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La inclusión de las mujeres maduras en la industria.
Durante años, la moda se construyó sobre la veneración de la juventud. Esta obsesión ha sido interpretada por algunos como una reconciliación de los creadores con su propia adolescencia, una idealización que ha culminado en la fetichización de la juventud. Con este valor como máxima en su comunicación e inspiración, la industria de la moda ha limitado el tiempo de vida de modelos e iconos a unos cuantos años, perpetuando un sistema de exclusión de la madurez que al fin está viendo su término. Si podemos hablar de macrotendencias por décadas, la de los 2010 es una con muchas ramificaciones en cuanto a diversidad e inclusión. Entre la representación que las minorías antes excluidas han ganado en la industria, está la edad. Poco a poco los esfuerzos por involucrar y reconocer a las mujeres maduras dentro de la escena han crecido para que por fin reclamen su lugar como dignas representantes. En 2014, dos documentales sobre cómo explotar el estilo personal sin importar la edad llegaron a abrirnos los ojos, Iris y Advanced Style. El primero es un vistazo al mundo del fashion icon Iris Apfel y a cómo consiguió su estatus a los 84 años de edad, después de que el Costume Institute del Museo Metropolitano de las Artes en Nueva York le dedicara una retrospectiva, Rara Avis: The Irreverent Iris Apfel. El segundo, un esfuerzo en conjunto del fotógrafo de street style Ari Seth Cohen y la directora Lina Plioplyte, para adentrarse en la vida de mujeres mayores de sesenta años, obsesionadas con la moda y con una visión propia y arriesgada del estilo. Este último concluye que con la edad, llegan la confianza y la audacia para explorar y explotar la moda sin miedos. En términos de visibilidad de la madurez en la industria, la escritora de moda Anna Piaggi fue una de las abanderadas, poseedora de más de 2,800 vestidos, 265 pares de zapatos y un estilo extravagante y ecléctico. Fue objetivo de fotógrafos de street style y seguidores en cualquier lugar en el que se presentaba, y se dice que nunca repitió un look. La edad comenzó a reclamar su lugar en las calles pero aún faltaba otro ámbito por conquistar: el de la publicidad. Cuando Joan Didion de 85 años, protagonizó la campaña SS15 de Céline, las campañas publicitarias vivieron uno de sus momentos decisivos. A través de esta firma, Phoebe Philo siempre supo utilizar la moda como una sutil y acertada lucha feminista en la que fue capaz de reconocer la representación generacional como un factor de cambio importante. Desde entonces, otras campañas que han continuado en esta línea con éxito son Gucci, con Faye Dunaway de 77 años, y Zara, al utilizar modelos de 40 años y más. Y lo mismo en la industria de la belleza, cuando L’Oréal trabajó con Diane Keaton a los 68 y Covergirl con Maye Musk a los setenta. Fue así también como Naomi Campbell consiguió a los 48 años su primer contrato de belleza para Nars, la misma firma que en el pasado ya había apostado por modelos maduras como Charlotte Rampling de 68 y Tilda Swinton de 57. Además de la necesidad de representación, la nostalgia ha jugado otro factor clave en la validación del regreso de supermodelos del pasado, ahora maduras, a las pasarelas. Los noventa están de regreso y con ellos los rostros de la moda que se encontraban en el retiro como es el caso de Amber Valletta y Carolyn Murphy en Dries Van Noten FW17; Carla, Naomi, Claudia, Cindy y Helena en el emotivo homenaje a Gianni en Versace SS18, o más recientemente, Stella Tennant y Paul Hamline abriendo el desfile de Ferragamo SS19 (porque la representación de edades también aplica y es necesaria en el caso de los hombres). Incluso las celebridades han encontrado un nuevo momento bajo el spotlight, y el mejor ejemplo de ello es Céline Dion, a quien le bastó un mes (julio de 2017) para coronarse a sus 51 años como el fashion icon que no sabíamos que necesitábamos. Su cambio de estilo se basó en tomar riesgos, asumirlos y mostrarlos con actitud, una fórmula que hoy queda claro, funciona mejor con la madurez.