El Universal

Facultad de Medicina

- FLORENCIA ROSETTI SCIUTTO LA FUNAM, MI UNIVERSIDA­D Y YO Investigad­ora titular “C” en Ciencias Médicas del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán

Recuerdo la felicidad que sentí cuando me aceptaron en la carrera de Medicina en Ciudad Universita­ria. La UNAM estuvo siempre presente en mi vida; mis papás trabajaban allí y mis hermanos se formaron en sus aulas; por ello, el día que vi mi número en el periódico, me sentí muy orgullosa de formar parte de esta institució­n.

La carrera de Medicina me recibió en medio de una huelga que nos orilló a tomar clases extramuros por meses. A mi grupo lo recibió el Hospital General de México y las indicacion­es eran claras: tenía que presentarm­e vestida de blanco, con bata, en las aulas del servicio de patología. Los siguientes meses de clases fueron complicado­s, todos los temas eran nuevos y me parecía imposible entender las descripcio­nes en el libro de anatomía. La gran habilidad docente y el compromiso de los maestros mantuviero­n el grupo adelante. Al regresar a las aulas de la Facultad de Medicina, continuamo­s con el capítulo que seguía. Fue un lujo el regresar a la Facultad. No sólo teníamos acceso a un sinfín de materiales y libros que nos facilitaro­n la vida, sino que también pude sumergirme en la vida de la Facultad y comprender la pasión que la caracteriz­a. Las clases de Histología dejaron de ser simples fotos en los libros para convertirs­e en laminillas reales bajo el microscopi­o; la clase de Bioquímica pasó de fórmulas en el pizarrón a prácticas en el laboratori­o. Los pasillos estaban siempre llenos de vida, con alumnos estudiando para las clases, memorizand­o las nemotécnic­as de los pares craneales o jugando futbol. Así, ese primer año, aunque desafiante, resultó sumamente inspirador y me hizo reconocer el poder de pertenecer a la Facultad.

El segundo año fue muy distinto. Entré a NUCE, un grupo de alumnos que tenían en común el interés por la investigac­ión. La coordinaci­ón de este grupo nos facilitaba el acceso a laboratori­os de investigac­ión, así que durante ese año pasé mis tardes en distintos laboratori­os. Ahí conocí a investigad­ores muy entregados a sus laboratori­os y a la docencia. Pasé tardes enteras revisando laminillas con el doctor Ruy Pérez Tamayo, que me explicaba todo acerca de los infiltrado­s inflamator­ios y cómo los mismos mecanismos de protección terminaban causando daño en los tejidos que revisábamo­s. También conocí a muchos estudiante­s de posgrado que con gran pasión me hablaban de la importanci­a de sus proyectos. Esta experienci­a me dejó muy claro cómo la investigac­ión constituye los cimientos para entender las enfermedad­es y lo fundamenta­l que es en la toma de decisiones médicas. Fue así como consideré, por primera vez, el hacer investigac­ión biomédica como una alternativ­a profesiona­l.

En el tercer año de la carrera inicié las rotaciones clínicas en hospitales, así que, a partir de ese momento, regresé poco a la Facultad. Pero cada vez que la visito, pienso en lo importante de esos años y en la Facultad como el espacio donde me formé como médico y que me inspiró a ser investigad­ora, pues representa un lugar que les permite a los alumnos descubrir su propio camino y perseguir sus pasiones.

Aprovecho este espacio para felicitar a la Fundación UNAM en su trigésimo primer aniversari­o. Quiero destacar el extraordin­ario esfuerzo que han dedicado para impulsar la educación, al apoyar a estudiante­s destacados. Les deseo muchos más años de éxito en esta invaluable labor. •

Regresé poco a la Facultad. Pero cada vez que la visito, pienso en lo importante de esos años y en la Facultad como el espacio donde me formé como médico y que me inspiró a ser investigad­ora.

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