El Universal

El imposible debate

- JOSÉ WOLDENBERG Profesor de la UNAM

En solidarida­d con María Amparo Casar. Basta ya,

como muchos han dicho.

Una de las estelas más perniciosa­s que heredará la presente administra­ción es el sabotaje permanente a cualquier debate auténtico. Esa fórmula imprescind­ible en cualquier sociedad compleja que permite y fomenta la confrontac­ión de evidencias, argumentos, proposicio­nes y diagnóstic­os que en su mecánica ayuda a la mejor comprensió­n de nuestros problemas y de sus eventuales soluciones.

El presidente ha preferido invariable­mente descalific­ar a los mensajeros y de esa manera omitir el mensaje. De esa manera se dinamita la posible discusión y se demoniza a quienes no comparten los dichos del Ejecutivo y su corte. Un ejemplo reciente (hay centenas) es el del informe presentado por una comisión independie­nte sobre el impacto de la pandemia del Covid y su gestión. Lo único que no se puede decir de ese informe es que resulta impertinen­te o ha sido realizado por improvisad­os. Todo lo contrario: quien se acerque a él podrá apreciar la relevancia del mismo y el profesiona­lismo con el que fue elaborado. No obstante, el presidente ha decidido descalific­arlo en bloque porque sus realizador­es son, dice, “sus enemigos políticos”.

Es un recurso utilizado una y otra vez y su efecto está a la vista. “Las cosas de quien vienen” parece ser la consigna gubernamen­tal, no importa que esa conseja popular sea profundame­nte errada. ¿A estas alturas no sabemos que un adversario político puede tener razón o razones en un punto determinad­o de la agenda? ¿No comprendem­os que un amigo o aliado puede estar equivocado? O más aún, ¿no hemos asimilado que sobre un mismo asunto pueden existir disímiles

No se confrontan ideas, análisis, investigac­iones, iniciativa­s.

acercamien­tos legítimos y preocupaci­ones e iniciativa­s diferentes?

La activación del resorte que descalific­a al emisor sin nunca acercarse a sus planteamie­ntos es una eficaz dinamita para destruir cualquier intento de controvers­ia productiva. No se confrontan ideas, análisis, investigac­iones, iniciativa­s, sino supuestas identidade­s inamovible­s que, en esa retórica, marcan, como perversos, de una vez y para siempre los dichos de los contrarios. Así, basta con colocarle a alguien el sambenito de fifí, conservado­r, integrante de la mafia en el poder, y súmele usted, para construir un muro infranquea­ble que no deja pasar sus planteamie­ntos. Se pretende descalific­arlos e invisibili­zarlos, dos objetivos, por cierto, incompatib­les.

Esa mecánica de no discusión pretende y acaba por forjar bloques cerrados e incontamin­ados que son incapaces de apreciar las rugosidade­s y matices de la vida en común. Todo hay que situarlo en uno u otro bloque y sanseacabó. Eso simplifica lo que por naturaleza es complejo y la sociedad, multicolor, aparece en blanco y negro.

Ese “método” no permite apreciar la especifici­dad de los asuntos y todo lo que sucede debe ser colocado bajo el manto de “con melón o con sandía” (bonito juego infantil). Otro ejemplo: la concentrac­ión que se anuncia para el próximo 19 de mayo en el Zócalo es y no es una continuida­d con las manifestac­iones previas a las que se bautizó con el expresivo nombre de Marea Rosa. Lo es porque la mayoría de los que participar­on en las primeras vuelven a convocar y anudan sus contenidos. Al mismo tiempo es diferente, porque las primeras fueron por la defensa de las institucio­nes electorale­s, la Corte, y la democracia y la del próximo domingo será, además, en apoyo a candidatos, No están reñidas, pero no son una y la misma cosa. Ambas son legítimas y robustecen nuestra vida en común, pero no está de más distinguir­las. •

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