Esquire (México)

Deja de escuchar música de la peor manera posible

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¿Usas un reproducto­r de música de alta fidelidad para escuchar las canciones que bajaste de internet en formatos de baja calidad? Entonces no estás entendiend­o. Necios y sordos se empeñan en negarlo, pero el tamaño sí

importa al momento de oír música.

HHUBO UN TIEMPO en que la experienci­a de escuchar importaba. No. Hubo un tiempo en que escuchar era una experienci­a. No. Hubo un tiempo en que escuchar importaba. Podría apostar a que los desarrolla­dores del mp3 no intuyeron la tragedia, pero debido a las aplicacion­es equivocada­s que hemos hecho de su invento, hoy a la mayoría de las personas no les preocupa la baja fidelidad de la música que consumen: generacion­es enteras han maltratado su oído con los estándares de YouTube y creen que ese sonido enjuto es el adecuado. Pero no.

Los más perjudicad­os por estas prácticas auditivas han sido los músicos. ¿Por qué pagar por canciones que ofrecen una buena calidad de sonido si las puedo conseguir gratis en la red aunque parezca que se grabaron con mi teléfono? Afortunada­mente, algunos miembros de distintas ramas de la industria musical dimensiona­ron la catástrofe y han impulsado la revaloriza­ción de la experienci­a auditiva: la moda de los viniles, las tiendas digitales de música en archivos flac y el reciente lanzamient­o de reproducto­res portátiles de audio en alta definición.

Frecuencia­s de muestreo, transducto­res, bits, compresión… ¿A ustedes qué demonios les importa todo esto si sólo quieren escuchar música? Pues justamente por eso, por escuchar. El sonido es un fenómeno físico que consiste en variacione­s de presión en un medio elástico que, si cumplen condicione­s de intensidad y frecuencia, pueden ser percibidas por el oído humano. En el siglo xix comenzó a desarrolla­rse la tecnología para grabar y reproducir sonidos con métodos que prevalecen hasta hoy: un micrófono capta las variacione­s de presión sonora y las convierte en una señal eléctrica que puede ser registrada en un soporte físico para después ser transforma­da nuevamente en sonido.

Hoy la mayoría de las grabacione­s musicales en el mundo son digitales. Hace varios años que el sonido análogo fue desplazado por sus complicaci­ones físicas de almacenaje y conservaci­ón. La grabación análoga es el reflejo más fiel que podemos obtener de un evento sonoro, pero la digital es más barata.

Digitaliza­r es tomar muestras de un sonido para convertirl­o en lenguaje binario: es como tomar fotografía­s de sus fragmentos para después reconstrui­rlo en un todo que se parezca al original. La calidad de esta conversión es directamen­te proporcion­al a la frecuencia de muestreo y número de bits utilizados en el proceso, y es justo por esta condición tecnológic­a que debemos evitar formatos como el mp3.

El audio de alta resolución hace muestreos de hasta 192 kHz, los discos compactos trabajan con archivos flac y frecuencia­s de muestreo de 44.1 kHz a 16 bits, mientras que un archivo mp3 estándar contiene apenas 10 por ciento de la informació­n de un flac.

Un codificado­r mp3 toma los elementos sonoros originales de una canción, calcula cuáles no son esenciales y los elimina. Un sonido musical nace a

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