El Universal

¿Qué sigue después de la “narcomarch­a”?

- Analista. @JACrespo1

Adiferenci­a de la marcha del 13 de noviembre, cuya asistencia sorprendió a propios y extraños, la del domingo pasado se esperaba que irían incluso más ciudadanos que en noviembre. ¿Por qué? Esencialme­nte porque en noviembre muchos ciudadanos apáticos o desconfiad­os vieron el potencial de la sociedad civil de movilizars­e y ejercer presión sobre los actores políticos. Ahora muchos de tales ciudadanos se decidieron asistir convencido­s de que sumarían una gran oleada en defensa de algo que también valoran: la democracia electoral. El colmo de AMLO fue haber dado un salto mortal de una marcha en contra de su contrarref­orma electoral, a convertirl­a en una movilizaci­ón en defensa de

García Luna, tema totalmente ajeno. Sus fieles seguidores (y servidores) lejos de cuestionar lo absurdo de tal razonamien­to, acríticame­nte lo validaron y lo difundiero­n como un hecho.

Pero más allá del éxito en esta expresión ciudadana, la batalla no está ganada. Para que pueda considerar­se un triunfo, la Corte tendría que rechazar o al menos congelar el llamado Plan B electoral para no aplicarse en 2024. Pero bastarían cuatro ministros a quienes les importe un comino la sociedad disidente frente a su lealtad ciega al presidente, para que proceda la demolición democrátic­a. Pero incluso de ser rechazado el Plan B, habrá otros retos.

Por un lado, Morena puede poner a la nueva presidenta del INE, y desde ahí causar daños y desperfect­os desde dentro para restarle eficacia. Y por otro lado, con o sin ley, dentro o fuera de la Constituci­ón, AMLO está decidido a garantizar el triunfo de su partido. El PRI de 1988 no estaba decidido a permitir la pérdida de la Presidenci­a y decidió incurrir en lo que fuera para preservarl­a. En 2024 Morena —heredero de aquel PRI del ’88, con Bartlett, AMLO, Ebrard y Monreal— está en la misma actitud; hará lo que sea para preservar la Presidenci­a.

Luego viene la problemáti­ca que surge de la oposición. La única alternativ­a viable de triunfo parece ser la de una coalición de toda la oposición, cuyo candidato surja de un proceso abierto, inclusivo y genuino, pues eso motivaría al votante disidente por el abanderado que surgiera. Pero el PAN parece empeñado en dirigir ese proceso, que si resulta poco convincent­e y sospechoso de ser manipulado (y además surja un abanderado del PAN), provocará un efecto parecido al de 2018. Muchos ciudadanos no se sentirán motivados a votar por un abanderado surgido de un acuerdo cupular.

Y por otra parte, Movimiento Ciudadano sigue hasta ahora una estrategia que no contempla congregars­e con el PRI y el PAN por diversas razones. Eso podría ayudar a Morena indirectam­ente a dividir el voto opositor. El cálculo de MC es atraer a la mayoría ciudadana ante el desprestig­io del PRIAN y su eventual derrota en el Edomex. Pero le puede salir el tiro por la culata, y ser responsabi­lizado de esa derrota al favorecer indirectam­ente a Morena. Como sea, ese desencuent­ro en la oposición —que no se ha visto muy dispuesta a tomar en cuenta a la sociedad civil pese a la magnitud de sus manifestac­iones—, tiende a favorecer el triunfo de Morena, lo cual implica que seguiríamo­s retrocedie­ndo políticame­nte quién sabe hasta dónde y hasta cuándo. Si la oposición no se pone las pilas, la creciente movilizaci­ón ciudadana será fútil. •

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