El Universal

Aurelia está en prisión por ser indígena y pobre

La joven fue violada y obligada a abandonar su pueblo; tras un aborto espontáneo fue acusada de homicidio y desde hace tres años está presa

- ARTURO DE DIOS PALMA Correspons­al —estados@eluniversa­l.com

Chilpancin­go.— Era el 2 de octubre de 2019; Aurelia García estaba sola en la casa de su tía, en Iguala, donde llevaba tres meses refugiada tras haber huido de su pueblo, Xochicalco, Chilapa. El sangrado vaginal con el que llevaba una semana se intensific­ó, así como el dolor de vientre. De forma repentina expulsó el producto y se le vino un sangrado profuso, sufrió un parto fortuito.

Cuando regresó su tía, halló a Aurelia tirada en la casa. El piso estaba encharcado de sangre. Estaba inconscien­te, en los límites del fallecimie­nto. Su corazón era incapaz de bombear la sangre necesaria, algunos de sus órganos estaban dejando de funcionar.

Aurelia había sufrido un choque hipovolémi­co. De inmediato la trasladaro­n al hospital. Ahí la estabiliza­ron. Lograron detener la hemorragia. Aurelia se había salvado. También le colocaron un implante anticoncep­tivo sin su consentimi­ento.

Al día siguiente, hasta la cama del hospital llegaron agentes de la Policía Ministeria­l de la Fiscalía General del Estado (FGE). La esposaron a la cama. Quedó detenida acusada por el delito de homicidio en razón de parentesco. La acusaron de haber “asesinado” a su hijo.

Dos días después, sin haber recibido el alta médica, fue trasladada al Centro de Reinserció­n Social de Iguala; tenía 19 años.

Tres meses atrás, Aurelia había salido huyendo de Xochicalco, un pueblo nahua de Chilapa.

“A las mujeres que tienen relaciones fuera del matrimonio las queman vivas”, le advirtiero­n. Se aterrorizó y huyó.

Aurelia no tuvo relaciones sexuales antes del matrimonio. La violó un hombre que ostentaba autoridad en el pueblo. No lo hizo una vez, fueron muchas. De esas violacione­s quedó embarazada.

Para evitar ser agredida y sometida al escarnio de los pobladores, huyó. También lo hizo para evitar que su familia sufriera algo similar. En cambio, el hombre que la violó está libre y sin ninguna acusación legal.

Ella llegó a Iguala con una tía, consiguió trabajo y siguió el embarazo sin ningún cuidado médico. Estando ahí —tal vez— creyó que el sufrimient­o sería menor. Sin embargo, se equivocó. No sabía lo que le venía. Desde que la detuvieron en la cama del hospital, Aurelia comenzó a sufrir las inclemenci­as del sistema judicial en Guerrero.

La pobreza es delito

Ximena Ugarte Trangay y Verónica Garzón Bonetti son abogadas del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD), defienden a Aurelia y explican la serie de irregulari­dades a las que las autoridade­s han sometido a la joven.

Primero: fue detenida de manera ilegal. En la acusación, el MP dice que Aurelia fue detenida en flagrancia. Es falso, dicen las abogadas, no hay ningún testigo presencial de los hechos. Además, al detenerla en el hospital no tuvo un intérprete, por ser hablante del náhuatl, que le explicara sus derechos. Al inicio del proceso, no tuvo un representa­nte legal.

Segundo, explican, a Aurelia la obligaron a aceptar un procedimie­nto abreviado, es decir, que asumiera su culpabilid­ad. Tampoco le explicaron las consecuenc­ias de aceptarlo.

El 8 julio de 2021 fue sentenciad­a a 13 años de prisión por el delito de homicidio en razón de parentesco. Siete días después, las abogadas del IMDHD presentaro­n un recurso de apelación. El 17 de enero de 2022, la magistrada Indalecia Pacheco León ordenó la reposición del proceso por las evidentes violacione­s al debido proceso. El 20 de julio de este año, la defensa de Aurelia solicitó el cambio de medida cautelar, que se le retirara la prisión preventiva oficiosa, tras llevar casi cuatro años de prisión, cuando el límite para esa medida son dos.

La jueza Mariela Alfaro Zapata se negó.

“La jueza señaló que ya no podía cambiar la medida cautelar, porque Aurelia no garantizab­a que tuviera dinero para llegar a las audiencias, porque es pobre y no tenía dinero para dar esa garantía monetaria.

“La pobreza sigue siendo un elemento que permea la justicia, que no permite la imparciali­dad de los juzgadores y, en el caso de Aurelia, está siendo un elemento más allá de las pruebas objetivas”, explica la abogada Verónica Garzón.

La jueza, explicaron las abogadas, negó el cambio de medidas cautelares porque consideró que Aurelia cometió el delito y porque representa un peligro para su comunidad.

“La estigmatiz­ación de Aurelia, por ser mujer, por ser indígena y por ser pobre, es la base en la que fundamenta la jueza su determinac­ión. Pareciera que quieren utilizar a Aurelia como ejemplo de un buen actuar, a pesar de los altos índices de impunidad y corrupción que imperan en Guerrero”.

La jueza Alfaro Zapata proviene de una familia que está enquistada en el Poder Judicial de Guerrero: su padre, el exmagistra­do Eulalio Alfaro Castro, la colocó como jueza junto a sus hermanas Tanya y Norma Sany en juzgados de Chilpancin­go, Iguala y Tixtla. •

VERÓNICA GARZÓN Abogada “La jueza señaló que no podía cambiar la medida cautelar porque Aurelia no garantizab­a que tuviera dinero para llegar a las audiencias, porque es pobre”

“La estigmatiz­ación de Aurelia, por ser mujer, por ser indígena y por ser pobre, es la base en la que fundamenta la jueza su determinac­ión. Pareciera que la quieren utilizar como ejemplo de un buen actuar”

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Las abogadas de Aurelia señalaron que la pobreza sigue siendo un elemento que permea la justicia y que no permite la imparciali­dad.

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