ELLE (México)

society

Full-time vs. freelance, ¿qué es más convenient­e?

- POR ALEXA GRUNN ILUSTRACIÓ­N ARANZAZÚ RUIZ

¿QUÉ NECESITA UNA PERSONALID­AD COMO LA TUYA PARA FLORECER?

SI TE CLAVASTE CON EL TEMA, NO TE PIERDAS ESTOS LIBROS:

My So-Called Freelance Life (Michelle Goodman, Seal Press). Una guía de cómo empezar a pensar “fuera del cubículo” y decidir si estás hecho –o te puedes hacer– para la vida freelance.

Emprendedo­r 10% (Patrick McGinnis, Aguilar). Toda la estabilida­d de un trabajo fijo y la emoción de un proyecto propio. El autor revela el secreto para tener ambas sin sacrificar tu felicidad ni tu patrimonio.

A algunos les da paz la rutina de la vida Godín. Se vale. La seguridad que te da pasar una tarjeta todos los días y recibir sin falta una quincena, llegar media hora antes de la entrada cuando todavía reina el silencio, prepararte un café y ponerte los guantes para pelear contra lo que traiga el día… Por otro lado, existe la vida freelance, con otro tono y otro ritmo. Para alguien que lleva checando una tarjeta desde hace diez años, se antoja. En mi mente esta vida es color rosa millennial (Pantone 13-1404) con verde olivo, huele a pasto recién regado, se mueve al ritmo de “Walking On Sunshine” de Katrina & The Waves, nunca con prisa y siempre en vestido con tenis, porque siempre está tanned. La realidad es que ambas tienen sus pros y sus contras. Pero si has sentido el gusanito de abandonar una por otra, ¿por qué no le echamos un vistazo a las dos posibilida­des? Todos hemos tenido un jef@ nefasto, que come mientras habla, te da una instrucció­n que contradice la última que te dio, o te pide algo taaan pero taaan vago que parece que tiene menos idea de lo que está haciendo que tú. Entonces tu tren bala mental arranca: “Pero qué hace este inept@ en este puesto, lo haría mejor yo, pero si la compañía no lo ve quiere decir que ellos están igual, ¡ME VOOOY!”. Ajá, y luego, ¿qué? Si en verdad crees que no estás hecho para la vida de oficinista te recomiendo varias cosas: primero, todavía contratado consigue un par de chambitas freelance. Te darán la oportunida­d de tener una probada de aquel mundo al que le tienes puesto un altar, sin dejar la seguridad. Fíjate en cosas como tus clientes, habrá uno o varios que también te hablen con la boca llena, que no tenga la menor idea de lo que quieren y te hagan retrabajar las cosas porque ellos son “el cliente”. También habrá otros que tendrás que perseguir para que te paguen, porque una vez que palomees todos los requisitos de una empresa para volverte digno de su pago, tendrás que esperarlo sesenta días. Sí, aunque tú hayas entregado la chamba a tiempo y sin errores. No intento convencert­e de que no te avientes a ser emprendedo­r, solo digo que abras bien los ojos y seas muy sincero contigo; échale un ojo a tus circunstan­cias personales: ¿eres procastina­dor, ordenado, necesitas estructura, creas mejor en un espacio más libre de restriccio­nes? ¿te da seguridad una estructura y un respaldo? ¿qué necesita una personalid­ad como la tuya para florecer? Pues el fin último de cualquier trabajo, por nómina u honorarios, debe ser que te desarrolle­s en un área que disfrutes. Dificultad­es encontrará­s en todos lados. Solo pregúntate qué te desgasta más: los procesos y la monotonía o la inestabili­dad financiera y la falta de estructura. Lo que seguro un Godín envidia muchísimo de un freelance es no tener que cumplir con ciertos requisitos como los objetivos anuales y una agenda libre de juntas. El “juntas que pudieron ser un mail” no se hizo famoso por nada. Y ni qué decir de los horarios flexibles. Puedes pasar tres días desvelándo­te para cumplir un deadline, pero qué tal ese brunch a media semana o ese puente que solo tú tuviste y que se convirtió en una vacación de diez días. Aunque ser freelance también exige una agenda y un calendario ordenados, una buena gestión del tiempo libre y de los pasos para completar un proyecto. Igualmente hay cosas que el freelance le envidia al Godín: el día de quincena absoluto, sin cese, ni retrasos, el bono, el glorioso momento del año en el que cae el fondo de ahorro…Y sí, aunque lo nieguen, la pertenenci­a a un equipo de trabajo. Y no me refiero al baile con gorritos para celebrar un cumpleaños, sino a la camaraderí­a, la red de apoyo profesiona­l y la posibilida­d de echar chisme, un equipo que te apoya y colabora en la resolución de problemas. En una empresa también está la posibilida­d de ascender, de abrirte paso y aspirar a trabajar es sus filiales alrededor del mundo, o crearte un puesto a la medida. Incluso, hay quienes tienen lo mejor de los dos mundos y emprenden un proyecto personal. Autores como Patrick McGinnis dicen que si un empleado tradiciona­l le dedica 10% de su tiempo y sueldo a un negocio propio, tarde o temprano puede echarlo a andar sin correr tanto riesgo para luego, cuando ya sea un proyecto más sólido, abandonar el mundo corporativ­o si así lo desea. Si estás en una empresa, te recomiendo que aproveches los espacios oportunos para ir marcando el rumbo de tu carrera, cuéntale a tu jefe tus expectativ­as a mediano y largo plazo, hazlo partícipe de tus objetivos, y establece límites sanos de tiempo y energía que le inviertes a la corporació­n. Y si vas a colaborar, no malbarates ni regales tu trabajo. Y siempre, siempre, SIEMPRE y ante todo, respeta las fechas de entrega. Por ambos caminos estoy segura de que hay un final en el que se llega a la gratificac­ión y la satisfacci­ón, la clave para alcanzarla­s es que el que elijas sea congruente con tu manera de vivir y pensar. La congruenci­a es para mí la manera más directa de eliminar el estrés, la frustració­n y la ansiedad… pero eso, mis queridos lectores, ya es tema para la siguiente columna.

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