LA AGONÍA DE NO ENCONTRARLOS
Por todo el país se repiten las manifes
taciones de familiares y amigos de desaparecidos, quienes exigen su regreso a las
autoridades.
María Herrera, a sus 65 años, se ha convertido en un símbolo: su fuerza y coraje son un ejemplo para miles. Originaria de Michoacán, ha sufrido en los últimos siete años dos golpes tremendos: en 2008 sus hijos Jesús y Raúl, entonces de 25 y 19 años, desaparecieron junto con otras cinco personas. Dos años y un mes después, en septiembre de 2010, sus hijos Gustavo y Luis Armando, de 27 y 24 años, fueron secuestrados.
Ella es la imagen de la nueva asociación civil Familiares en Búsqueda María Herrera. Hay miles de familias en la misma situación: el registro oficial de desapariciones es de 23 mil 272 personas, sólo entre enero de 2007 y octubre de 2014. De esas desapariciones, 9 mil 384 ocurrieron durante los primeros 22 meses del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto.
“Vivimos con la agonía de no saber qué paso con ellos”, dice. “Al principio fueron unas horas, que después se convirtieron en días, en noches, en meses. Y aquí estamos, con años a cuestas, ocho años de desaparecidos van a cumplir mis hijos.”
María reconoce que ha tenido el privilegio de ser bien atendida por las autoridades, “pero de nada me sirven su café y sus galletas. No vengo a que me den de comer, quiero resultados, quiero respuestas, quiero a mis hijos. Y así como me tratan a mí, así quiero que traten a todas y cada una de las víctimas, todas y cada una de las madres, sin ningún tropiezo”.
A pesar de sufrir “el horror de esta incertidumbre”, Herrera afirma que quisiera que su trabajo le “sirva de algo a la sociedad”. Por eso, dice, ha recorrido el país tratando de animar a otros parientes de desaparecidos: “Queremos poner en sus manos lo poco o mucho que hemos aprendido de todo esto y seguir la lucha, buscar la unión entre todas las víctimas porque es la única manera en la que podemos pelear contra este monstruo que nos está aplastando. Lo que queremos es un México mejor, un México donde las familias permanezcan unidas”.
Es una lucha con riesgos temibles, como la amenaza de correr la misma suerte del desaparecido o de ser abandonado por la sociedad: “Los procesos de lucha tienen un desgaste y llega un momento en que las personas ya no pueden acompañarnos”, lamenta María. “Nos van dejando solas con nuestro dolor.” Ella y los suyos, de cualquier forma, se mantienen firmes.
Los desaparecidos en México no son estadísticas, sino miembros de familias que aún los buscan
diariamente. Expertos de Amnistía Internacional y la onu
señalan las fallas de las autoridades en su búsqueda.