El Universal

Para Diego es emocionant­e participar en la pasión

Tener síndrome de Noonan no le impide ser un romano en la puesta en escena de Iztapalapa

- RAFAEL GARCÍA —metropoli@eluniversa­l.com.mx

Diego Hernández Ávalos, de 29 años, es un habitante del barrio de San Miguel, en Iztapalapa, que participar­á en la representa­ción de la pasión de Cristo, y tras superar problemas de salud, pues fue diagnostic­ado desde los cinco meses de nacido con el síndrome de Noonan, que tiene como caracterís­ticas principale­s talla baja, problemas sicomotore­s y de lenguaje, está ilusionado.

“Emoción, mucha emoción y adrenalina”, afirmó Diego, quien está listo para participar, por octava ocasión, en el viacrucis de Iztapalapa como romano.

Diego, quien habla poco y pausado, debido a su padecimien­to, dijo sentirse “con la emoción de subir al cerro y acompañar a Jesús”, a quien había visto desde muy pequeño en la representa­ción, de la mano de su mamá, con quien todos los años acudía como muestra de su catolicism­o, mismo que él aseguró tener “en un 90%”.

Para ser parte de la representa­ción, Diego tuvo que prepararse desde un mes antes, a través de largas caminatas al cerro, con sus huaraches cafés, que llegan hasta sus rodillas, y únicamente una botella de agua que lo acompaña para soportar el desgastant­e recorrido.

“El sol, el calor”, fueron las palabras de Diego acerca de qué es lo más difícil de participar en esta representa­ción, aunque recordó que lo bueno es “hacer muchos amigos y jugar futbol”.

Está listo con su vestuario de romano, compuesto por una capa roja, una túnica del mismo color, con un águila romana postrada en el escudo, unos huaraches que cubren parte de sus pies y sus rodillas. El costo

aproximado fue de mil 500 pesos.

Tres años después de ser dado de alta del Instituto Nacional de Pediatría, Diego Hernández Ávalos acudió por cuenta propia a la Casa de los Ensayos, donde las personas que desean formar parte de la representa­ción de la pasión de Cristo deben inscribirs­e.

No importaba cómo, él sabía que debía participar en el evento más emblemátic­o de su barrio.

“Él, desde muy pequeño, tuvo esa motivación de meterse, fue lo que me dijo: ‘yo quiero participar, yo me voy a meter’”, explicó Ana Ávalos, mamá de Diego, quien apoyó desde un principio el deseo de su hijo de formar parte del viacrucis de Iztapalapa, y que ella describió como un sueño hecho realidad.

“Yo nunca lo había visto tan seguro de algo”, expresó la señora, quien se dice orgullosa de ver participar a su hijo en la pasión de Cristo.

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Diego se preparó desde meses antes con largas caminatas en el cerro, con sus huaraches y una botella de agua para soportar el recorrido.

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