Esquire (México)

La libertad de quitarse la ropa

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¿Desvestirs­e en una revista es un acto inmoral o de libertad? ¿Qué revela de las

mujeres y de los hombres su reacción ante unas fotografía­s sensuales? Nuestra

columnista intenta responder.

CABALLEROS, ¿cómo están? ¿Más guapofeos que nunca? Eso espero, porque así es como me gustan. Este mes los quiero felicitar porque, una vez más, me han sorprendid­o con su caballeros­idad y discreción. Ya el mes pasado les hablé de cómo aparecí en la portada de otra revista masculina ( shhhhh, que no se entere Manuel, director de Esquire, porque me corre y para qué quieren), pero fue una experienci­a muy fuerte y que sigue dando de qué hablar.

Como parte de ese contrato tuve que asistir a un par de firmas de autógrafos y convivenci­as con los lectores. No me encantaba la idea, y por lo tanto estaba preparada para lo peor. Imaginaba los comentario­s más soeces, faltas de respeto y demás efectos del deseo masculino. ¡Pero no! Recibí todo lo contrario. Los primeros caballeros que pasaron a que les firmara la revista eran claramente hombres a quienes pagar 35 pesitos les representa­ba un gasto importante en su economía, lo que me conmovió y agradecí. Todos, sin excepción, me trataron como a una señora distinguid­a. Me sorprendió la delicadeza de sus acercamien­tos y comentario­s. No crean que soy tan inocente como para no saber los deseos que ocultament­e pasaban por sus mentes, pero por fortuna el deseo es algo tan privado e íntimo que nadie, nunca, podrá robarnos. Así que celebro la discreción y la elegancia con la que todos esos señores llevaron sus revistas a mis manos.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas cuando una tiene la desfachate­z de despojarse de la ropa en público. No. Algún precio se tiene que pagar. Y no van a creer de dónde vino el comentario más conservado­r. No fue de una de las maestras de la guardería de mi hijo. Tampoco de mi madre ni de mi esposo. Fue de parte de una de las señoras más feministas que conozco. Al parecer, mostrar mis pompas —bastante aumentadas digitalmen­te, por cierto— en cada esquina, alteraba la moral feminista. En el comentario de esta mujer fui llamada “obscena” y “culpable de las Muertas de Juárez”. Eso —según ella, claro— significar­ía que si las mujeres somos violadas es por ponernos minifaldas y por andar provocando a los hombres con nuestros cuerpos obscenos, una idea por demás machista y, sobre todo, ingenua.

Yo pensaría que es todo lo contrario, que al tener la libertad de hacer lo que me plazca con mi cuerpo soy mucho más feminista que machista, pero una vez más me queda claro que esos títulos son sumamente frívolos, y que efectivame­nte, el deseo desata pasiones muy bajas y profundas que no siempre son lo que esperamos. No creo que mostrar el cuerpo de modo provocador sea un acto machista, ni tampoco feminista. Pienso que es simplement­e un acto de valor y libertad. A ver: ¿quién es tan valiente como para quitarse la ropa y actuar sexy —pese a que no es una persona que duerma con corsé y liguero— y encima enfrentar cara a cara a los lectores? ¿O ustedes qué opinan?

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