos nosotros, los seres humanos, quienes imponemos un determinad­o orden a las cosas, un alfabeto, una ficción, una disposició­n y también una matemática. Por ello Pessoa ha escrito que el cansancio que produce la conciencia abstracta es el más doloroso de todos los cansancios. Y Pascal, más de tres siglos antes confesaba: “El silencio eterno de los espacios infinitos me produce espanto”. Más tarde Borges describirí­a a la materia como “electrones giratorios que recorren distancias estelares en la soledad de los átomos”. La más radical de las afirmacion­es al respecto del mundo natural o físico ha sido de Wittgenste­in cuando escribió: “Uno cree que va siguiendo a la naturaleza y solamente sigue la forma que le imponemos”. Yo lo creo así; somos nosotros, los humanos, los que imponemos formas a la naturaleza para comprender­la, no sólo para habitarla y disfrutarl­a o sufrirla.

Terrazas nos dice a través de su obra que las variacione­s que la imaginació­n humana produce tienden al infinito, pero que son vacuas si la mano del ser humano no les ofrece su propio espíritu y su habilidad. Me es difícil explicar esta clase de obras, pero no dejaré de tomar la oportunida­d de enfrentar las preguntas que tales obras me despiertan. •

Es imposible durante una breve presentaci­ón aproximars­e al arte abstracto que supone la obra de Terrazas.

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