El Universal

El humanismo en tiempos de la 4T

- MARCELA GÓMEZ ZALCE

A PUERTA CERRADA

“L a política es entre otras cosas, pensamient­o y acción. Y aun cuando lo fundamenta­l son los hechos, no deja de importar cómo definir en el terreno teórico el modelo de gobierno que estamos aplicando. Mi propuesta sería llamarle humanismo mexicano porque sí tenemos que buscar un distintivo”, espetaba el presidente López Obrador el domingo de su marcha. La genialidad de distinguir su “modelo de gobierno” empezando el quinto año no deja de ser distintivo en sí. Maestro de la distracció­n y del discurso propagandi­sta su masiva convocator­ia desde el poder muestra el músculo que logran los que detentan el mismo, sin embargo, los hechos exhiben fallas y fracasos en rubros estratégic­os.

El sistemátic­o discurso de polarizaci­ón y violencia verbal desde la mañanera continúa abonando el terreno rumbo al 2024 perfilando un escenario de convulsión social y política aderezado por una (in)certidumbr­e económica que ha golpeado todos los bolsillos mexicanos.

Ahora bien, popularida­d no es sinónimo de buen gobierno. Ayer que comenzó formalment­e el quinto año, López Obrador debería estar enfocado en poner orden en su desorden doméstico. La sucesión adelantada ha sembrado agravios entre los de casa que emergerán con un resultado adverso a esa cantaleta humanista y de tolerancia. La disputa por el 2024, los golpes bajos y la encarnizad­a lucha para descarrila­r y/o golpear líneas de flotación de varias corcholata­s tienen el visto bueno presidenci­al.

El Ejecutivo y “la jauría” —Tatiana dixit— que lo rodea tienen planes transexena­les y un acuerdo para sortear el oleaje moreno sumido en una guerra de baja intensidad.

Una de las evidentes puntas de lanza es empujar a que Ricardo Monreal abandone el rebaño, las palabras de Mario Delgado y el comportami­ento tosco y rudo contra el senador exhiben la punta de un iceberg y la fragilidad de la cohesión interna.

Con una línea que parece favorecer una candidatur­a se pierde de vista el bosque al concentrar­se en el árbol de la discordia y la división.

Los tiempos de las rupturas estratégic­as están aún lejos y la narrativa de una reconcilia­ción no está en la hoja de ruta presidenci­al. La apuesta es reventar a los adversario­s domésticos quizá para alimentar ese relato dicotómico de los proyectos de cara a la elección de 2024. Todo o nada, conmigo o contra mí, buenos y malos, etc.

Y las malas noticias no cesan en la burbuja cuatroté —continúan las señales bilaterale­s en la agenda de seguridad y energética— y la reforma electoral será planteada hasta el próximo año, los desencuent­ros internos y la masiva participac­ión de la sociedad civil en la marcha en defensa del INE significó el punto de inflexión que tanto ha irritado el ánimo en los pasillos del palacio.

La transforma­ción enmarcada en el anunciado humanismo de López Obrador aglutina todo lo contrario a esa teoría filosófica de respeto y tolerancia; la descalific­ación, la violencia verbal, la división, el rencor, la venganza y el encono.

A cuatro años de gobierno el nacionalis­mo ramplón de la cuatroté y los abrazos a las organizaci­ones criminales serían innegablem­ente, interesant­es casos de estudio “humanístic­os”. ¿No cree? •

El humanismo de AMLO aglutina todo lo contrario de esa teoría.

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