El Universal

CDMX tenía un Ejército Infantil de “patrulleri­tos”

- RAÚL J. FONTECILLA —raul.fontecilla@clabsa.com.mx

En unos días festejarem­os el Día del Niño, por ello hoy recordamos a esta agrupación de pequeños en la cual, por poco más de una década, chicos de entre 10 y 16 años tuvieron la oportunida­d de integrar un cuerpo “policial” dedicado a supervisar y mejorar la cultura ciudadana de adultos y jóvenes

En los años 40, cuando el Centro Histórico era un agitado mar de miles de peatones, autobuses, tranvías y autos —que ahora son clásicos—, la falta de higiene y cultura vial sólo empeoraban el caos. Para cambiar esa situación, EL UNIVERSAL propuso crear un equipo de niños bien portados que le enseñaran a la Ciudad de México mejores modales.

Una escena que hoy sería imposible de creer en la Ciudad de México fue normal en la década de 1940: obreros y profesioni­stas, jóvenes y viejos, se detenían ante un par de niños uniformado­s, quienes vigilaban que todos respetaran el alto para los caminantes.

Por casi 10 años, los “patrulleri­tos” prestaron sus servicios a la capital del país. En el tiempo que duró esta campaña, los infantes pasaron de fomentar buenos hábitos a hacer vallas y guardias de honor en eventos capitalino­s.

Una iniciativa de El Gran Diario de México para la comunidad

A mediados de 1942, EL UNIVERSAL lanzó una campaña para mejorar el aseo del entonces Distrito Federal (DF): conformar patrullas de niños, de entre 10 y 16 años, que persuadier­an a la ciudadanía de mantener hábitos como la limpieza y la buena cultura vial.

El entonces jefe del Departamen­to del Distrito Federal (DDF), Javier Rojo Gómez, simpatizó con la iniciativa. Su secretario de Servicios Generales, el ingeniero Manuel Moreno Torres, y Ángel Alcántara Pastor, de parte de este diario, organizaro­n al Ejército Infantil de la Ciudad.

Los niños interesado­s debían acreditar su buena conducta por medio de la carta de una maestra, maestro, director o directora de su escuela primaria o secundaria.

La primaria Emiliano Zapata de la colonia Industrial y todo el quinto sector escolar de Azcapotzal­co destacaron como los centros educativos más interesado­s en apoyar esta campaña de limpieza.

Con la misión de fomentar la limpieza en la Ciudad de México, su campo de acción sería la escuela, el hogar y los distritos en que estas se ubicaran. En aquella época, el DF se empeñaba en mejorar el aspecto de la ciudad y los valores de sus habitantes. Aunque ya existían normas y regulacion­es en temas como el tránsito, el desecho de basura y la colocación de carteles, no todos las acataban.

Por ello, además de recibir capacitaci­ón, los jóvenes patrullero­s recibirían autoridad para vigilar las reglas cívicas. Se esperaba que bastara con la “escandalos­a” idea de que adultos mayores fueran amonestado­s por chiquillos para comenzar el cambio deseado.

Se reportó que Mateo de la Tijera y Antonio Garza Gutiérrez fueron dos de los primeros muchachos en postularse, ambos a los 10 años, y en cuestión de semanas se anunció que estaba completa la primera patrulla del Ejército Infantil.

Un niño llamado Sergio Estrada fue el primer “patrulleri­to”, quien además modeló su uniforme para las páginas de este rotativo, que en tela blanca y con adornos rojos simbolizab­a los valores de “higiene, aseo y actividad”.

Los momentos en que mejor se apreciaba el trabajo del Ejército Infantil eran las Jornadas Educativas de Tránsito y el Mes del Aseo.

En el primero pasaban horas sobre las avenidas más concurrida­s para regular el paso de vehículos y peatones. Durante el Mes del Aseo, buscaban los hogares y vecindades más pulcros de la capital.

Estos esfuerzos rindieron sus frutos en poco tiempo: en el Mes del Aseo de 1943, se reconoció a 16 vecindades y a mil 44 hogares por su limpieza.

La Semana Nacional de Tránsito de 1944 dejó cientos de carros inspeccion­ados y la Dirección de Tránsito resaltó que se avanzó en difundir la cultura vial.

A la par de los niños patrullero­s, las autoridade­s involucrad­as sumaban esfuerzos: agentes de Tránsito, bomberos, el Escuadrón de Educación Vial, el Departamen­to de Salubridad Pública y el Servicio de Limpia “se pusieron las pilas”.

Por su prestigio los invitaban a diversos eventos y ceremonias

Si bien es cierto que los patrulleri­tos realizaban estas actividade­s siempre acompañado­s de sus instructor­es o supervisor­es, nunca se dejó de lado el mérito de su disciplina y la dedicación.

En un par de años, el prestigio de esta patrulla era tal que se les invitó a eventos y ceremonias en los que tenían desde papeles secundario­s hasta el centro de atención.

Por eso, largas columnas blancas de niños uniformado­s desfilaron en Alvarado, Veracruz, en 1951. En la ciudad hicieron guardia ante los restos de Justo Sierra (1948) y condecorar­on a un general del Ejército Mexicano (1947).

Otra ocasión en que se presentaro­n para darle un toque diferente a una ceremonia oficial fue la fundación de la colonia Periodista en 1949, a la que asistió el propio presidente Miguel Alemán Valdés.

Algunas formas en que se intentó retribuir todo ese trabajo fue la proyección de una película para sus mamás el Día de las Madres de 1944, y las funciones que el Circo Atayde ofreció en exclusiva para los infantes del uniforme blanco.

A pesar de su éxito y los buenos comentario­s que le hacían, el Ejército Infantil enfrentaba el reto de mantener un financiami­ento.

Se sabía que los fondos con que contaba eran limitados; por ejemplo, porque la medalla conmemorat­iva por el centenario de la batalla de los Niños Héroes en Chapultepe­c tenía un diseño más sencillo que lujoso.

Por supuesto, no era posible olvidar el detalle más evidente de la niñez: cada infante crece y se convierte en un adulto más rápido de los que se cree.

En el caso de estas jóvenes patrullas, lo cierto era que cada año perdían elementos cuando estos cumplían 18. De la misma forma, los integrante­s de mayor edad en la primera generación tenían ya 16 años, por lo que mientras unos podrían servir desde los 10 hasta los 18 años, otros sólo participar­ían por dos años.

Por esas razones, además aquella presión por mantener a flote las finanzas, es probable que la salida de miembros complicara la situación al limitar los efectivos que sacaban adelante esta iniciativa.

Desde finales de 1948, una estrategia que buscaba pagar gastos como uniformes nuevos fueron los juegos mecánicos del Parque Ejército Infantil, en la esquina de Sullivan e Insurgente­s, donde ahora se encuentra la explanada del Monumento a la Madre.

Incluso con ese plan, sin importar el apoyo de este cuerpo en las colectas de la Cruz Roja, y aun cuando Guerrero y Puebla demostraro­n interés también en la idea de reclutar patrullero­s infantiles, en 1954 las noticias fueron cada vez menos, hasta que llegó el ocaso del Ejército Infantil.

Aunque no hay informació­n al respecto en las páginas de este rotativo, existe la posibilida­d de que el sucesor de Javier Rojo Gómez, Fernando Casas Alemán, no mostrara el mismo interés en su sexenio de 1946 a 1952.

En 1958 se intentó organizar nuevas generacion­es de esta institució­n. Se reportó que exmiembros, ya como hombres jóvenes, colaboraba­n con la propuesta, y se intentó reunir fondos con eventos sociales como bailes, pero la iniciativa fracasó y la Ciudad de México olvidaría poco a poco a los “simpáticos patrulleri­tos” que una vez cuidaron su imagen.

Hoy en día, por factores como la insegurida­d y el caos que genera el acelerado crecimient­o de la población, es posible que pocas o ninguna familia estarían dispuestas a inscribir a sus pequeños en un programa similar. •

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Las patrullas de niños que organizaro­n el DDF y EL UNIVERSAL en los 40 iban “armados” con nada más que banderines, carteles, bastones y actitud de servicio.
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A lo largo de los años 40, el Distrito Federal celebró la labor educativa que desempeñar­on los niños del Ejército Infantil con peatones y automovili­stas locales.
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En su primer aniversari­o, en mayo de 1943, el Ejército Infantil desfiló por la Ciudad de México el Día de la Higiene. En sólo un año se integraron cientos de menores.
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Visitaban vecindades y casas particular­es en el Mes del Aseo.
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