Esquire (México)

CO CÓMI UNPARA O MUND EL

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La voz chillona y estridente de Kevin Hart se escucha desde el otro extremo del pasillo. Cuando entra a la habitación donde hablaremos sobre su nueva película, The Wedding Ringer, arrastra con gracia sus 1.63 metros de estatura y su timbre de caricatura.

Hoy viste de negro y muestra la sonrisa de siempre. Es el mismo Hart que hace poco menos de tres años lloraba conmovido ante las 30 mil personas que le aplaudían de pie en el Madison Square Garden. En aquel entonces, el comediante acababa de finalizar su famoso sketch “Let me explain”, que se burlaba de los pormenores de su divorcio y agradecía que su “fucking dream” —hacer reír a la gente— se hubiera hecho realidad.

Era 2012 y ese día Kevin Hart se convirtió en el “stand-upero” más prometedor de Estados Unidos. Después de aquella interpreta­ción, comediante­s como Marc Maron —otra leyenda del género— lo calificaro­n como “el cómico más grande del momento”.

El problema era que, a pesar del éxito, algunos se preguntaba­n con cierto recelo si realmente era el inicio de una carrera próxima a internacio­nalizarse, si de verdad podría estar a la altura de gigantes como Eddie Murphy o Steve Martin.

Hart siempre ha sido la clase de celebridad que provoca dudas sobre si será capaz de traspasar fronteras. ¿Por qué? Porque en sus inicios sólo estaba enfocado en el público afroameric­ano y, a pesar de sus intentos por deslindars­e de esa marca al crear un humor universal, no lograba seducir a la crítica.

El éxito de Hart no se debía a unas cuantas notas de prensa que alabaran su desempeño, sino a que se transformó en un potente imán en taquilla. En el verano de 2014, su película Think Like a Man Too —secuela de Think Like a Man (2012), comedia que ridiculiza a los hombres y que nunca se estrenó en México—, debutó con 30 millones de dólares (sólo tres millones de dólares menos que Wedding Crashers, que en 2005

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