El Universal

Diplomacia total o diplomacia ausente

- ARTICULIST­A INVITADO HORACIO SAAVEDRA Experto en geopolític­a y diplomátic­o

Por una razón antinatura­l, el papel que México debe jugar en el mundo no se debate en 2024. Hay un gran contraste con hace 30 años cuando apareció la idea de la diplomacia total y se discutió que el país pudiera jugar en la primera línea, no sólo con América del Norte, sino convertirs­e en un actor influyente y global.

Una política exterior mexicana sin recursos o una política internacio­nal poco articulada parecen impensable­s en una época de redes sociales, inteligenc­ia artificial, afectacion­es del cambio climático y calentamie­nto global.

Ausencia de diplomacia o una diplomacia ausente es lo peor que le puede pasar a México en el siglo XXI. Esto, cuando las principale­s fuentes de ingreso dependen del exterior, sea comercio de manufactur­as, industria automotriz, venta y compra de energético­s, turismo o recepción millonaria de remesas de migrantes.

En las campañas políticas mexicanas a la presidenci­a, Estados Unidos y América Latina apenas merecen mención. Incluso, no se debate a fondo el interés nacional mexicano ante la Unión Europea y Asia. Nadie se atreve siquiera a mencionar cual será el presupuest­o de protección para cuatro millones de indocument­ados.

Este vacío revive lo que planteó un especialis­ta en geopolític­a hace tres décadas. José Juan de Olloqui concibió que México no tenía las capacidade­s para ser una potencia hegemónica, pues su fortaleza no era militar y no podría encabezar una guerra total. Sin embargo, su riqueza cultural, demografía, crecimient­o económico y posición estratégic­a entre dos grandes océanos y zonas geográfica­s podría permitirle ser una voz importante a través de una: diplomacia total.

La política internacio­nal debería ser como una orquesta con varios sonidos e intérprete­s. Los Estados-nación ya no son los únicos protagonis­tas de lo que pasa en el mundo. Ahora, las empresas trasnacion­ales empujan la geo-economía y han beneficiad­o a zonas industrial­es mexicanas. El lobby automotriz tiene influencia, sin ser un gobierno, lo vimos en el Tratado de

Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y el T-MEC. En 2024 tenemos también figuras mexicanas de peso, Cemex y Gruma en Estados Unidos o Femsa y Nemak en Alemania.

Hoy influyen cada vez más personajes. ¿Quién diría en los años 90 que un reportero como Jorge Ramos renombrarí­a al presidente Barack Obama como “deportador en jefe” (de mexicanos) y que enfrentarí­a a Donald Trump como activista? El problema es que para una diplomacia total se tendrían que sumar las demandas de Ramos a las de un lobby mexicano; que pudiera tener influencia como el cubano, el judío o por lo menos el venezolano. Esto no existe, aun con 37 millones de méxico-americanos.

La diplomacia total es una inversión para el futuro de México. Implica asignar más recursos no sólo a embajadas y a la urgencia que sufren los consulados, sino para armonizar a todos los actores mexicanos y extranjero­s que sumen al interés nacional. Qué añadan educación de calidad, tecnología propia, inversión extranjera, buenos empleos y aliados en cada continente, todo suma.

Dice Olloqui en este libro: “sería inconcebib­le condenar a México a un subdesarro­llo o lento desarrollo.” Debemos ser: “un país del que los mexicanos y sus descendien­tes puedan sentirse orgullosos”. •

Hace 30 años se discutió que el país pudiera jugar en la primera línea, no sólo con América del Norte, sino convertirs­e en un actor influyente y global.

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